II. DE VUELTA

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{MARVEL: LOS VENGADORES}

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—DE VUELTA—

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IRVETTE.

ESTÁBAMOS DE VUELTA en la base de los Vengadores. En todo el camino de vuelta no había dicho ni una palabra. Estaba que echaba humo con Pietro por contar mi secreto, ahora no solo era que lo sabían todos los demás, sino que además el príncipe T'Challa me odiaba.

Según llegamos a las instalaciones me fui directa a mi cuarto, olvidándome de todos. Dí un gran portazo y me encerré en mi habitación.

Me fui hacia la ducha para relajarme un poco.

Al salir del baño, envuelta en una toalla, mi corazón dio un vuelco. Pues delante de mi sentado en mi cama estaba Pietro. Él me daba la espalda mientras jugueteaba con sus manos.

—¿Qué haces aquí?—dije seca.

Pietro se dio la vuelta exaltado y al verme se le iluminaron los ojos.

—Que-quería habla-blar contigo.—dijo un poco nervioso.

—Esta bien, habla.—dije borde y agarrando con fuerza mi toalla.

Pietro suspiro.

—Lo siento muchísimo.—dijo con los hombros caídos.—Ese hombre me estaba cabreando mucho, no estaba siendo justo contigo y solo pretendía ayudarte, de verdad.—veía el arrepentimiento en su cara, y sabia que decía la verdad, pero él lo había arruinado todo.

—Pietro.—comencé lentamente.—Se que solo querías ayudarme, pero ahora todos saben mi secreto, ¿crees que lo van a dejar pasar?—dijo agobiada.—Ahora no me van a dejar en paz, querrán saber de donde salen las visiones, porque no lo había dicho, además que ahora el príncipe me odia.—dije mientras pasaba mis manos por el pelo y suspiraba frustrada.

—Lo sé, la he cagado hasta el fondo, siempre lo hago.—le mire y él se acerco un poco más a mi, con cautela.—Pero si me dejas, yo te voy a apoyar en todo, en todas las preguntas que te hagan, en todas las acusaciones que te hagan, en todas las pruebas, en todo de verdad.—dijo con una mano en el corazón, como si quisiera jurármelo.

—Pietro, eres la persona más impulsiva que conozco.—dije y di un paso hasta él.—Lo has jodido de verdad.—di otro más.—Y eres un capullo.—dije cuando estuve lo suficientemente cerca de él para empezar a darle golpes en el pecho.

Me agarro de las muñecas para detenerme.

—¿Eso es que me perdonas?—dijo con una sonrisa de esperanza.

—Aunque eres un capullo, sabes que hacer para arreglar las cosas.—dijo con una pequeña sonrisa.—Supongo que te perdono.—dije.

—Me alegra oír eso.—dijo a la vez que tiraba de mis muñecas y juntaba nuestros labios.

ACELERA || PIETRO MAXIMOFFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora