parte -xiv-

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Minho se les queda mirando.

Sinceramente no sabe ni a quién mira, aunque debía ser honesto consigo mismo, y aunque no lo quisiera admitir, sabe que sus ojos están más preocupados por la delgada figura del conejito que le sonríe en secreto.

La verdad ni siquiera sabe por qué él no le mira como siempre, así de altanero y con desprecio, por la forma en la que le dejó esa noche, después de que estuvieron juntos.

Hasta él se enviaría al diablo, la verdad.

—¿Y esas miraditas? —Kibum le codea las costillas, mirando con picardía la escena.

No podría estar equivocado. Haneul ni siquiera se volteaba a ver a Minho, a diferencia de Taemin que hasta le sonreía; ¡eran tan malditamente evidentes!

—Son de odio.

Minho continúa mirándole aunque ya no podían mirarse a los ojos, él aprovecha para mirar esa cola esponjosa contra la que golpeó y le hizo gemir en los vestidores. Esa cola que el lindo conejito sabía mover mejor que bien. Era endemoniadamente sensual.

Kibum ni siquiera se esfuerza en molestarle, porque sabe que Minho ya pisó terreno peligroso, y hasta hundirse, quién sabe. Sólo se ríe cuando le ve morderse los labios, sí, de esa forma en la que se hace cuando se tiene hambre de algo, y no de comida precisamente.

—Desde aquí puedo ver ese chupetón morado en su cuello —Minho deja de morderse los labios y mira a su amigo, con muchas y evidentes ganas de golpearle—. Y cuentan las malas lenguas que te vieron entrar con él a los vestidores.

—Pasó algo —resume Minho sin ganas de recordarlo todo y estar con problemas en sus pantalones cuando tenía una maldita exposición en menos de quince minutos—. En realidad cogimos.

Y se fue de allí, esperando que Kibum dejara de fastidiarle.

Kibum se queda con la mandíbula caída hasta el piso, para segundos después gritar tan estruendosamente que toda la estúpida universidad lo sabría. ¡Estaba que no cabía de felicidad! Se puso de pie y dio vueltas y vueltas con su bolso girando al su alrededor, saltando y diciéndole a toda persona que pasara cerca que era la persona más feliz del mundo.

Minho lo mira de lejos y pone los ojos en blanco.

Él no está seguro de nada, sólo de que quiere un momento a solas con Taemin, un momento en el que le dejara entrar en él para derretirse dentro.

¡Mierda!

¡Estaba mal!

Y si creyó que cogiendo con él, las ganas y la curiosidad serían saciadas, pues era todo lo contrario; quería más, necesitaba de él a un nivel demencial.

Cuando está en su curso y Changmin está parloteando con Yunho por chat, entra a ver —por millonésima vez— su publicación, esa que se le ocurrió al verlo bailar en la competencia, esa que había recibido un bonito me encanta de Lee Taemin.

¿Qué mierda ocurría, qué estaban haciendo?

¡Debían seguir odiándose y peleando!

Sus dedos, deseosos de tenerle un poco más, van a buscar ese mensaje que el conejito le envió, ese en el que le decía que Haneul fue cómplice de irlo a joder, en esa misma fiesta en la que él perdió el rumbo.

Ya no daba más.

Era miércoles y no sabe cómo carajos fue tan fuerte como para no llamarle de una maldita vez.

Polvo Pica PicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora