V. EL JARDÍN

802 68 3
                                    

{MARVEL: LOS VENGADORES}

{MARVEL: LOS VENGADORES}

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—EL JARDÍN—

_____________☆☆☆☆_____________

IRVETTE.

VOLVIMOS A CASA, a la casa fría y solitaria en la que ahora se había convertido.

Mis padres también se habían ido, mucha gente se había ido. La base estaba caótica y asustada pero nosotros no tuvimos fuerzas ni para responder nada.

Sin cambiarme sin molestarme en curar mis heridas, sin molestarme en absolutamente nada seguí el camino que me sabia de memoria, como si fuera un robot, hasta mi cuarto y cuando cerré la puerta cogí todo el aire que mis pulmones podía contener y exhalé fuerte. No sabia porque lo hacia nada podría calmarme.

De pronto y en medio de mi crisis el sonido de mi móvil en la mesilla de noche, sonó con una ridícula canción que no recordaba en qué momento había puesto. Me resultó algo tan desubicado, tan fuera de lugar, tan surrealista que me quede atontada.

Con pasos torpes cogí el móvil, ni siquiera fui capaz de comprender lo que ponía en el identificador de llamadas, solo conteste.

—¿Si?—mi voz sonaba dudosa, ronca y afectada.

—¿Irvette?—era Enda y estaba llorando.—¿Qué esta pasando? Estaba hablando con mis padres por videollamada y de pronto ya no estaban. ¿Dondé están mis padres?—el chico casi sollozaba, su voz se rompía cada vez más con cada palabra que decía.

Mi corazón se rompió un poco al escucharle, mis ojos se aguaron y las lagrimas silenciosas comenzaron a caer por mis mejillas.

—Lo siento, Enda.—dije con la voz vacía y la mirada fija en un punto.—No hemos podido pararle.—

—¿Qué quieres decir?—sonaba asustado y alterado.—¿Qué significa eso?—

Solté aire por la nariz.

—La mitad de la humanidad se ha ido.—dije casi para mí misma que para él.—Y ha sido por nuestra culpa.—dije antes de colgar, sin mover la mirada sin importarme nada.

Las lagrimas no cesaban, me pesaba el cuerpo, los parpados y el dolor se estaba extendiendo. Solo de pensar en las miles de familias que se encontraban como Enda.

—¡AAAAH!—grité, cerrando los puños y soltando toda la impotencia, una onda salió de mi y parte de mi habitación se destrozó.

Seguí sollozando en alto, hasta que la puerta se abrió y una sombra azul entró por ella y me abrazó.

Me aferré a él como si mi vida dependiera de ello y él hizo lo mismo.

—Tranquila.—susurró a mi oído con su acento, pero con todo y con eso pude notar su voz rota por el dolor.

ACELERA || PIETRO MAXIMOFFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora