Capítulo 20

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«Ella es ella. Y yo soy yo.»

―Josh

Jennifer merecía más que solo un beso.

Ella merecía que alguien le bajase la luna. O mejor, que alguien la llevase a esta. Ella merecía a una persona que secase sus lágrimas cuando estas se deslizaran sobre sus mejillas. O mejor, una persona que no la hiciera llorar. Ella merecía a un chico valiente que no huyera tras decirle un par de palabras bonitas. O mejor, un chico que la defendiera de todo y todos y siguiera a su lado.

Yo quería desesperadamente ser ese chico.

Pero claro... yo no era astronauta, ni cariñoso y mucho menos valiente.

Yo era un estúpido, tal como ella me había dicho una vez.

¿Y qué hacían los estúpidos? Arruinar las cosas, una y otra y otra vez.

A menos que decidas hacer las cosas de otra manera.

Apenas oí la voz en mi cabeza, una vieja pero sabia frase de Eisntein hizo ruido en mis pensamientos: si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. El mensaje era claro. Si quería que las cosas cambiaran, primero debía cambiar algo yo.

Mientras caminaba hacia la cafetería, luego de haber dejado a Jennifer sola en el pasillo, me replanteé volver sobre mis pasos y...

¿Y qué? ¿Besarla?

Era una posibilidad, pero entonces estaría repitiendo la misma acción de antes, sin cambiar nada.

Así que, contrario a lo que mi corazón anhelaba, seguí caminando. Y fue cuando ingresé a la cafetería que supe exactamente qué debía hacer para que las cosas empezaran a cambiar. Solo que no fui consciente de la rapidez con la que sucedió.

―¿Josh? ―dudó Bella, en el mismo lugar de antes, al verme llegar junto a la mesa―. ¿Qué pasó con...?

―¿Mis tarjetas? ―la interrumpí.

No quería ser grosero, pero tenía un plan en mente y si no lo ponía en marcha en ese instante, sabía que me echaría para atrás.

―Las guardé en tu mochila, pero...

Antes de que ella terminara de hablar, abrí el bolsillo delantero y extraje el sobre blanco y espeso que, de manera indirecta, había provocado que Jennifer llorara.

En cuanto este estuvo en mis manos, inhalé profundamente.

―¿Qué haces? ―quiso saber mi amiga pelirroja.

Tragué saliva con dificultad.

―Dejar de ser un idiota ―musité.

Entonces caminé hacia la mesa más cercana a nosotros, una que estaba rodeada de estudiantes a los que jamás les había hablado, y delante de sus narices saqué las tarjetas del sobre.

―Son tarjetas de un juego llamado Dragones XXI ―dije sintiendo cómo un temblor repentino se adueñaba de mi voz―. Yo... las colecciono.

Prohibiéndome ver sus expresiones, caminé hacia la mesa contigua.

―Son tarjetas de un juego llamado Dragones XXI ―repetí en el mismo tono de antes―. Colecciono estas tarjetas desde hace dos años.

Oí risas y mi rostro cobró temperatura, pero no me detuve. Y abandonando esa mesa, moví mis pies a la que había al lado. Chicos con ropas oscuras y miradas profundas enmarcadas con delineador negro se quedaron en silencio, apenas mirándome.

Estúpido Josh │Próximamente en papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora