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Es demasiado tarde, casi medianoche,  cuando doy con el lugar que corresponde a la dirección, una luna roja y llena brilla sobre mi cabeza. 

 Una casa de estilo moderno y minimalista, situada en medio del bosque, parece un refugio familiar con todo lujo que podrías encontrar en medio de los Alpes. Una casa con ventanales de cristal, aunque no parece que nadie viva allí. Todo parece vacío, muerto... Las paredes exteriores son una alternancia entre pintura blanca y paneles anchos de madera colocados en horizontal. He dejado la moto unos metros más atrás, oculta entre la maleza junto con mi maleta y mi casco, para no ser escuchada y por si acaso necesito una salida rápida. Subo las escaleras de entrada y entrecierro los ojos al ver la puerta principal de cristal. La luz brilla en el interior pero no escucho nada. 

Pulso el timbre junto a la puerta y escucho el sonido desde este lado. Permanezco parada delante de la puerta con la espalda recta y las manos dentro de los bolsillos del chaquetón negro, suspiro con paciencia y de mi boca no sale la nube de vaho que uno esperaría ver, mi cuerpo se adapta a las temperaturas. 

Un chico aparece por una de las esquinas de la entrada. Lleva puesto unos vaqueros y una camiseta de manga corta gris. Mi mirada se desvía hacia su cara y sus ojos dorados son lo primero que noto. Una parte de mí me dice que este chico es muy joven para conocer a mi padre... pero con esos ojos... puede tener siglos de edad. Tiene unas facciones bien marcadas con pómulos altos y una fuerte mandíbula. 

-¿Puedo ayudarla en algo?- pregunta el chico cuando abre la puerta. 

La forma en la que sale la pregunta de su boca no me causa una buena impresión. De momento creo que tiene un grave problema de simpatía. 

-Pues... sí, sí que puedes ayudarme -digo mientras saco la libreta de mi padre del bolsillo trasero de mi vaquero. Abro la libreta y hago como si la leyese-. Busco a Cullen... ¿Lo conoces? 

-Si eres una de sus pacientes no hace consultas en casa -me advierte-. Ha sido un placer. 

Frunzo el ceño mientras él intenta cerrar la puerta y yo la mantengo en su lugar con la mente. Me mira por encima del hombro con gran confusión. 

-¿Quién eres? -murmura. 

Suspiro. 

-Se lo diré a ese tal Cullen y a nadie más -advierto, con la mirada llena de fuego y sintiéndome ya cansada de tantos juegos de búsqueda. 

-Yo soy Cullen -asegura mientras suelta la puerta y esta se abre del todo por lo fuerte que la estaba empujando con la mente.

El sonido del cristal golpeando me molesta en los oídos. 

-Mientes. Has dicho que el doctor Cullen no recibe a sus pacientes aquí, y casi nadie en el mundo habla en tercera persona de sí mismo. Así que, o tienes un problema mental o estás mintiendo -suelto a toda prisa, con el humo casi saliendo de mis orejas. 

El chico se pasa una mano por el pelo ya alborotado y del color de los cables de cobre. 

-En serio, tengo que hablar con él... -digo mientras doy un paso al frente, cada vez más cerca de pasar al interior. 

-¿Por qué tardas tanto, Edward? -pregunta una voz masculina algo más grave. 

Otro hombre joven aparece por la esquina de la entrada. Tan solo unos centímetros más altos que el que me ha recibido, rubio, con ojos dorados y tan pálido como mi padre. De hecho, se parecen un poco, aunque mi padre era mayor cuando fue convertido, de hecho, a los treinta. 

-¿Es usted Cullen o es que también va a hablar de él en tercera persona? -digo mientras señalo la  fotografía tomada con mi móvil. 

-Soy el doctor Cullen... y, ¿usted es? -pregunta mientras empuja el pecho del chico para que se aparte de la puerta. 

LUNA DE SANGRE [CREPUSCULO...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora