Capitulo 33

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El tiempo se eternizó cuando Alan colgó el teléfono. Su mano me envolvía por la cintura, estábamos frente al teléfono y podía escuchar su respiración. Tenía mi cabeza sobre su hombro, mis piernas entre las suyas y mis manos en su pecho. Él estaba tenso y no hacía falta que me lo dijese, lo sentía en cada músculo de su cuerpo. De vez en cuando su mano dejaba mi cintura para agarrar mi espalda y darme un beso en la frente. Yo intentaba calmarlo acariciando con mis dedos su cuello, pese a no tener mucho resultado.

Pasamos más de veinticinco minutos allí, parados, esperando a que el teléfono sonara. Pero yo no aguantaba más necesitaba ir al baño o me haría pis encima. Me levante despacio y Alan no se movió siguió viendo para el teléfono, aquello ya parecía la película de ETE.

Salí por la puerta y me metí rápido en el baño, en un contoneo por intentar no hacérmelo encima, me bajé los pantalones y las bragas. Cuando me senté juro que por un instante fui la mujer más feliz del mundo, o al menos del edificio.

En cuanto tiré de la cisterna y me lavé las manos me miré al espejo los pómulos ya tenían un aspecto normal de nuevo. Mis ojos estaban un poco rojos, nada que no solucionara un poco de colirio. Salgo del baño para pedírselo a Alan y en cuanto abro la puerta él estaba allí, de pie, esperando. Vale lo de la película de ETE ya se había esfumado, ahora parecía más bien una película de psicosis y yo parecía la protagonista que iba a echar a correr de un momento para otro. Sin embargo, yo no dejaría que eso sucediera. Me acerco a él rápido, sin verle a los ojos y le abrazo.

- Es hora de empezar nuestras No vacaciones- le digo.

Él me mira, mientras me coge de las manos.

- Nos van a decir que estamos locos, van a intentar que no se nos ocurra pasar todas las vacaciones aquí. Mis padres van de modernos pero no lo son.

- Los míos igual pero eso no quiere decir que ellos tengan que darnos el último sí - digo para calmar un poco las cosas.

- ¿No lo entiendes verdad? Es tan sencillo como si no hacemos lo que nos mandan se corta todo el buen trato que hay entre ellos. Unos estarán a favor de que cometamos la locura de nuestra vida y puede que otros no- hace una pausa el la que me tenso cada vez más-. Te quiero y no voy a dejar que ellos nos estropeen lo nuestro.

- Alan- le digo mientras cojo su cara entre mis manos-, nadie nos lo va a estropear. Nadie. Ni mis padres ni los tuyos. Recuerda ellos querían que nos conociéramos.

- Sí María pero ellos también querían que nuestro noviazgo durase dos o tres años y créeme- dice con su nariz pagada a la mía- eso no va a pasar porque me despierto y te busco y tú casi nunca estás, entiéndeme te quiero solo para mí el resto de mi vida.

El corazón me iba a mil. La respiración me fallaba. No sabía que decir, nadie me había dicho algo así nunca. Mi cuerpo actuó solo, pegué mi pecho contra el suyo y nuestras narices todavía pegadas se despegaron para que nuestros labios se rozasen.

Fue un beso cálido y largo. Solo quería estar conmigo el resto de su vida. Las palabras resonaban en mi cabeza y cuanto más lo hacían más me hundía dentro de él. Sus manos me agarraron por la cintura y las mías lo agarraron por el hombro. Me levantó y me apoyó en el mueble del baño. Mi cabeza sólo pensaba en sexo. Sus manos me sostienen la cabeza para besarme pero no lo hace, deja caer su cabeza en mi cuello y respira hondo.

- ¿Por qué hueles tan bien siempre?- susurra mientras me pasa la nariz por el cuello y las clavículas.

No respondo con palabras, arqueo mi espalda y lo acerco más hacia mí con mis piernas. Él me saca la camiseta y yo le desabrocho los pantalones. Poco a poco baja las manos por mi espalda mientras me besa el cuello, llega a mi sujetador y se para. Me besa fuerte. Empieza a desabrocharme el sujetador cuando la puerta de la entrada se abre de golpe.

Nos apartamos rápido, tan rápido como nos fue posible. Alan cerró de golpe la puerta. Nos vimos un segundo y comenzamos a vestirnos. ¿Quién podía haber abierto la puerta?

- ¿Alan eres tú? Tengo que hablar contigo.

Su madre. Su madre por poco nos mira.

- Mamá claro que soy yo, ¿quién iba a ser sino?- su voz era firme nadie hubiera dicho que acaba de pasar algo-. Salimos ahora mamá.

- ¿Salís? ¿Quién?- la voz de sorpresa de Amanda no era nada al lado de mi cara.

- María y yo mamá, le estoy poniendo una crema en la espalda ayer se hizo daño cuando cogió al sobrino para bailar.

Vale, he de reconocer que sabía salir de una situación comprometida. Terminamos de vestirnos y Alan me susurra: "Sígueme en lo que te diga" y me da un beso antes de salir y decir en alto:

- Ya está, abróchate y baja la camiseta. Te espero fuera.

Su tono fue un poco más alto de lo normal pero apenas se notó ya que continuó hablando con la madre como si nada hubiera ocurrido.

- Bueno mamá, ¿qué haces aquí?- se escucha como le da dos besos.

- Verás como antes me has llamado y me has preguntado si nos podíamos quedar con los perros para que tú y María- dice señalándome justo cuando salgo del baño- os vinierais para el piso de vacaciones, hemos pensado que mejor os hacemos un regalo y os vais a unas vacaciones de verdad.

- Amanda- digo-, no sé si eso va a ser posible.

- ¡Oh, tonterías! No me digas que tienes miedo de que tus padres no te dejen ir. De ellos me encargo yo. A parte recuerda que ellos al igual que mi marido y yo estamos contentos de que estéis juntos. Esta misma noche los invito a cenar y les comento nuestro regalo.

- ¿A dónde se supone que nos vais a mandar de vacaciones, mamá?- dice Alan un poco confuso-. ¿Al vaticano? Porque esto no es lo normal en ti, hace un rato cuando te llamé no te parecía bien que nos quedásemos aquí de vacaciones y ahora no solo estás de acuerdo sino que nos las pagáis.

- Alan, hijo, no puedes ser desconfiado. Te dije que lo iba a hablar con tu padre y lo he hecho- dice y tras un silencio explica-. Nuestros billetes a Berlín y todas las entradas y reservas que teníamos ahora son vuestros. Tu padre no puede ir en esas fechas tiene trabajo.

Mi cara lo debía de expresar todo. Nos vamos de vacaciones, me voy de vacaciones con Alan, ya me da igual lo que mis padres digan. Alemania, vacaciones en Alemania. No nos regalaban dos noches en un hotel cutre rural, no, sino un viaje que habían organizado para ellos.

- Bueno qué, decir algo.

- Mamá nos has dejado sin palabras, gracias- dice besando a su madre en la frente.

Amanda se levanta del sofá y yo me acerco a ella para darle las gracias. Le agarro la mano y le digo:

- Sé que un gracias no es suficiente para agradecértelo, pero muchísimas gracias de verdad.

Ella pone su mano en mi hombro.

- Créeme cuando te digo que tú y mi hijo vais a durar mucho tiempo y este viaje no hará más que darme la razón. Es cierto que soy reacia a que tengáis relaciones...

- ¡Mamá!- le grita Alan.

- ¿Crees qué soy tonta Alan?- dice viendo su entrepierna-. Soy mayor y soy tu madre pero tengo ojos y dar una crema en la espalda no provoca lo que yo he visto- hace una pausa-. Más vale que la cuides, que os cuidéis y que no hagáis tonterías- se acerca a la puerta y nos dice-. Si necesitáis cualquier cosa llamarme. Esta semana te traigo la carpeta con todo lo del viaje.

Se marcha diciendo esto. Alan me mira desconcertado pero su cara cambia al instante en cuanto me ve sonriendo.

Besos para dormirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora