Capítulo 41

50 2 0
                                    

         Cuando llegamos al apartamento dejamos todas las bolsas en el sofá. Alan sacó del armario su maleta, era más pequeña que la mía pero aun así era grande y espaciosa. Comenzó a meter en ella la ropa que iba a llevar y que ya estaba lavada. Luego metió la nueva en la lavadora en un programa de media hora. Íbamos a llegar justos a la cena en mi casa pero decidimos esperar para dejar la ropa en la secadora. A los diez minutos Alan ya terminó de guardar todo lo en la maleta, por lo que mañana solo va a tener que meter la ropa que se está secando.

         Nos sentamos en el sofá abrazados. Alan me rodeaba la cintura y yo le pasaba el brazo por detrás del cuello. Me encanta verlo a los ojos, su mirada es tan cálida. Lo mejor sin duda es que no me parta la mirada aunque me pase viéndolo horas.

-       Te quiero

-       Te quiero- me responde y me besa la comisura de los labios para luego abrirse paso con su lengua.

         Cuando me doy cuenta estoy a horcajadas sobre él. Me pega a él rodeándome por la cintura y yo rodeo su cuello con ambas manos. Nuestras lenguas siguen bailando y es entonces cuando una de mis manos se desliza por su pecho, su abdomen y continúa bajando hasta llegar a su cadera. Cuando le desabrocho el botón ya lo noto, está duro. Lo recorro por encima del bóxer y noto como se pone más duro todavía mientras Alan gime en mi oído. Me agarra más fuerte por la cadera y sube y baja una mano por mi espalda lo que hace que sea yo quien gima. Meto la mano en su bóxer y se lo agarro, despacio lo saco del bóxer. Su cara es de placer absoluto. Comienzo a mover mi mano de arriba abajo recorriendo toda su extensión, primero lento y luego un poco más rápido. Él ahora se centra en mis pechos. Un quejido sale de su boca cuando me separo de él.

-       Ven- me suplica con la voz ronca. Niego con la cabeza.

-       Abre las piernas- le ordeno.

         No me dice nada solo las abre y me mira mientras me coloco de rodillas entre ellas. Le saco los zapatos, los calcetines y el pantalón junto su bóxer. Es perfecto, no puedo evitar verlo. Se inclina hacia mí y besa desesperado, luego me quita la camiseta. Mira mis pechos antes de sacarlos del sujetador de un tirón para saborear cada pezón. Sin duda sabe cómo hacerlo porque gimo en cuanto me rozan sus labios. Siento tanto placer que quiero que el sienta lo mismo. Estiro mi mano en busca de su pene, cosa que no es difícil. En cuanto siente el contacto me muerde un pezón y yo le aprieto un poco mi mano. Alan jadea a la vez que lame mi pezón izquierdo. Decido que es el momento. Lo empujo con una mano hacia atrás, al principio no cede pero después se recuesta en el sofá sin problema. Cojo su sexo entre mi mano y comienzo a subirlo y a bajarlo. Me acerco más a él y apoyo mi otra mano entre su abdomen y el pecho. Su erección se hace más fuerte, entonces bajo mi boca hasta ella. Alan me agarra los hombros mientras un sabor salado invade mi paladar. Lleno mi boca varias veces y es entonces cuando…

-       María…- ahoga Alan

         Me separo de él un poco pero me pone rápido a horcajadas sobre él.

-       ¿Por qué lo has hecho?- me pregunta después de besarme.

-       Me apetecía hacerlo- digo avergonzada por su pregunta-. ¿No te ha gustado?- mi pulso se acelera al pensar que no le haya gustado.

-       Deja de decir tonterías, me ha encantado, es solo que me has cogido desprevenido- dice sonriendo.

-       Eso pretendía.

-       Déjame que te saque el resto de ropa.

-       No, ahora no- digo poniéndome de pie y colocando mi sujetador bien.

-       María, ven por favor, va a ser rápido- por un momento casi caigo en su red.

-       Amor- digo mientras me pongo la camiseta-, sabes que tenemos que terminar de meter tu ropa en la maleta y luego hay que ir a cenar a casa de mis padres.

-       Nena, por favor, nos da tiempo de hacer todo.

         ¿Nena? De dónde ha sacado ese apelativo. Es horrible nunca me ha gustado cuando los tíos llaman así a sus novias o ligues. Sin embargo, cuando es él quien lo dice suena diferente, sexi, abrumador. Esta vez no va a ganar y salirse con la suya. Decido ofrecerle algo intermedio en donde yo también me divierta un poco.

-       ¿Nena?- digo riéndome-. Vamos a hacer una cosa, si terminamos de hacer tu maleta y nos sobra tiempo, podemos hacer lo que quieras con ese tiempo.

-       Eso no vale- se queja y se levanta para acercarse a mí-. Eso es jugar conmigo- dice riéndose antes de besarme y caminar hacia la cocina.

-       No juego contigo- digo riéndome.

-       Sabes que si lo haces, me tienes medio desnudo terminando de hacer las cosas.

-       Estás desnudo porque quieres.

-       ¿Quién me desnudó?- dice viendo hacia mi mientras señala con sus manos de la cadera hacia abajo.

         Me río y me sonrojo mientras lo veo vaciar la secadora y doblar la ropa. Decido ir al baño mientras él termina aquí. Al entrar en el baño busco en el segundo cajón un cepillo que he traído hace unos días, no lo encuentro y comienzo a buscarlo por todos los cajones del baño. Paro de buscar cuando miro una caja de preservativos. ¡Mierda, mierda, mierda! Se nos ha olvidado de comprar lo más importante. Cojo la pequeña caja y miro dentro quedan dos. Salgo al salón y Alan sigue doblando ropa para ponerla en su maleta. Cuando levanta la mirada hacia mí agito mi mano a la altura de mi pecho. Se echa a reír.

-       Sabía que te arrepentirías.

-       No seas tan creído- le digo.

-       ¿Creído? Has venido tú enseñándome la caja de condones amor.

-       Lo sé, pero no es por ese motivo. Mételos en la maleta, se nos ha olvidado comprar lo más importante- digo sonriendo sin poder verle a la cara ya que sigue medio desnudo, como yo lo he dejado.

-       De verdad crees que me voy a llevar solo… ¿cuántos? ¿qué quedan tres? ¿dos?

-       Dos- le interrumpo.

-       Bueno pues aún peor, ¿crees qué dos nos van a dar para una semana en un hotel y tratándose de nosotros?

-       No- digo riéndome.

-       Entonces dame uno que me lo pongo y deja la caja ahí- su voz es sexi y ronca.

-       ¡No! Cuando termines vemos lo que hacemos, mientras no.

-       Cuando termine te vas a enterar- me amenaza con picardía.

Besos para dormirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora