Capítulo 27

65K 4.8K 5.2K
                                    

«Todo lo que importa está adentro.»

―Jennifer

A las tres de la mañana, el cuaderno donde escribía mis pensamientos y emociones ya sabía todo lo que había ocurrido horas atrás. Este fue mi primer confidente junto a Cleo. El primero me dejó plasmar mis recuerdos en tinta y el segundo, en forma de caricia, restregó su pelaje blanco y negro por mi pijama. Una y otra vez, como si supiera que mis pensamientos ya no rondaban solo sobre su felina vida.

―Esto no cambia mi amor por ti, celosín. Te seguiré queriendo ―susurré tras guardar el cuaderno debajo de mi almohada, lista para finalmente cerrar los ojos y dormir.

El problema fue que, media hora después, seguí recordando cada palabra dicha a Joshua y preguntándome qué hubiera pasado si en vez de haber hecho tal cosa, hubiese hecho otra.

Por ejemplo, si en vez de haber alquilado Piratas del Caribe 2: El cofre de la Muerte, hubiéramos alquilado Shrek 2, donde aparecía el Gato con Botas, personaje que tanto me recordaba a Josh.

O si en vez de haberle quitado los lentes después de la película, le hubiese dejado mi zapatilla a medio camino al despedirnos.

O... o si en vez de haberle dado un beso en la mejilla, se lo hubiera dado en la boca.

Perdida en posibilidades, en cosas que no ocurrieron pero que pudieron haber ocurrido, apenas pude cerrar un par de minutos los ojos antes de que el sol comenzara a salir.

Ese sábado, madrugando como todos los fines de semana para ayudar con los quehaceres de la casa, fui interrogada como nunca antes por mi abuela. Mientras hacíamos la colada, y nos turnábamos para planchar la ropa, Elena Whitney hizo preguntas que, sin darme cuenta, yo ya había respondido en mi cuaderno la noche anterior.

―Quiero conocer a ese jovencito. Necesito saber qué hizo para que tú, siempre malhumorada por las mañanas, hoy hayas despertado tan sonriente ―agregó provocándome soltar una pequeña risa.

Era cierto. Por lo general, yo me despertaba con pocas ganas de agradarle al mundo. Solía guardar silencio mientras desayunaba, al igual que durante las primeras horas de clases. Si nadie me hablaba, mejor. No obstante, hablar con mi abuela sobre Joshua había hecho que sonriera.

Y es que... Joshua ya no me parecía lejano.

Él, con sus conversaciones cortas y sonrojos incontrolables, me había demostrado que no éramos tan diferentes después de todo. Ambos nos poníamos un poco nerviosos al estar frente al otro, ambos temíamos hacer el ridículo, y ambos nos decíamos casi todo solo con un par de miradas.

Eso no quitaba que hubiese querido decirle mucho más que solo «gracias por traerme» la noche anterior.

―Gracias por haberme invitado a tu casa y haberme hecho sentir cómoda entre tanto lujo.

―Gracias por no mirarme mal por haberme puesto, otra vez, ropa ajustada. E incluso por ni siquiera mirar por más tiempo del correcto mi escote en V.

―Gracias por interesarte en mis expectativas y no en mi reputación.

―Gracias por permitirme ser una chica sin miedos.

Aunque pareciesen cosas tontas, no lo eran en absoluto.

Por años, había sido excluida de grupos de estudio solo porque no tenía el mismo poder adquisitivo que sus integrantes. Mis abuelos se esforzaban para comprarme los útiles escolares más necesarios. Ropa de moda, coches deportivos y fiestas nocturnas jamás habían estado entre mis posibilidades.

Estúpido Josh │Próximamente en papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora