Capitulo 11

51 4 0
                                    

Entro en casa. Me he quedado con ganas de besarle. En casa no había nadie, me habían dejado una nota diciéndome que se iban a dar una vuelta los dos. Me pongo el pijama mientras no paro de pensar en lo de esta noche. Enciendo el Wii-Fi y entro en el correo desde el móvil. No tengo nada.

Bajo a beber agua y aprovecho para dejar pasar a Flokes, que está en el patio trasero. Lo llamo tres veces pero no viene, así que cojo una linterna de uno de los cajones. Me acerco a su caseta, allí está. Acaricio su cabeza haciendo que sus lanas se muevan de un lado a otro.

- Vamos Flokes, entra en casa.

Le ayudo a entrar en casa, Flokes ya es mayor, tiene unos diez años, mucho tiempo para un perro. Le ayudo a subir las escaleras, para que esté conmigo en mi cuarto, así no estará solo. Se intenta subir a la cama para dormir pero no es capaz y se estira en la alfombra.

A la a mañana siguiente Flokes seguía allí en la alfombra, le di unas cuantas caricias para que se levantara y así bajase a comer y a beber. Cuando salí de mi cuarto él se levantó y vino detrás de mí. Le ayude a bajar las escaleras, aunque casi nos caemos los dos porque Flokes es un perro muy grande.

Sabíamos que a Flokes le quedaba poco ya. Después de comer, mi madre encontró a Flokes en la alfombra de lana del salón, en el mismo sitio en donde cada invierno se ponía para calentarse al calor de la chimenea. Mi madre lo tapó con la manta con la que lo habíamos traído a casa la primera vez, la misma manta que mi madre le ponía cada invierno en la alfombra de mi cuarto para que no pasara frio.

Cuando mi padre llego a casa le di la noticia, él salió al jardín con una pala y tal cual vino de trabajar, con el traje, comenzó a cavar un hoyo al lado del viejo manzano. Mi madre hizo unas galletas y yo llamé a mi hermano y a Elisa para que vinieran lo antes posible. Así, todos nos podríamos despedir de él.

Una hora más tarde ya estábamos todos, el cuerpo de Flokes yacía envuelto en su manta. Mi padre fue el primero en decir unas palabras.

- Que puedo decir de este perro más que darle las gracias por todos los momentos que he vivido con él y por cuidar de mi familia cuando yo no estaba en casa- dijo agarrando a mi madre por el hombro, que no paraba de llorar.

- Flokes, has sido un gran compañero, sin ti no hubiera conocido de verdad a Elisa, gracias amigo, gracias por todo- me acuerdo de esa temporada en la que mi hermano no paraba de sacar a Flokes a pasear.

- Gracias por dejarme conocerte grandullón- intenta decir Elisa sin llorar.

Es mi turno. Me acerco a su caseta y arranco unas cuantas hierbas, luego me arrodillo junto al hoyo y se las pongo dentro.

- Por si te duele la barriga para que las tengas cerca- voy a la cocina mientras todos me miran, cojo dos galletas de las que ha hecho mi madre-. ¿Puedo?- le pregunto a mí madre, ella solo asiente-. Sé que te gustan- diciendo esto, las pongo junto a las yerbas.

Entramos en la cocina mientras mi padre aprovecha para cerrar el hoyo. Todos estamos tristes, se nota en nuestras caras, mañana cada uno lo afrontará de una manera. Hoy mi madre se encarga de que todos estemos contentos. Mientras permanecemos sentados en la barra, ella pone las galletas que ha cocinado y preparado desde que yo era pequeña, y un vaso de leche.

Besos para dormirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora