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-Lleva unos días así -escucho decir a Carlisle al otro lado de la puerta-. Al principio dijo que no se encontraba bien pero... Obviamente, sabemos que es imposible que esté enferma. 

-Trata de hablar con ella, Jacob -pide Esme, su voz inundada en la preocupación-. No se levanta de la cama, no come, no habla... 

La voz de Esme se apaga mientras entierro la cabeza en la almohada. Las cortinas permanecen cerradas del todo, el nuevo desayuno de hoy está sobre la mesilla de noche, cada día Esme los ha vuelto más apetecibles pero... no puedo probar bocado. 

Mantengo la vista fija en la ranura de la cortina por la que se cuela un poco de luz. Escucho la puerta de la habitación abrirse y cerrarse. 

-¿Estás despierta? -pregunta Jacob, mientras toma asiento en el borde de los pies de la cama. 

No respondo, perezco quieta con las manos juntas pegadas a mi cara. 

-No has respondido a mis llamadas -dice con calma-. Estaba muy preocupado por ti -admite, afligido. 

Me mantengo en silencio, escuchando con atención como mi corazón sigue latiendo tras mi pecho. Como el de Jacob late apenas a un metro de distancia de mí. 

-¿Te vas a comer eso? -pregunta, y creo que habla del desayuno, porque no hay nadas más comestible en la habitación. 

De todas formas, no me giro para verlo, y tampoco me molesto en responder. 

El colchón vuelve a moverse cuando Jacob se levanta para coger la bandeja y dejarla sobre la cama. Vuelve a sentarse y comienza a comer lo que tocaba hoy, tortitas con chocolate y nata. Además de un batido de vainilla. 

-Me prometiste que estudiaríamos juntos -me recuerda, entre bocado y bocado. 

Tengo ganas de decirle que son las vacaciones de Navidad y que debería tomarse un descanso. Suspiro con lentitud mientras una lágrima resbala por mi mejilla izquierda y aprieto el nórdico de suave terciopelo en busca de consuelo. 

Los cubiertos suenan contra el plato, el colchón vuelve a moverse y la cara de Jacob aparece frente a la mía. Es guapo incluso a contraluz. Su nariz pequeña, su frente arrugada mientras frunce el ceño, la línea de su mandíbula e, incluso, sus orejas. Guapo de una forma en la que los Cullen no lo son. 

-No puedo verte así, Ophelia -asegura en un murmuro mientras limpia la lágrima de mi mejilla-. No puedes quedarte aquí encerrada toda la vida -continúa diciendo-. A lo mejor esto no ayuda pero, quiero que sepas que yo voy a estar siempre aquí. No voy a dejarte tirada, y te prometo que siempre podrás contar conmigo. 

Me muevo para darle la espalda. Ha utilizado la palabra "siempre". Una que desde el principio estuvo unida a la presencia de mis padres. Y, he aprendido a base de bien que nada es para siempre. 

-Tú solo estás aquí porque estás imprimado -señalo, utilizando la voz después de unos días-. Si no, ya te habrías marchado. 

Escucho como Jacob, a mis espaldas, se pasa una mano por el pelo y suspira con pesadez. 

-Nadie sabe cómo funciona, ¿vale? -explica mientras vuelve a venir hacia el lado que estoy encarando-. Algunos tienen sus teorías, como mi padre pero... El caso es que, me habría dado cuenta, ¿vale? -Se sienta junto a mí y apoya una mano sobre mi cuerpo-. Te habría mirado a los ojos de la manera en la que lo hice y habría descubierto que no eras un vampiro. ¡Vamos, Ophelia, no soy tan tonto! -bromea. 

Intento soltar una risa que no lograr romper a la superficie. 

-Estás invitada a la cena de Navidad de mi familia -comenta con suavidad, sin acercarse demasiado a mí-. Y, antes de que digas nada, te puedo asegurar que será mejor que la que preparen los Cullen -promete-. Será comida de verdad. De esa que tú comes. 

LUNA DE SANGRE [CREPUSCULO...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora