El aire soplaba contra el asfalto, sacudiendo hojas caídas y elevando estelas de polvo hacia las nubes bajo la sombra de un alto edificio de cristales polarizados.
El cielo brillaba gris, haciendo que el clima frío se congelara en el tiempo con un paisaje carente de personas y aves.
Un clima... quieto.
Tranquilo.
Perfecto.Lo único que indicaba que algo en el mundo seguía vivo era el pasar de murmurantes autos metálicos y dos apresurados pies vestidos en ropa costosa avanzando por un camino de concreto.
Rizos apretados se pegaban al rostro de nariz puntiaguda de un alto muchacho cuyo saco estilizado colgaba hasta sus rodillas. Una sonrisa brillaba en su rostro adornado por un par de curiosas pecas y sus zapatos tronaban grava bajo sus suelas mientras caminaba, sus ojos de un profundo azul concentrados en la pantalla de su celular.
Su auto esperaba bajo la sombra de un par de árboles que habían sufrido los estragos del otoño, las luces amarillas tiritaron al presionar un botón en la pequeña llave electrónica y Pierre Bianchi se adentró al cómodo interior cálido de su Nissan nuevo, admirando la paz que había en el ambiente después de que sus compañeros de trabajo se hubieran esfumado.
No era especialmente aficionado a la idea de trabajar tiempo extra. De hecho, hubiera deseado estar en casa desde hace casi tres horas (ese último cliente que lo hizo tardarse fue especialmente difícil: quiere que Pierre lo salve de pagar una lista de quince infracciones automovilísticas acumuladas porque, presuntamente, vio a un policía escupirle a su auto, ¡y no quiere pagarle precio completo!), pero la forma en la que el clima bailaba en la plazuela y las nubes se movían silenciosamente en el cielo aliviaba bastante el peso de la jornada larga.— Guadagnarsi il pane — sonrió para sí, revisando en el espejo retrovisor si le había quedado algo de comida del almuerzo en la dentadura.
Un calor en el fondo de su estómago se encendió en cuanto recordó que estaba sucediendo esa noche: su padre (aunque no lo supiera) lo esperaba en su casa y Mar en la cafetería cerca del parque, una noticia cocinándose lentamente en su vientre...
Ese era el día, la gran revelación.Sus dedos tamborileaban sobre el volante con olor a cuero fresco y su cabeza de cabellera gruesa estaba recargada en el asiento, pensando en mil cosas y nada a la vez.
¿Preocupaciones?
Sí, pero de las buenas.
De la clase de preocupaciones que te hacen suspirar de gusto al contarlas.Una preocupación... enorme, ¡monumental!
¡Iba a tener un hijo! ¡Un bebé, de verdad!No sabía si se sentía listo, y el sentimiento de culpa de todos los peces dorados que se le habían muerto en su vida estaba de pronto regresando más fuerte que nunca.
¿Tenía lo necesario para criar a una pequeña persona?
¿Era un buen ejemplo?
¿Era lo suficientemente responsable?
¿Sabía lo suficiente acerca de bebés?
¿Sabía cambiar un pañal?¿Tenía lo necesario para crear al próximo orgullo familiar?
... Dios, tantas preocupaciones y aún así...
Jamás se había sentido más feliz en su vida entera.Sonrió, el pitido electrónico del cinturón de seguridad regresándolo a la realidad.
Le dio vuelta a la llave y el motor rugió agradablemente.Ni siquiera había comenzado a pensar en qué le diría a su padre...
Jamás había sido muy bueno con las palabras, a decir verdad, y todos siempre lo habían elogiado por su forma de expresarse: "el bello Pierre, ¡que muchacho tan elocuente!", "ese chico crecerá con el micrófono pegado a los labios", "¡pero míralo hablar! ¡Podría venderme arena en la playa!".
Pero de lo que nunca se enteraron fue de que la única razón por la que su "naturalidad" al hablar existía era porque ensayaba todo, desde el chiste del principio hasta la sonrisita carismática del final, en la noche, solo en su habitación y con un espejo frente a su rostro, por lo menos cincuenta veces hasta que se lo supiera al derecho y al revés.
¡Todo era planeado! ¡Era terrible improvisando!
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Cat-a-clysm
Teen Fiction¿Qué les está sucediendo a los gatos? Oliver, la mascota de Alessandro, ha comenzado a hablar. De la noche a la mañana, así como así y con ganas de decir todo lo que no ha dicho en sus cinco años de vida gatuna. Después de él lo hizo Anhura, luego N...