Erika POV
No quería salir de allí, no quería ver a nadie, no quería hablar, no quería hacer nada. ¿Por qué la gente se empeñaba en obligarme hacer algo que no quería?
Estaba sentada en mi cama con la espalda apoyada en la pared y mi cara escondida entre mis rodillas. No se cuanto tiempo llevaba allí metida, había escuchado la puerta de la casa un par de veces y suponía que alguien se había ido, tal vez Lea y Reus o alguien que había llegado, mi hermano.
De pronto escuché unos pasos bastantes rápidos procedentes de la escalera hasta que se detuvieron.
"¡ERIKA!"
La puerta de mi dormitorio comenzó a sonar, pero después se abrió y vi a Marco entrar. Llevaba una camiseta del Borussia, unos pantalones cortos negros, calcetines Puma y unas Nike de color amarillo chillón.
"¿Qué haces?" Le pregunté mientras lo miraba de arriba abajo.
"Vistete que nos vamos."
"¿A donde?"
"A entrenar." Contestó como si nada.
"No."
Me giré dandole la espalda y agarré mis rodillas haciendo una bola con mi cuerpo.
"Erika, venga."
Lo escuché más cerca de mi.
"Te he dicho que no."
"Como quieras."
Escuché un silencio y creí que iba a marcharse. Levanté la cabeza y de pronto noté sus brazos en mi cintura. Me levantó en peso de la cama y me sacó del dormitorio.
"¡Sueltame! ¡¿Qué haces?! ¡Sueltame!"
Bajé las escaleras aún en los brazos de Marco. Intenté soltarme mientras hacía movimientos bruscos, pero de poco servían.
Cuando llegamos al recibidor me soltó.
"Nos vamos."
Me llené de rabia y sentí una ganas inmensas de matarle allí mismo.
"¿Qué parte de que no pienso correr no habéis entendido?" Grité. "Dejadme en paz, ¿te crees que me gustó dejar el balonmano por gusto? Pues no." Me respondí a mi misma. "No pienso volver a correr, ¿lo has entendido?"
Mis ojos se llenaron de lágrimas y la mirada de Marco me estaba matando. Me llevé las manos a la cara y comencé a llorar.
Sentía mucha impotencia de no ser capaz de salir a correr por miedo a volver a lesionarme. Ni Lea ni Marco tenían la culpa de aquello y sin embargo ellos eran los que pagaban los platos rotos. En aquel momento me hundí.
De repente respiré el aroma de Marco. Sus brazos me rodearon con ternura y besó mi cabello intentando tranquilizarme. Para mi sorpresa lo consiguió.
"Lo siento." Me susurró. "Pero no voy a permitir que dejes el balonmano por miedo a lesionarte."
Me separé de él aún con lágrimas en los ojos.
"¿Me has entendido?" Su mano llego hasta mi mejilla limpiando las lágrimas. "No voy a dejarte sola, inténtalo. Por favor."
No iba a decir que el miedo se había esfumado pero tuve la sensación que de seguridad, sentí que con Marco todo iba a ser diferente, que nada malo me iba a pasar y eso me dio confianza. Titubeé un poco y al final accedí.
"Poco a poco." Le amenacé.
"Te lo prometo."
Subí a mi dormitorio y me cambié de ropa. Me puse una camiseta de deporte y unas mayas negras, calcetines y las zapatillas Nike que tenía antiguas. Estaban muy viejas y hacía casi un año que no me las ponía, pero aún así podían resistir a unas cuantas carreras más. Me até el pelo y bajé al recibidor donde Marco me esperaba apoyado a la puerta.
"¿Lista?"
"Eso creo."
[...]
Marco POV
Llevabamos corriendo alrededor de quince minutos a un ritmo constante. Era íncreible lo rápido que corría. Iba muy pendiente de ella, no quería que tuviese alguna molestia o le pasase algo. De vez en cuando la miraba de reojo y me gustaba lo que veía. Erika tenía un buen físico, sus piernas eran largas y delgadas, su piel morena, tenía unos ojos oscuros preciosos y su sonrisa contagiaba a cualquiera. En cambio lo que más me gustaba de ella era su personalidad. Sus gestos de niña pequeña, su carisma y alegría, su orgullo... Me gustaba ella.
"¿Vas bien?" Le pregunté.
"Sí. ¿Cuanto llevamos?"
Miré el reloj.
"Vamos hacer veinte minutos."
Seguimos corriendo un par de metros más cuando noté que aflojaba el ritmo la imité. La noté cansada así que agarré su brazo y la llevé hasta un banco que había en la calle.
"¿Estás bien?"
"Sí." Su respiración era agitada. Echó la cabeza hacia atrás y se llevó las manos a la cadera.
"Descansemos un poco."
Asintió con la cabeza y poco a poco fue recuperando el aliento. Esperamos un par de minutos y me quedé obsevandola. Cogí un mechón de pelo apartandolo de su cara y colocandolo detrás de la oreja.
"¿Seguimos?"
Erika me sonrió y se levantó del banco.
"Te hecho una carrera a la casa."
De pronto salió corriendo por la calle.
"¡Erika!"
Salí detrás de ella y en escasos metros ya me había puesto a su altura. Pero era buena, muy buena. Aceleró y siguió corriendo sin mirar atrás. Intenté alcanzarla en varias ocasiones pero siempre daba tirones y no me dejaba adelantarla.
Llegamos a la calle de la casa y pegué un acelerón. La adelanté y llegué antes que ella.
"Has perdido." Cuando llegó apoyó sus manos en la verja. "La próxima vez hay que apostarse algo. ¿Estás bien?"
"Sí." Respondió.
"Has corrido..." Miré el reloj y conté. "Veinticinco minutos. Eso está genial, Erika."
Esta sonrió y colocó su mano en la cintura.
"Sí." Se echó el pelo hacia atrás y se quedó mirandome.
Su sonrisa fue desapareciendo y sus ojos empezaron a brillar. Me quedé callado observandola.
Joder, era tan guapa.
"Bueno." Sacudió la cabeza y volvió a sonreir. "Voy a darme una ducha, que falta me hace."
Me aparté de la verja y Erika la abrió, creí que se iba a marchar sin más, pero se dio la vuelta y me miró.
"Eh, Reus. Gracias por todo."
"Prepárate para la siguiente." Le contesté.
Erika se despidió de mí con un gesto y entró en la casa.
Me quedé allí parado, metido en mis pensamientos. En cuanto cerró la puerta sentí un escalofrío, ¿qué mierda estaba pasando?
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Vidas Cruzadas. « m.r »
Teen FictionErika deduce lo que va a ocurrir con su familia. Lo que no sabrá es que conocerá a una persona que cambiará su vida. Adiós tranquilidad, bienvenida realidad.