Capítulo 22: Caracas, Venezuela

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El avión comienza a descender, siento como pisa tierra firme luego de horas volando y aunque he tomado vuelos más largos, me causa una rara sensación en el estómago

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El avión comienza a descender, siento como pisa tierra firme luego de horas volando y aunque he tomado vuelos más largos, me causa una rara sensación en el estómago . Nosotros somos parte de los pocos pasajeros, la mayoría son venezolanos y supongo que regresan a su país natal, hecho algo sorprende para mí porque esta nación se encuentra pasando por su peor momento. Cuando anuncian que llegamos y podemos recoger nuestro equipaje, comenzamos verificar la presencia de todas las maletas que trajimos. Daimon cuenta nuestras valijas y yo me aseguro de que no haya quedado nada donde estuvimos sentados, sin embargo, al agacharme descubro su billetera. Sonrío mientras la guardo rápidamente en mi bolsillo.

Bajamos del avión finalmente, pesando suelo venezolano y arrastrando las maletas haciendo rechinar sus ruedas. Pasamos por los pasillos de aeropuerto atrayendo miradas, quizás porque no teníamos el acento característico y eso daba a entender que éramos turistas, dejando la siguiente pregunta: ¿Por qué venimos sabiendo cómo está el país económicamente? Fácil pregunta, difícil de responder y explicar.

—¿No tenés sed?—me preguntó Daimon una vez que estuvimos afuera del gran lugar. Observé donde guardaba la botella con agua comprada en Argentina, esta estaba vacía—. Creo que compraré algo para tomar—empezó a buscar su billetera.

—Allá venden—ignoré la búsqueda que comenzó y le señalé una carretera donde vendían un extraño refresco—. Trajiste los bolívares, ¿no?

—No está mi billetera...—negó asustado, habiendo buscado ya en todos sus bolsillos—. Hay que regresar al avión, tengo todo el dinero allí... ¡Son más de cien mil bolívares!—alcé una ceja incrédula mientras que él levantó la voz. En situaciones como estas, Daimon exagera bastante—. ¿¡Por qué te quedás ahí parada!?—suspiré hondamente. No cambia más.

—¿Y esto?—saqué su cartera colocándola delante de él, la cual me quitó en seguida, aliviado porque haya sido sólo un mal susto—. Olvidaste tu billetera en el asiento, idiota, deberías...

—¿Cuánto crees que esté un agua? Jugo, hierba o cualquier cosa que estén preparando—pasó por alto mi pregunta. Tampoco le gusta reconocer sus errores y eso, es otro muy grande. El orgullo no es nada bueno—. Bueno, ya, llevaré tres bolívares.

Caminó sin importarle que yo me haya quedado con todo el equipaje, vista y sabida la situación del país debería preocuparle un poco ya que en cualquier momento podría venir alguien tratando de robarme las cosas. Daimon siempre tan despreocupado y desatento conmigo, lo único que le importa son sus estudios sobre los seres de luz y algunos amigos. Quiero pensar que es porque bien sabe que sé cuidarme sola, debido a que manejo tres tipos de armas y aprendí defensa personal.

Por esa razón, desconozco qué sentir hacia él. ¿Enojo, frustración, tristeza o...? ¿Será correcto enamorarme de alguien como Daimon? A veces puede ser detallista y luego, dejarme varada en medio de la calle, cuando una persona toca mi hombro.

—Se llama tizana venezolana, probá—sonreí al observar que traía dos vasos. ¿Ven? ¡Me confunde! Daimon está peor que yo en mis días—. Dice que aquí a la vuelta su hermana vende arepas, ¿vamos?

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