Capitulo 23

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De camino a casa en la radio sonó una de las canciones más emotivas del mundo Satisfaction, de The Rollin Stones, en cuanto comenzó a sonar ese rock comenzamos a cantar la canción y no paramos hasta que termino. Luego nos reímos durante un buen rato ninguno de los dos ha dejado ninguna nota sin desafinar.

Cuando entramos en casa deje que Alan se pusiera cómodo en el salón mientras yo subía a cambiarme la ropa por algo mucho más cómodo para estar en casa.

Al bajar veo una araña enorme y grito, grito tan fuerte que Alan sale corriendo hacia las escaleras.

- ¿María que pasa?- señalo a la araña gigante con el dedo y el comienza a reírse-. Una araña- saca un pañuelo de papel de uno de sus bolsillos y hace que la araña se suba a él, después abre la puerta y la deja sobre un seto, mientras yo le observo desde la distancia-. No me puedo creer que le tengas miedo, es inofensiva.

- ¡Pero era enorme!- digo todavía alterada.

- Tenía el tamaño de un garbanzo- cierra la puerta y va hacia el salón, tardo en reaccionar pero voy con él-. Ven, tienes que ver esto.

- ¿Lo qué?- digo mientras entro-. ¡Dios! No me lo puedo creer, ¿Oliver cuando has llegado?

- Hace uno o dos minutos, antes de que tu grito provocara una avalancha a cien quilómetros a la redonda- dice riéndose-. No me digas que el sujeto este ya ha hecho que te olvides de dar abrazos- le abrazo, él es así siempre-. Al fin, juntos, menos mal, no soportaría otra semana más escuchando a Alan quejarse.

- Bien te podías haber cayado eso tío-dice Alan.

- Sabes María, Alan casi te llama hace una semana para quedar, justo cuando los dos teníais que estudiar para los exámenes.

- María no lo hice porque él me lo dijo.

- No seas tonto Alan a ella no le importa, esas semanas son sagradas para ella, se pasa el día metida en su cuarto estudiando sin parar, hace lo mismo que tú.

- Alan- digo-, no pasa nada, Oliver tiene razón, esos días es imposible que encuentres mi móvil operativo. Además toda espera tiene su recompensa- me besa.

- Oye tortolitos, que estoy aquí- nos reímos-. María, oye que venía a decirte que no sé qué llevar a la boda si corbata o pajarita.

- Pajarita, te va a quedar mucho mejor.

- ¿Y tú Alan que vas a llevar?

El momento incomodo de la noche. Como mi madre y mi padre no saben que Alan y yo estamos juntos, yo no le he dicho nada a Alan todavía de venir. Él me mira y yo no sé qué decir.

- Oliver, la verdad es que no sé lo que dirán mis padres y mi hermano y Elisa- miro a Alan y le digo-. Quiero que vengas pero no depende de mí.

- Venga María ¿a qué esperas para decírselo a tus padres? No ves que ellos no van a ponerte ninguna pega si es él.

- ¡Oliver!- dice Alan-. Vale ya, es nuestro primer día como pareja, no he tenido tiempo casi ni de disfrutar con ella y tú le dices que se lo diga a sus padres para que yo pueda ir a la boda de su hermano, al que ni conozco.

- Lo siento, no lo había pensado así. Perdóname María.

- Bueno ya está- digo-, ¿queréis un café?

- Yo sí- dice Alan.

- ¿Y tú Oliver?- asiente.

Le doy un beso a Alan en la mejilla y aprovecho para decirle que luego quiero hablar con él. Voy a la cocina y preparo el café en tres tazas, pongo la leche aparte por si alguien quiere y el azucarero. Al entrar el salón los dos están hablando sobre un libro que Alan le dejo a Oliver. Dejo la bandeja e intento descubrir de qué libro se trata. Al cabo de un rato lo descubro Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. Es una comedia llena de fantasía increíblemente buena. Les interrumpo y les digo lo que yo sé sobre esa obra, Oliver se queda sin palabras pero Alan no. Hablamos sobre el libro durante una hora o más hasta que el timbre sonó.

Besos para dormirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora