Destino

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— Entonces, ¿quieren una taza de café? — la mujer rubia les sonrió después de algunos minutos de que se asentaron, dejando en la mesa una bandeja de madera con una jarra de cristal llena un viscoso contenido amarillo opaco, una botella transparente de la que parecía ser leche ligeramente amarronada, cinco tazas blancas y algunas piezas de pan aromático.

Isaac sonrió con entusiasmo, apretando la mano de su tía mientras tomaba la botella con interés.

— Esta es...

— Leche de almendra — la mujer sonrío de oreja a oreja.

— Tu favorita.

— ¡Tía, no te hubieras molestado!

— Ah, ni lo menciones, Calista también prefiere la de almendras a la de soya, de todo modo. Aquí entre nos, le causan gases — Tara sonrío, susurrando esa última parte.

Soltaron algunas risas y continuaron hablando de lo maravillosa que era la leche de almendras. Cherry parecía perturbaba de que existieran "dos Isaacs" en el mundo.

Alessandro también rio, aceptando una taza de cerámica de café de la pareja de peculiares mujeres.

— Entonces, ¿cómo les fue en el camino? — la mujer de saludable piel morena preguntó, soplándole a su café con una mano decorada con joyería de piedra.

Los chicos se miraron entre sí.

Cherry le entrecerró los ojos al castaño, retándolo.

— Eh... Bien — Isaac asintió, sonriendo ampliamente.

— Todo tranquilo.

Hubo algunas pequeñas pláticas acerca de la universidad, la televisión y una especialmente incómoda acerca de relaciones amorosas hasta que se vieron interrumpidas por la presencia saltarina de cierto sonriente gato anaranjado.

Entró a la sala con una sonrisa satisfecha, captando al instante las miradas y el asombro de las anfitrionas.

— Hola, Alessandro — saltó a las piernas del chico, sentándose bien derecho y dejando que la atención se posara en él como las luces en un escenario.

— ¿No te parece que este lugar es encantador?

El italiano observó al fanfarrón con una mirada de desaprobación, los otros dos chicos tuvieron que aguantarse las ganas de reír.

Oliver levantaba la nariz en el aire y disfrutaba de su brillante fama.

— Bueno, ya que está aquí, señor Oliver ¡nos gustaría saber un poco más acerca de estos maravillosos individuos que trajeron! — Calista exclamó, señalando con su mano al anaranjado y haciéndolo elevarse a las nubes en una nave de ego.

— Sí, jamás habíamos visto algo igual, y fíjense que hemos visto muchas cosas — la tía Tara complementó, pareciendo haberse percatado de la presencia de Oliver en la sala.

— Gatos parlantes, ¡gatos parlantes! Jamás creí que vería algo más impresionante en mi vida.

— Y eso considerando que nos tocó la época de los hippies. Chicos, la cantidad de cocaína que nos pasábamos como servilletas pondría a Escobar a llorar...

— Olvida la cocaína, observar esos murales de colores en la pared de mi abuelo con una pastilla de LSD eran un viaje por segu-

— Tías — Isaac las interrumpió a entredientes, sonriendo ampliamente una sonrisa mortificada.

Calista y Tara rieron entre ellas, tomándose de la mano como si hubieran recordado algo absolutamente romántico.

— ... Entonces, gatos parlantes — el castaño les recordó con un tono agudo, apretando los labios ligeramente.

Cat-a-clysmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora