«Misión imposible: evitarla.»
―Josh
Dos días pasaron desde que me permití soltar el último suspiro por Jennifer. Y déjenme decirlo, fue todo un récord de mi parte, además de un total y completo sacrificio. Odié tener que admitirlo, pero era difícil no mirarla... sobre todo cuando me lo había prohibido yo mismo.
―Aquí, Josh ―me llamó Bella agitando su mano encima de la cabeza desde el otro extremo de la cafetería.
¿Qué podía decir? La pelirroja era una de las razones por las que había soportado tanto tiempo sin mirar hacia Jen. Bella era mi nueva «amiga», si es que se le podía llamar así a una chica que apenas conocía y que se sentaba desde hacía dos días junto a mí en la cafetería.
Le sonreí, al ver sus pecas, y caminé hasta estar a su lado.
―Hola, Roja ―dije dejando mi bandeja con la especialidad del día sobre la mesa.
Ella me sonrió.
―Hola, Castaño ―me dijo de vuelta.
Con Bella todo era fácil. Reír. Pensar. Hablar. Estudiar. Era una chica con la que tenía muchas cosas en común, sobre todo, la parte donde los dos éramos nerds. Y a los dos nos gustaba apodarnos según el color del cabello.
―¿Comida misteriosa? ―indagó, arrugando la nariz hacia mi bandeja que tenía unos raros trozos de carne o vaya a saber qué mezclados con puré.
―Eso parece ―asentí no muy seguro.
Nunca estaba seguro de qué era exactamente lo que cocinaban allí, pero al menos sabía delicioso. Debía darle créditos a la cocinera, no preguntar el nombre de sus especialidades, ¿no?
―El respeto como estandarte, Joshua ―podía oír la voz de mi padre como si fuese la voz de mi propia consciencia.
Donald Feehan me había enseñado a ser respetuoso y por eso, y otras razones que seguía sin comprender, era que yo había logrado hacer una amiga después de cuatro años en la preparatoria.
Gracias a los modales aprendidos de mi papá y a las recomendaciones de sonreír dadas por mi mamá, yo estaba sentado frente a Bella Teller, una adolescente que lucía como cualquier persona promedio pero que tenía un carácter de mil demonios por lo poco que había logrado entrever.
El resto del almuerzo fue bastante entretenido y no solo porque con ella podía hablar de mis series preferidas, los libros más interesantes que había leído, los mejores profesores de filosofía o los últimos descubrimientos científicos, sino también porque Bella era sumamente divertida y además sabía imitar bastante bien la voz de Gollum diciendo «mi precioso» cada vez que agarraba su PlayStation Portátil.
―¿Sabes? No está mal esta comida, deberías probarla algún día ―susurré cuando por fin terminé de comer las verduras con trozos de carne, o carne con trozos de verdura hecho puré, no sabría decirle específicamente.
―Prefiero mi propio menú. De esta forma, sé exactamente qué estoy dándole a mi cuerpo ―respondió llevándose el tenedor a la boca con lo que parecía la parte de un gigantesco brócoli―. Tú deberías probar mis comidas.
―¿Tú las haces? ―dudé.
Masticó y sonrió a gusto mientras asentía.
―Es mi pasatiempo preferido ―admitió.
―¿Además de jugar videojuegos, leer novelas de misterio y escribir noticias? ―enumeré, puesto que era todo lo que había descubierto sobre sí los últimos días.
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Estúpido Josh │Próximamente en papel
Teen FictionPrimer libro de la trilogía Cartas a Josh. "―¿Qué quieres de mí? ―Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas. ―¿Qué se supone que...? ―Bésame. ¿O es que acaso...