Capítulo 15

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«Tú empezaste el juego, yo lo terminaré.»

―Jennifer

Joshua cerró los ojos y aproveché para salir de mi asombro. Él finalmente me pediría algo, ¡aleluya! Pero... ¿por qué no abría los ojos de una vez? Contemplé su rostro; los párpados cerrados detrás de sus anteojos, el color rojizo subiendo por su cuello hasta las mejillas y sus labios apretados con fuerza.

―¿Estás bien? ―indagué después de un minuto viéndolo en ese estado.

No respondió pero pude apreciar el momento exacto en que su ceño se frunció y retrocedió un paso. Sus ojos se abrieron.

―¿Joshua? ―balbuceé esperando una reacción de su parte.

Él solo se limitó a respirar.

―¿T-te sucede... algo? ―pregunté preocupada.

Por Dios, el chico se había quedado como una estatua, rígido, paralizado en el tiempo. Y aún así, pude ver desesperación en sus ojos. Él estaba pidiéndome ayuda en silencio. ¿Ayuda para qué?

Quise tener el poder para leer su mente, descifrar el pensamiento que se encontraba detrás de esos verdosos ojos, conocer el temor que alojaba su frente arrugada. Lamentablemente, no pude adivinarlo. Y él poco ayudó.

No obstante, era como si quisiera decirme algo. Pero ¿qué? ¿De qué habíamos estado hablando?

Retrocedí a sus últimas palabras. Él había accedido a pedirme algo, ¿no?

―Estabas por hacer el pedido ―dije entonces, alentándolo, esperando que al oírme reaccionara.

Gracias al cielo, lo hizo. Sin embargo, su reacción fue letárgica.

―N-no puedo. En serio, no puedo ―le oí decir con voz temblorosa.

―¿No puedes qué? ―inquirí.

Este chico iba a matarme de desesperación en cualquier momento.

―Pedirte ese algo ―siseó.

Sonreí por su repentino e intenso rubor. ¿Joshua estaba avergonzado?

―¡Por Dios! ―dije entre risas―, solo pídemelo, ¿sí?

No era como si yo fuese una tirana. Es decir, podía actuar como perra a veces, pero tratándose de Joshua le podría dar hasta mi... hasta mi dignidad. Sí, eso.

―No importa si quieres unas pantuflas con corazones rosados, el disco de Jonas Brothers o unos pendientes de abuela para ponerte tú mismo, Joshua.

Movería cielo y tierra, incluso mares, para darle lo que pidiese.

―Solo dilo, no te juzgaré ―añadí―. Es más, intentaré hacer lo posible por conseguirlo rápido.

Estaba tan concentrada en mi discurso, tratando de hacerlo sonar convincente y lo más genuino posible, que retrocedí un paso cuando su boca se abrió inesperadamente.

―Cierra los ojos ―murmuró tragando con fuerza.

Vi la nuez de Adán moviéndose en su garganta.

―¿Qué? ―musité confundida.

―Que cierres los ojos ―repitió.

Aturdida por su petición, parpadeé, no sin antes ser consciente de un ligero e inesperado brillo en su mirada. Cuando intenté ver a través de sus ojos, sentí mi piel cobrar color.

―Hazlo, por favor ―me pidió con su voz implorando que le hiciera caso.

Y mierda. Le hice caso.

―Ya cerré los ojos ―dije oyendo cómo el sonido de los pocos autos que quedaban alrededor se iba desvaneciendo―. Ahora dime qué es lo que quieres, porque si no abriré los ojos y te juro que no dejaré de seguirte hasta que hayas decidido qué pedirme. Prometo que estaré detrás de ti toda la vida si es necesario, pero no puedo aguantar más la culpa de haber hecho que llores delante de todos y... ―mis palabras fueron amortiguadas por un rápido y suave calor sobre mis labios.

Estúpido Josh │Próximamente en papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora