parte -x-

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Taemin se queda paralizado, no sabe si por el asco o por el terror que le da —o ambas cosas— cuando está envuelto en ese montón de insectos que están dentro de su automóvil, revoloteando a su alrededor o empezando a pararse sobre él.

Dios, estaba seguro de haberse sentado sobre alguno, sino es que muchos.

Parece ser tan lejano el escuchar los gritos de Haneul y a la gente reírse, y otros intentando ayudarle.

Y él, él estaba paralizado.

Su cuerpo entero empieza a temblar y no se siente dueño de sí, porque quiere huir de allí, pero sus extremidades no responden y siente sus ojos humedecerse. El asco y el temor por lo grotesco de aquellos insectos, hace a su estómago revolverse y a su corazón latir desenfrenadamente, y sus ganas de llorar que sólo incrementan cuando las risas afuera se escucha y nadie parece darse cuenta de que la maldita fobia no le dejaba moverse.

Es sólo que cuando ve una pequeña cucaracha revoloteando cerca de sus labios, y casi puede jurar que la ve como en esas imágenes en 4k, logrando ver cada maldito y asqueroso detalle del bicho, finalmente se quiebra en mil pedazos.

—¡Auxilio!

Su grito casi revienta sus cuerdas bucales y sus tímpanos de lo fuerte que fue y revotó en el interior de automóvil.

Y cuando pierde la esperanza es cuando ve que la puerta del McLaren se abre y un par de manos técnicamente lo sacan a rastras, y él logra aferrarse como puede a esos brazos sin parar de temblar.

En medio del desastre se ve siendo cargado como costal sobre los hombros de su agresor. Lo sabía. Era él.

¿El muy cabrón ahora también era su salvador?

Cuando se ve entrando a los vestidores del campus de entrenamiento, apenas logra sostenerse en sus piernas por unos segundos y termina resbalando por la pared, envolviendo sus brazos alrededor de sus rodillas, intentando que el hijo de puta no le viera llorar, que por favor eso fuera una pesadilla y no estuviera lleno de insectos caminando hasta por debajo de su jersey.

—¡Ayúdame, Lee!

Pero está tan fuera de ese mundo que se siente como un muñeco cuando él lo mete bajo la lluvia de agua fría de la ducha, deshaciéndose de los insectos y, también, de su ropa.

Está seguro de que si ese latir rápido de su corazón no baja, terminaría enloqueciendo, o muriendo de la desesperación de seguir viendo en 4k a esos insectos que están revoloteando por la ducha y hay muchos más bajo sus pies cayendo por la humedad intentando caminar y salvarse de su destino, el caño.

Poco a poco se ve volviendo en sí —gracias al agua fría—, como si estuviera entrando en su cuerpo y pudiendo ayudar al moreno a quitar algunos de los bichos que aún andaba por ahí.

—Ey —mira los ojos oscuros del mayor cabrón que pudiera haber conocido en su vida y termina desmayándose.

—Toma, cúbrelo.

Minho obedece sujetando la toalla que Kibum fue a entregarle para secar al delgado conejito que ahora era un peso muerto en sus brazos. Agradece que Kibum fuera a ayudarlo, aunque tenía cara de espanto.

Jamás se le habría pasado por la mente llegar a ese punto y por insectos.

Sin pensar demás, y terminando de envolver al conejito en un par de toallas más, sale rumbo a la enfermería, sin importar si sería expulsado de allí por semejante atrocidad.

Polvo Pica PicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora