Capítulo 17: Alianzas enemigas

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Ella se queda parada en una esquina, los niños normales juegan mientras que Ailín… ¿prefiere estar sola o es demasiado tímida? Tampoco parece querer interactuar con los demás, sólo mantiene su distancia. Es lo contrario a una persona ordinaria, eso causa que algunos la volteen a ver como si se tratara de un bicho raro, lo cual no me gusta para nada. Nadie tiene intenciones de hablarle o invitarla a jugar con ellos, pero estoy yo. Caminé hacia donde estaba y me sonrió, entonces decidí quedarme a su lado, quería verla así más seguido.

No todos tendrían la dicha de ver esa sonrisa tan a menudo. Espero que yo sí.

—Hola, ¿no quieres venir conmigo?—le propuse y ella negó inmediatamente, decidida por quedarse allí con su soledad—. ¿Segura?—asintió, no es de muchas palabras sino todo lo contrario. Aunque cuando habla, lo hace muy profundamente, utilizando un lenguaje que no entiendo—. ¿Estás molesta?—le pregunté para salirme de dudas. Ailín volvió a negar.

Es casi imposible sacarle una palabra. Hasta el momento sólo ha movido la cabeza de arriba hacia abajo o de un lado a otro. Esperen, ¿y si le hago una pregunta que no pueda ser respondida así?

—¿Cuál es tu color favorito?—le interrogué ahora esperando contestación.

—Los del arcoiris—rió con un brillo en sus ojos—, es decir todos. No tengo uno definido—aclaró después de que la mirara sin entender bien y luego agregó—: Si quieres que hable más, sólo dímelo.

¿Cómo supo eso? Fue raro, como si leyera mi mente de alguna forma u otra. Ailín no se parece a las otras niñas, ellas juegan con muñecas y mi amiga, prefiere quedarse sola observando el panorama.

—¿Te gusta hablar?—inquirí dudoso. No sabía cuál sería su respuesta.

—Eso es relativo, depende de la persona. El hablar puede cambiar su dirección fácilmente—se encogió de hombros. Para ella, decir aquello era comprensible. A mí me costaba entenderla—. Juega si quieres, estoy bien aquí.

—¿Sola?—asintió una vez más—. ¿Por qué no quieres venir conmigo?

—Porque este es mi lugar en el mundo—sonrió tomándome de la mano—. Soy el cristal, ese donde cada persona refleja lo que es realmente sin filtros ni maquillaje. Llegué de los cielos para ser ese espejo
transparente.

Bastante inteligente para ser todavía una niña y tener tres años. Sus palabras son complejas, pero alcanzo a comprender el significado de algunas, aunque no entiendo qué quiere decir con exactitud.

—¿Te han dicho que eres muy lista?—esperaba verla asentir, sin embargo, ahora me respondió con palabras.

—Sí, mamá y papá—colocó ambas manos en los bolsillo de su chaqueta. Entonces vi que su ropa no tenía estampados ni era color rosada, lucía distinta—. Ellos…—un niño se cayó al ser empujado por otro.

Ailín calló, guardó silencio mientras veía a una profesora levantar a nuestro compañero del suelo. El rubio no lloraba; ella, cuando volteé para seguir la plática, sí. ¿Por qué? ¿Acaso le hicieron daño? Había algo en ella que me resultaba atractivo, hacía que quisiera acercarme más. Aquella sensibilidad, y las lágrimas salidas de sus ojos, hicieron que la abrazara. Ailín se aferró a mí, fuertemente, tampoco quería soltarme.

—Gracias, Dante—apoyó su cabeza en mi hombro y dijo algo que me sorprendió—: Puedo ser inteligente, sin embargo, no comprendo por qué hay gente a la que puede divertirle hacer daño… Son sólo niños, ¿ellos no deberían ser inocentes? Seres llenos de luz… y tampoco quiero entender su motivo algún día.

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