Capitulo 37

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         Sinceramente este verano no se estaba pareciendo en nada al verano que yo me podría haber imaginado ni en mis mejores sueños. Mis padres aceptaban mi relación con Alan y no solo eso, dejan que duerma conmigo en mi cama, en su casa; dejan que me vaya de viaje con él y no precisamente a un lugar en donde tengamos que dormir en un albergue rodeados de más de diez personas porque no nos podemos permitir algo más caro, no, nos dejan ir de viaje, solos, a otro país, en donde dormiríamos juntos todas y cada una de las noches. Cada vez que pensaba en esto mi cabeza le daba vueltas a todo lo ocurrido pero luego lo dejaba de hacer cuando me daba cuenta de que iba a pasar las primeras vacaciones sola fuere de casa y las iba a pasar con él.

         Mi madre se había ido al poco de terminar de desayunar. Nosotros habíamos recuperado nuestra posición en el sofá nada más se fue. Sin embargo, al rato decidimos que íbamos a comer fuera de casa y que deberíamos pasar por el piso para que Alan se cambie de ropa antes. Así que aquí estamos, en mi habitación, él sobre mi cama con una pelota anti estrés en su mano y yo frente mi armario decidiendo que ponerme hoy para salir. Cojo un vestido de seda verde, un cinturón marrón y unas sandalias de piel también marrones y lo meto todo en mi bolsa de deportes. Luego cojo unos vaqueros viejos y una camiseta y lo pongo todo sobre la cama. Salgo al pasillo a por mis tenis. Al entrar de nuevo en mi habitación me siento en la cama. Apoyo los tenis en el suelo y me quito la parte de arriba. Me levanto a por mí desodorante bajo la mirada de Alan.

-   Me estás volviendo loco.

Yo hago como que no he oído sus palabras y me hecho el desodorante. Luego vuelvo a los pies de la cama y antes de sentarme me quito el pantalón del pijama. Escucho la respiración de Alan cada vez más fuerte. Cojo el vaquero y me lo pongo lo más rápido que puedo. Voy al mueble a por los calcetines y me calzo. No me podía creer que él se estuviese conteniendo tanto.

Cuando al fin terminé de recoger todo para irnos me acerqué a él y le besé. Definitivamente somos lo que Ana definiría como “la pareja asquerosa a la que siempre envidias”. Me río al pensarlo mientras lo beso. Alan se aparta y me ve confuso.

-   ¿Qué pasa amor?

-   Que damos asco- digo riendo.

Alan, sin embargo, no entiende nada. Pero yo soy incapaz de no reírme al pensar en la cara que pondría Ana, como aquella vez que una chica de nuestra clase comenzó a salir con Javi, un chico que estudia enfermería, cada vez que se veían o se besaban parecía que estaban haciendo allí mismo. Recuerdo la envidia que nos daban y también recuerdo como aquella envidia se transformó en asco por no tener a nadie que nos hiciese sentir a nosotras así.

Hago un intento por explicarle a Alan todo esto sin reírme, pero me resulta imposible. Cuando termino de contárselo él tampoco deja de reír.

-   Vámonos venga, que eres un lento duchándote.

-   ¿Yo soy un lento duchándome? No mientas.

Nos subimos a la moto y fuimos tan rápido como fue posible a su casa. Aparcamos la moto y subimos a su piso. En el rellano había una mujer apoyada en la pared.

-   Hola, al fin llegas- dice casi gritándole a Alan.

-   Hola, ¿qué haces aquí?

-   La pregunta es porqué tú no estás en casa- la situación comenzaba a ser incomoda. Alan se tensa y sin darse cuenta aprieta más mi mano.

-   ¡Ya vale!- le grita a la mujer- ¿Se puede saber qué quieres?

-   Me debes una explicación, aunque veo que no es el mejor momento- dice viendo para mí.

-   Mírame bien porque vamos a entrar en mi casa- levanta su mano y con ella la mía-, nuestra casa, y tienes dos opciones relajarte y entrar o seguir gritando y hacer que te eche. Tú sabrás lo que quieres hacer.

Él no me dice nada, está temblando. Me coge por la cintura y me pone delante suya mientras abre la puerta. Enciendo la luz sin soltarle el brazo a Alan. El me mira preocupado. Necesito saber de una vez por todas quien es esa mujer y qué hace aquí.

-   ¿Y bien?- le dice a la mujer.

Ella pasa por delante de nosotros haciendo que el aire mueva mi pelo como si hubiese pasado un temporal. La tensión comenzaba a hacerse cada vez mayor. Ella se posicionó entre la cocina y el sofá y Alan sin verla siquiera cerró la puerta de un portazo.

-   Me vas a decir lo que te pasa y me vas a decir ahora.

-   No voy a hacer lo que tú me mandes.

-   ¡Entonces lárgate de mi casa!- la grita Alan

-   ¡No!

-   Joder…- era la primera vez que veía a Alan así y me estaba asustando- Mira Silvia quiero que te vayas o que me cuentes por qué estás así y si no lo haces juro que soy yo quien te va a echar de aquí hasta que te relajes.

-   ¡Es todo culpa tuya!

-   ¿De qué hablas? Y no te repito ni una sola vez más que me dejes de gritar.

-   Hablo de Nick, él me ha dejado y es tu culpa.

-   ¿Qué dices? Yo no he hecho nada.

-   Tú me dijiste que él me quería y por tu culpa lo quise. Ahora estoy sola y es tu culpa.

-   Ahora resulta que es mi culpa el hacer que hayas sido feliz durante más de seis años pero todo queda completamente oculto porque él haya decidido dejar de quererte.

-   ¡No! No hagas eso. No hagas que parezca yo la mala. Siempre has estado ahí para aconsejarme y de repente la conoces a ella y todo cambia. Te necesitaba Alan, necesitaba a mi amigo y no estabas.

-   Silvia tú eras la que no estabas, te recuerdo que estabas en la otra punta del país. Te he llamado muchísimas veces entre otras cosas para contarte que la quiero y también cuando la había cagado con ella y no sabía qué hacer y sabes que es lo que he recibido a cambio la voz de una señora diciéndome que la persona a la que llamo no está disponible y que su contestador está lleno, también decía que llamara más tarde pero llegó un momento y que me cansé. Quiero que te vayas de mi casa y que no me vuelvas a llamar nunca más- hace una pausa y siento como un sollozo sale de su pecho-. Por favor márchate tengo que llamar a Nick a ver como se encuentra, él sí lo merece.

         Ella no tardó ni cinco segundos en salir. Alan cerró la puerta y se sentó en el sofá. Comenzó a llorar como un niño pequeño al que le habían roto el corazón. Yo aún no había dicho ni una sola palabra desde que llegamos, ni siquiera una palabra por alusiones. Me puse de rodillas justo delante de él.

         Alan tapaba las manos entre su cara, estaba apoyado sobre sus rodillas y su pecho se estremecía con cada sollozo. Llevaba casi quince minutos llorando sin cesar y yo llevaba quince minutos delate de él. No podía hacer mucho más, no sabía muy bien lo que había ocurrido con ella. De repente su mano mojada toco mi cara, despacio, temblorosa y fría. Mis ojos se ahogaron en lágrimas al ver su cara pero él me levanto del suelo y me sentó en sus piernas, me limpió las lágrimas que caían por mi cara con esas manos frías y húmedas. Fue entonces cuando lo abracé, lo abracé tan fuerte como pude.

-   Te quiero- me dijo.

Besos para dormirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora