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Aparco la moto frente a un restaurante que encuentro en la ciudad, pueblo... o lo que sea que Forks es. Decir "restaurante" es una bonita forma de aludir a un lugar que parece más bien el lugar al que uno viene a comer si quiere engordar siete kilos en unas horas. Hablamos de comida sustanciosa y calórica. 

-Buenas, ¿qué deseas? -me pregunta una joven camarera que asoma por la barra del restaurante con una sonrisa.La chica parece tener la suficiente edad para ir a la universidad, o incluso puede que para haberla terminado. 

-Hola... -comienzo dubitativa-. En realidad, quería hacerte una pregunta. ¿Conoces a alguien que pueda llamarse Cullen o algo así? -pregunto mientras me apoyo sobre uno de los taburetes de bar y junto las manos sobre la mesa. 

Un hombre con bigote canoso nos mira desde pocos metros más allá mientras sirve un plato de huevos con bacon. 

-¿Te refieres al doctor Cullen? -pregunta el hombre mientras camina hacia nosotras por detrás de la barra y lanza un trapo de secar platos sobre su hombro. 

-Sí -afirmo con rapidez, aunque no tengo ni idea de si ese hombre es al que busco. 

Es decir, de casi sesenta millones de resultados en internet, ¿cuántas posibilidades de que haya más de un Cullen aquí hay?

-¿Puede ponerme un té rojo con miel, por favor? -pido a la camarera mientras saco la libreta de mi padre del bolso y apunto "Doctor Cullen" en ella. 

Me bebo el té sin moverme de la barra a una mesa. Pago a la camarera y le doy la propina bien merecida por la ayuda. 

La moto está un poco cargada con la maleta tamaño grande que he traído. He intentado llevarme conmigo tanta ropa y cosas como he podido pero... la gran inmensidad de las cosas se han quedado en casa. De hecho, he cerrado la casa a cal y canto hasta nuevo aviso y... nadie pasaba por delante de nuestra casa por casualidad. 

Conduzco hasta el hospital de Forks que consiste en un edificio de una planta cubierto de ventanas gigantes por la parte delantera. Es pequeño y apenas tienen dos ambulancias pero incluso desde fuera se puede ver que ha sido renovado pocos años atrás. 

Cuelgo el casco de mi brazo cuando paso al interior del lugar y me dirijo hacia la recepción con gente tosiendo a mis espaldas y charlando a la espera de ser atendidos. 

-Buenos días -saluda el hombre detrás del mostrador-. ¿En qué puedo ayudarla? 

-Buenas, ¿está el doctor Cullen? -pregunto sin ningún reparo.

-¿Tenía cita con él? -pregunta extrañado, mientras escucho como hace clic con el ratón-. Si me dice su nombre... 

Niego con la cabeza. El movimiento de su ratón se detiene de inmediato.

-No soy paciente suya. En realidad vengo a hablar con él -explico con tranquilidad. 

-El doctor Cullen no tiene ahora mismo turno en el hospital -me informa-. Además, si no es usted paciente suyo o tiene una urgencia, no va a poder hablar con él -añade, con sinceridad. No hay maldad tras sus palabras ni nada. 

Me rasco la frente con frustración. 

-¿Puede darme su dirección? ¿Su nombre completo o algo? -pido casi suplicando. 

No he viajado a otro continente para irme con las manos vacías. 

-Lo siento, señorita -se disculpa-. No estoy autorizado a dar ese tipo de información. 

-Está bien... -suspiro-. ¿Puede, al menos, decirme dónde está el aseo?

-En el pasillo de su derecha se encuentras los aseos -me indica con la mano. 

Camino hacia allí mientras me muerdo el labio. Leo los nombres de todas las placas que hay junto a las puertas esperando encontrar el despacho del doctor Cullen. Paso por delante del baño sin entrar en él y continuo por el pasillo. Una enfermera sale de una habitación mientras empuja un carrillo lleno de instrumental médico. 

-¿Puedo ayudarla en algo? -pregunta la enfermera mientras detiene el carrillo delante de mí. 

Sus blanca sonrisa y su uniforme de enfermera perfectamente planchado no me engañan. Incluso alguien tan dulce como ella pueda ser me separa de mi objetivo. 

-Voy a la consulta de mi doctor -le explico antes de toser falsamente-. Parece que hay una epidemia de algo -digo con una sonrisa algo afligida. 

La mujer sonríe antes de retirar el carrillo y seguir su camino hacia el lado contrario. Resulta que el despacho del doctor Cullen es el siguiente al del que ella ha salido. Podría haberme pillado parado junto a la puerta de él mientras trataba de abrir la cerradura con la mente. De hecho, lleva unos segundos conseguirlo pues no es tan fácil como parece. Los mecanismos son los más complicado de manejar. 

El despacho del doctor no es nada más que una consulta normal y pequeña. Hay una camilla en la pared del fondo. Y justo al entrar, a la izquierda, un escritorio con un ordenador, sillas para los pacientes y una silla acolchada para él. Hay un cuadro muy... abstracto colgado de la pared y posters con consejos médicos colocados como en una especie de collage artístico. 

He cerrado la puerta tras de mí y me dirijo a la parte delantera del escritorio para abrir sus cajones pero están cerrados con llave. Me concentro mientras imagino los mecanismos en mi mente y espero a escuchar el clic. 

Sin embargo, la decepción que me llevo es algo importante. Hay algunos informes de pacientes pero nada excesivamente revelador. No hay fotos familiares o post-it con la contraseña del ordenador. Pero claro... hablamos de un vampiro, ¿verdad? ¿Necesitaría realmente esas cosas? Parece que sabe borrar bien sus huellas. 

Salgo del despacho sin cerrar ninguno de los cerrojos a mis espaldas. A mí, no me importa dejar ese tipo de huellas tras de mí. Me oculto en el baño de señoras durante horas. Repasando el plan de mi padre una y otra vez. Haciendo tantas búsquedas como puedo en mi móvil, buscando en todas las cuentas de las redes sociales. Pensando en si alguna vez mi padre mencionó su nombre y por qué demonios no lo añadiría al plan que me dejó. Si tan detallado era, ¿por qué no  escribió su nombre? Tal vez por el mismo motivo por el que me ocultó cuando otro vampiro fue a visitarlos a casa. Tenía tanta curiosidad que conseguí ver algo de lo que pasaba en casa asomándome por la escalera, pero lo único que pude ver fue la espalda de un hombre. 

El turno de noche es siempre el más extraño, desde mi punto de vista. Las emergencias ocurren a cada minuto del día pero no todo el mundo va al hospital en mitad de la noche. 

Encuentro la recepción casi vacía. A excepción de una nueva recepcionista que parece no ser muy buena en su trabajo porque está babeando sobre unos cuantos folios de su escritorio mientras que sobre la recepción hay una especie de timbre colocado. ¿Es ese el mecanismo con el que funciona el hospital? ¿Cómo si fuese una farmacia de guardia? 

Me encojo de hombros mientras paso detrás de la recepción y dejo el casco a un lado. Me siento sobre una silla que acerco hacia mí y muevo el ratón para desbloquear el ordenador, que ni siquiera me pide una clave puesto que se supone que alguien estará a su cargo todos los días del año. Rebusco por el escritorio hasta encontrar carpetas con documentos bastante organizados. "Contratos" es la que más me llama la atención. 

Busco el apellido Cullen y encuentro un resultado. Suspiro de pura satisfacción mientras fotografío la pantalla del ordenador y me largo del lugar. 

Cansada a causa del largo y aburrido día que he pasado en el interior de un baño, conduzco hacia la dirección indicada. 

LUNA DE SANGRE [CREPUSCULO...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora