parte -iii-

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Minho sonríe ampliamente, como cuando veía una caja de pizza con doble queso, mucho champiñón, salchichas, piñas y lo que sea que fueran a ponerle encima. Comida era comida, y él la amaba.

Era ese horario que tanto quiso y no tuvo que esforzarse nada. Kibum lo había logrado, con los miles de contactos que tenía, resulta que tenía un conocido que era amigo cercano del niño bonito, de esos que hacían fiestas, y en su embriaguez, lo había conseguido completo. Por poco y el documento no tenía sello del rectorado.

—¿Qué es lo que dices que estudia? —pregunta mirando al pelirosado que comía delicadamente su almuerzo light. Cuidaba la línea.

Y Minho no tenía la menor intención de cooperar con su idiotez, él tragaba todo lo que tuviera grasa, pero claro, hacía ejercicios cada día en la madrugada. Y, cabe recalcar, que siempre se lo restregaba en la cara cuando veía a Kibum babearse por una de esas hamburguesas doble que solía comer.

Por eso no compartían almuerzo; obviamente Minho terminaría agonizando, o muerto por último, de tocar tanto el pelo irritable de su amigo.

—Relaciones públicas —ponía los ojos en blanco por la poca atención que Minho ponía en todo, ¡todo! —. ¿Qué no ves? Está ahí en el encabezado del horario.

—No puse atención —se queja Minho al sentir el pinchazo fuerte de los palillos de comida del pelirosado en su pierna.

—¿Y cuándo sí?

—Cuando se trata de Haneul.

Un guiño coqueto del castaño hace que Kibum ruede los ojos. Ya llevaban más de una semana averiguando esos horarios, y no se habría tardado tanto de saber que sólo tenía que embriagar a alguien.

—¿Bummie? —ambos amigos levantan la mirada al ver a la chica, que Minho jamás había visto, y que Kibum parece conocer muy bien por la forma en la que se besan las mejillas.

¿Qué manías eran esas?

—¿Cómo estás? —sonríe Kibum haciendo espacio en la banca en la que almorzaba de vez en cuando.

—Bien, tengo que contarte muchas cosas —decía con esos ademanes de mano tan exagerados que Minho detesta, de verdad—. ¿No vas a presentarnos?

Kibum no era de presentar mucho a Minho, porque era tan poco sociable, más que todo con los riquillos y solía ser tan antipático que terminaba espantándolos.

—Minho, te presento a Naeun —sonríe mirando amenazante a su amigo, casi clavándole una navaja en la yugular para que se comportara—, Naeún, él es mi amigo Minho.

—¡Hola! —saluda agitando la manita, imitando a Kibum cuando no quería acercarse a las personas.

—Tienes un amigo muy apuesto, Bummie —ella se sienta al lado de Kibum, sin dejar de mirar a Minho—, te lo tenías bien escondido ¡eh!

Minho cree tener una sonrisa en los labios, aunque era sólo una mueca que Kibum odia, pero no podía ponerse a pelear con él delante de la chica.

—Ustedes hablen, yo estudiaré un poco —intenta zafar de esa mirada que le incomoda en vez de hacerle sentir que era todo un galán.

—¿Y qué estudias?

—Ingeniería mecánica.

Sí, mientras Kibum estudiaba ingeniería comercial, ambos salieron del mismo instituto y ahora cursaban ingeniería.

Polvo Pica PicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora