Isaac y Cherry

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El despertador irrumpió en el silencio de la mañana, tintineando como un alegre gorrión y haciendo que el muchacho italiano abriera los ojos pesadamente.

Se sentía atropellado, como si no hubiera dormido más de diez minutos la noche anterior.

"Menuda jaqueca" pensó, dejándose reposar como vegetal por algunos segundos intentando despertarse y analizando las extrañas memorias que danzaban dentro de su mente mientras se daba cuenta de que estaba dormido en su sofá.

Apretó los ojos, notando de pronto el trapo caliente que descansaba sobre su cabeza.

— ¿Qué demonios?... — musitó, llevando su mano a su frente y descubriendo que, en realidad, eso no era un trapo, sino un pequeño animalillo dormido.

Vaya, y él seguía esperando que los gatos hubieran sido un sueño extraño.

Se irguió, despertando a cinco felinos a su alrededor y atrapando con sus manos al que había decidió dormirse en su frente.

Se estiró con aires desvergonzados y bostezó con un pequeño chillido.

Alessandro la reconocía: era esa jovencita que había masticado su tulipán hasta hacerlo parecer un chicle de banqueta.

— ¿Ya es hora del desayuno? — preguntó con una voz adormilada, haciendo que el chico se asustara ligeramente.

Aún no se acostumbraba del todo a eso de los "gatos parlantes".

— No, — le respondió, colocándola en donde él había estado acostado (que ya había sido invadido por los gremlins esos) y poniéndose de pie.

— ... Tengo que ir a la universidad — le informó, sintiéndose desquiciado al estar hablando con un gato.

Su casa parecía un refugio de animales, un campo minado de bolas peludas y coloridas las cuales Alessandro tenía que esquivar con cada paso que daba para moverse hacia el baño.

La gatita parpadeó un par de veces: de sus ojos desapareció la delgada película del suelo y recuperó su aspecto vivaz y energético.

— ¿Universidad? — preguntó, sacudiéndose y siguiendo al chico animosamente.

— ¿Qué es una "universidad"?

— ... Es un lugar donde voy a aprender cosas, y después de algunos años es donde me entregarán el diploma que me dejará trabajar — explicó.

— Voy ahí todos los días y estudio... bueno, el mundo, y espero alguna vez ser periodista y viajar por él.

— Vaya... no entendí, pero está bien.

El muchacho italiano abrió la puerta del baño silenciosamente, encontrándose (para su sorpresa) con aún más gatos dormidos.

"Maldita sea" pensó mientras encendía la luz, descubriendo que un persa ambarino había tomado el lavamanos como un reposadero y su cepillo de dientes como peine personal.

— Creo que ayer no nos dio tiempo de presentarnos, humano, mi nombre es Anhura — la joven seguía pegada a sus talones, saltando a la barra del baño para quedar a su nivel y hablando con el entusiasmo de alguien que se tomó diez bebidas energéticas.

— ¿Anhura? — el italiano inquirió, arqueando ligeramente la ceja.

— ¿Como la de Razia's Shadow?

— ¡Sí! ... ¿Sí?

Anhura pareció quedarse pensando.

Mientras tanto Alessandro tragaba malhumoradamente la idea de que no iba a poder tomar un baño esa mañana, pues había cuatro alimañas peludas que seguro iniciarían un escándalo si se atreviera a echarlas de ahí.

Cat-a-clysmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora