Capítulo 9

23 2 0
                                    

  ______ se acurrucó en el sofá. Los auriculares inalámbricos le permitían hablar por teléfono con su madre mientras hojeaba una de las muchas revistas centradas en la vida social de San Francisco. Le gustaba mantenerse al tanto sobre lo que hacían sus clientes y las empresas que le hacían la competencia.

Era martes por la noche, una de esas noches en las que normalmente podía contar con relajarse.
Ser planificadora de fiestas implicaba vivir a un ritmo distinto al del resto del mundo. Podía relajarse entre semana, pero después el ritmo de trabajo se aceleraba. Solía pasar los fines de semana supervisando a sus empleados en eventos de recaudación de fondos para un museo, o almuerzos benéficos, para garantizar que todo salía tal y cómo lo había planificado.

Sin embargo, en ese momento estaba dedicando su tiempo de ocio a la planificación de su boda.

-¿Qué te parece Fairmont? -preguntó su madre.
-No estoy segura de que sea lo que estoy buscando...

Resultaba evidente que su madre imaginaba una boda para cientos de invitados: familia, amigos y relaciones profesionales y empresariales. El histórico hotel Fairmont, con elegantes salones de paredes doradas, encajaba bien con esa idea.

El problema era que ______ quería algo más íntimo. Donghae, en cambio, parecía querer lo mismo que su madre.

-Entonces, ¿qué tal el Palacio de las Bellas Artes? -inquirió su madre, nombrando otro elegante y habitual salón de bodas de San Francisco.

______ suspiró.

-Te he oído -dijo su madre.
-¿Sí? -dijo ella, ausente.
-Es una pena que tu padre sólo tenga locales comerciales -dijo su madre con sarcasmo-. En este momento no iría nada mal tener un salón propio.
-Ni siquiera estoy segura de que papá vaya a asistir a la boda.
-Bah, ya se hará a la idea -dijo su madre, con su optimismo habitual-. Eres su única hija, y aunque a veces le cueste demostrarlo, te quiere de verdad.

Sonó el timbre de la verja exterior y ______ se preguntó quién podría ser. Vivía en Russian Hill, una zona poco urbanizada, y aunque tenía amigos en el lugar, no solían aparecer sin telefonear antes. Además, sabía que su mejor amiga, Hanna Harding, estaba de viaje.

-Mamá, tengo que dejarte. Llaman a la puerta.
-Bueno. Te llamaré mañana para seguir haciendo planes para la boda.
-Me encanta que me ayudes -dijo ella. Eso era lo que había deseado: compartir uno de los momentos más importantes de su vida con su madre.
-Ay, sé que me echaré a llorar en cuanto te vea vestida de novia -dijo su madre, emocionada.
-Lo sé, mamá -______ sintió que un nudo le atenazaba la garganta. Colgó y fue hacia la puerta.

En la planta baja de la casa había un garaje y trasteros; ella vivía en el primer piso, accesible mediante un tramo de escalera exterior, tras una verja de hierro.
Abrió la puerta. Abajo estaba la última persona que habría imaginado ver allí: Choi Siwon. Se tensó instintivamente.

-¿Puedo subir? -preguntó él.

Ella consideró las posibilidades: «Sí. No. Cuando las ranas críen pelo».

-¿Qué haces aquí? -preguntó con un tono más suspicaz de lo que pretendía.
-¿Me creerías si te dijera que estaba de paso? -replicó él, con voz irónica y divertida.
-No, la verdad -contestó ella, mientras bajaba la escalera para abrir, por pura cuestión de cortesía. Sabía que él vivía en Pacific Heights, no demasiado lejos, pero nunca se lo había encontrado en el barrio.

Se movían en círculos distintos. Ella era demasiado bohemia, un espíritu demasiado libre para el gusto de Choi Siwon, o al menos eso creía. No le habría extrañado enterarse de que él tenía sus citas sexuales programadas en su agenda.

No acababa de entender por qué era tan irritante. Sus hermanos eran gente agradable. De hecho, su hermana formaba parte de su círculo de amistades no íntimas.
Sin embargo, tenía la sensación de que abrirle la puerta a Siwon era como dejar entrar al lobo.

Como era habitual, llevaba un traje ejecutivo, camisa de espiguilla y corbata de rayas amarillas y azules. Ella tuvo la sensación de que su propio atuendo, la camisa malva y los pantalones color tostado que había llevado ese día al trabajo, era informal en comparación.

Abrió la verja y sus miradas se encontraron.

-¿Vas a invitarme a entrar? -preguntó él con una media sonrisa.
-¿Vienes por encargo de mi padre? -repuso ella, mirando el sobre que llevaba en la mano-. Si es así...
-Misión imposible -dijo él-. Ya lo sé.
Ella sonrió con serenidad. Por lo menos en ese sentido ambos tenían las cosas claras.
-Lo cierto es que vengo por una razón personal.

Scandal in the office *TERMINADA*Where stories live. Discover now