«Mi nombre es Jennifer y hago llorar a los nerds.»
―Jennifer
―¿Quién me quitó los libros? ―preguntó una voz que al principio no supe reconocer.
El salón quedó en pleno silencio. Alcé la vista, desinteresada, y volví a concentrarme en el color escarlata de mi esmalte para uñas. Alguien tendría que inventar un aplicador de esmalte, pensé. Odiaba tener que retocarlo cada día.
Aunque ¿qué más daba si lo inventaban o no? Para mí ya no tenía importancia. Yo solo quería que mis uñas se vieran bien por hoy. Hoy y listo.
Pensando en el número que había tachado hora atrás en el calendario de mi casa, le di la segunda mano a la uña de mi dedo índice izquierdo. Una vez que terminé de pintar esta, acerqué la mano a mi rostro y soplé con suavidad para secar el esmalte. Entonces, sin previo aviso, una voz interrumpió mi trabajo de cada mañana.
―Devuélvemelos.
Fue cuando alcé la vista, interesada en saber de quién era la voz masculina y suave que estaba hablando, que mis mejillas ya infladas para volver a soplar las uñas se vaciaron antes de tiempo y mis pulmones dejaron de funcionar.
¿Esa era la voz de Joshua Feehan?
Parpadeé, incrédula, y entonces me encontré con sus ojos fijos en los míos.
Esperen, ¿él estaba hablándome a mí?
―Dije que me los devuelvas ―repitió con mayor énfasis.
Sí, era oficial: estaba hablándome a mí.
Joshua Feehan, la única persona a la que jamás había oído siquiera susurrar, estaba intentando verse autoritario frente a mí. Y sí, estaba fallando miserablemente.
Podía que su rostro fuese anguloso y que sus rasgos proclamaran cierta masculinidad prematura, pero su mirada de cachorro mojado y sus cejas de bebé le hacían perder cualquier rastro de bravucón que quisiese demostrar en ese instante. Más aún con los anteojos redondos que claramente tenían aumento y el patético peinado con una raya al costado. En conjunto, su rostro gritaba: ¡soy nerd!
―¿Devolverte qué? ―balbuceé bajando la vista desde su rostro hacia el suéter verde, el pantalón gris de franela, y sus zapatos negros y brillantes.
―Mis libros ―reclamó.
Levanté la mirada con rapidez y un tinte rojizo se arremolinó en sus mejillas.
―¿De qué libros hablas? ―indagué mirando a cada uno de mis compañeros, quienes como siempre lucían más interesados en mis reacciones que en sus propias vidas.
―Los que tenía encima de mi escritorio, tú me los quitaste. ¡Devuélvemelos!
Escuché unas cuántas risas alrededor, las cuales parecían deleitarse ante la escena frente a sus ojos. Así que querían una escena, ¿eh? ¿Qué más se podía decir de mí?, me pregunté. Al fin y al cabo, lo peor ya lo habían dicho. ¿Qué tan malo podía ser que me tomaran como una robalibros?
Y de cualquier modo, después de hoy ya nada importaría. Absolutamente nada.
―No te los devolveré, sabelotodo ―dije con arrogancia, soplando las uñas de mis manos, en una increíble actuación de verdadera perra.
¿Ustedes lo querían? Ahí lo tienen, quise decirles. Esa era mi versión que ellos parecían amar, la única que conocían y que, por supuesto, ellos mismos habían creado: Jennifer "La Perra" Whitney. Sí, esa era yo.
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Estúpido Josh │Próximamente en papel
Teen FictionPrimer libro de la trilogía Cartas a Josh. "―¿Qué quieres de mí? ―Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas. ―¿Qué se supone que...? ―Bésame. ¿O es que acaso...