«Dime qué jodida cosa quieres y lo tendrás.»
―Jennifer
―Un simple gracias me es suficiente ―pensé en voz alta, recordando lo que le había dicho.
Mientras caminaba hacia la cafetería, mis pensamientos se volvían cada vez más y más culposos.
Sabía perfectamente que aquel encuentro tendría que haber sido más «discúlpame» de mi parte y menos «gracias» de Josh, pero al verlo impaciente a mi lado, y visiblemente alterado con mi cercanía, lo único que había hecho era avergonzarlo más.
―De nada ―murmuré con arrebato, apretando los dientes.
Él me había agradecido el haberlo ayudado y yo le había dicho «de nada». ¿Existía acaso algo más cómico que eso? En vez de haberme esforzado por conseguir su perdón, le había arrebatado más su dignidad. Y por ello, la culpa comenzaba a carcomerme con más frenesí.
Esa es la parte mala de fingir ser una perra: terminar siéndolo.
¡No! Solo si quieres, Jennifer.
¿Yo quería serlo? Una parte me decía que sí, que no tenía que demostrarle lo contrario a nadie, que si era una perra o lo que sea daba igual. Pero había otra parte, una que estaba empecinada en recordarme la mirada acuosa de Joshua Feehan, que me decía «¿en serio eres una perra?».
Tropezándome con mis propios pasos, me detuve a mitad de corredor. Entonces, sin pensármelo dos veces, hice el camino de vuelta a Josh. Tenía que solucionar ese asunto, si no lo hacía estaba segura de que terminaría despierta toda la noche sintiéndome culpable.
Como lo has hecho las últimas semanas, ¿no?
―¡Detente! ―exclamé tan pronto como lo vi.
Él venía caminando con la mirada clavada en el suelo, como siempre, y con los auriculares colgando a cada lado de su cuello. En cuanto alzó la mirada, vi cómo su cuerpo se paralizaba y acto seguido se giraba para evitarme.
―A ti te hablo, detente ―casi grité apurando mis pasos para llegar a él.
Me planté frente a su cuerpo y, a pesar de que su rostro apuntaba al suelo, contemplé cómo el rubor de sus mejillas se esparcía con ligereza y se le acumulaba en el cuello. El contraste de su camisa blanca y el suéter beige, con el rojo de su piel, era atractivo.
¿Atractivo, Jen, en serio?
Apreté los dientes.
―¿Qué quieres? Ya te dije gracias ―murmuró.
Por el volumen de su voz, pensé que fácilmente podría estar hablando para sí mismo.
Intenté calmar la presión en mi pecho e inhalé suavemente. Rayos. ¿Por qué era tan difícil hablar frente a un chico que ni siquiera me miraba?
―No quiero que me agradezcas ―empecé sintiendo cómo mi garganta se apretaba con cada palabra salida de mi boca.
―¿Entonces?
Su mentón se levantó y al instante nuestras miradas se encontraron. ¿Josh tenía ojos verdes? Parpadeé y, detrás del vidrio de sus lentes, la realidad me golpeó. El verde de sus ojos casi parecía el de las hojas secas en pleno otoño y era hermoso en comparación al triste y agonizante brillo que los recubría.
―Quita esa mirada de gato con botas ―balbuceé con dificultad, incapaz de sostenerle por más tiempo la mirada.
Inmediatamente, Josh sonrió. Me sonrió.
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Estúpido Josh │Próximamente en papel
Teen FictionPrimer libro de la trilogía Cartas a Josh. "―¿Qué quieres de mí? ―Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas. ―¿Qué se supone que...? ―Bésame. ¿O es que acaso...