La última carta ~Changlix~ [P A U S A D A]

•CUATRO•

Salió de su ensoñación cuando sintió el sonido que producían las zapatillas del australiano contra el piso cerámico al pisarlo, parpadeó un par de veces antes de que este llegara con la bandeja en un antebrazo, siendo afirmada por su otra mano.

- provecho -le murmuró el rubio mientras bajaba el pastel hacia la mesa, apoyando con gracia el platillo antes de subir para tomar la taza, bajándola. Al contrario del tamaño usual del expresso, era una taza más grande y el contenido era distinto, no era de lo que siempre bebía, notaba de forma instantánea que era un chocolate caliente.

- ¿chocolate? -dijo Changbin antes de alzar su vista hacia la del teñido, quien llevo de forma tierna la bandeja vacía hacia su pecho, abrazando esta antes de sonreír de forma amplia, enseñando sus dientes y achinando un poco sus ojos.

- ¡regalo! -dijo con ánimo, cerrando su sonrisa para suspirar un poco- para alegrar tu día y que duermas mejor -murmuró antes de retirarse, viendo como una pareja en una mesa se levantaba mientras la chica sacaba la billetera de su bolso. Seo suspiró al ver la taza humeando frente suyo, aunque debía decir que no era fanático de lo dulce, si el australiano se lo había servido, debía de saber bien.

En esa cafetería, la tarde se le pasaba más rápido de lo que le gustaría. Aunque normalmente no debería estar ahí más de dos horas, se pasaba las horas de luz solar examinando al chico y sus acciones en su labor. Mientras lo veía y a veces tomaba del chocolate, no entendía como ese chico era amable con él.

Aunque nunca le había dicho a que se dedicaba ni le había dado indicio alguno a Felix, este nunca lo miró mal desde que había llegado con sangre en sus ropas; pero a diferencia de el resto de las personas que le conocían y que sabían en que se desempeñaba, el australiano no le miraba con miedo, sino que siempre le saludaba y le trataba con cariño, siempre desprendiendo felicidad al tenerlo cerca. Casi siempre que el coreano iba a la cafetería y los demás clientes se iban, ambos se sentaban en la mesa y conversaban con gusto por horas.

Tenía ansias de poder tener una conversación con el australiano, veía como entraba cada vez más gente a la cafetería, observando como las mesas se comenzaban a llenar y Felix comenzaba a hacer esa extraña danza que llevaba cada vez que el lugar se colocaba intenso. Lo veía por ahí, dando vuelta entre las mesas mientras tomaba los pedidos y entregaba los alimentos en otras. Por alguna razón, el pecoso irradiaba una energía intensa mientras lo hacía, la forma en que sonreía, la destreza con la que se movía, la comodidad con la que manejaba la máquina de café alunaba un poco a Changbin.

Sin embargo, en su bolsillo explotó un ruidoso ringtone, el mismo que tenía asignado para las llamadas de X. Saltó un poco al sentir el sonido, encargándose de rescatar su celular del bolsillo lo más rápido posible mientras se levantaba, sintiendo la mirada de la gente sobre si mientras iba quebrando la esencia pura de la cafetería mientras iba hacia afuera, deslizando el ícono verde por la pantalla.

- Andre -dijo cuando se llevó el celular al oído, ya puertas afuera de la cafetería. Se apoyó en un pilar mientras tomaba con mayor firmeza el celular, suspirando un poco mientras escuchaba la respiración del otro lado.

- no me has contestado cuando te llamé -le canturreó del otro lado su jefe, Changbin gruñó al teléfono y negó con su cabeza, tratando de controlar la frustración y molestia que le daba el hecho de que X fuese sarcástico cuando menos tenía que serlo- dame una explicación, ahora.

- he tomado una pastilla -le dijo con rapidez- unas pastillas, dos -le corrigió el pelinegro, negando con su cabeza- tú me despachaste, solo llegué a tomarme el medicamento y a dormir, ahora he salido por un café y me llamaste -murmuró, sintiendo como el contrario se rió bajito.