01. Prólogo parte I

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Las noches en el bosque son comúnmente serenas; pero, esta en especial, está muy lejos de serlo. La tranquilidad que siempre reinó en el área se ve interrumpida por una gran tormenta.

Las tupidas ramas de los grandes y frondosos árboles se agitan desmesuradamente por el azote de las fuertes ráfagas del impetuoso viento. Los salvajes ventarrones que azotan sin piedad alguna rugen, atronan y se lamentan en su incesante paso.

El cielo, tapizado con obscuros nubarrones en su totalidad sin dejar ver ningún ápice de las estrellas que siempre lo acompañaron, son las responsables de envolver el entorno en un bruno manto perdurable.

Los truenos retumban con furia provocando que la tierra se agite y tiemble a su compás simulando ligeras réplicas que sacuden todo aquello que toque el suelo.

Los consecutivos relámpagos y rayos son la única fuente de luz que vislumbran por pequeños lapsos despejando pobremente la penumbra del terrible tiempo.

Gritos y sonidos de pokémon con siluetas corriendo y huyendo mientras buscan refugio de la tempestad se logran apreciar por todas partes del lugar.

Entre las fuertes ráfagas de viento se puede apreciar una figura ovalada que es arrastrada sin piedad alguna atravesando pequeñas ramas y arbustos a su paso.

Con algo de dificultad se logra apreciar que aquella desdichada figura es la de un huevo pokémon a total merced del incesante tiempo.

Qué trágica suerte la de aquel neo ser es la que ha recibido que le hace sufrir la desdichada danza del fuerte viento entre árboles y arbustos.

No tardó para que un gran árbol se encontrara en posición para recibir el azote del pobre huevo.

Para sorpresa, una pequeña luz verde vuela rápidamente hacia el mismo huevo y lo empuja logrando salvarlo de la tragedia por cuestión de centímetros.

El huevo, aún en su viaje, es perseguido fervientemente por la misma luz que en muchas ocasiones lo salva de varios otros trágicos destinos.

Entre la espesura del bosque se visualizan muchas otras luces idénticas que vuelan por todas partes.

Entre toda la conmoción de la gran tormenta, la noche avanza sin freno.

Disminuyendo todas las condiciones climáticas severas. Se observa a la luz aprovechando las pequeñas corrientes de aire y aloja el huevo sobre unos arbustos. Una vez habiéndolo asegurado, la pequeña luz se eleva y desaparece entre las hojas de los árboles al igual que todas sus similares.

—Suerte.

Se escucha una pequeña y dulce voz que es arrastrada por los vientos restantes desvaneciéndose del lugar.

***

Después de la tormentosa noche, se puede apreciar al huevo posado sobre unos arbustos con pequeños rayones y minúsculas fisuras en todo ser. Un milagro bien podría decirse el haber sido arrastrado por la tormenta y haber salido con solo ello.

La luz de un claro del bosque es la tenue iluminación que recibe el paisaje a su alrededor. Los cálidos rayos de un sol que se asoma tímidamente después de tan espantosa noche son los culpables de que el huevo comience a eclosionar.

Las fisuras comienzan a figurar por la parte superior del huevo y pedazos del cascarón se generan desprendiéndose hasta que por fin se forma una abertura lo suficientemente ancha para exponer su interior.

Una criatura de pelaje azul y negro se asoma lentamente por encima del roto cascarón. Sus pequeñas orejas se pierden una vez que su cabeza logra salir mostrando unas protuberancias negras colgando a sus lados engañando a los incautos que bien podrían ser sus orejas, pero no es así. Una especie de antifaz de color negro es el que adorna su rostro.

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