De repente, noto una mano en mi trasero y, evidentemente, me giro de forma brusca.
- ¿Se puede saber que coño haces, imbécil?
Como era de esperar, le planto un tortazo en la cara. Si antes lo pienso, antes lo hago -me río mentalmente. Sus amigos, qu...
Entro a las 8.30, ¿por qué diablos no me habré despertado la primera vez que oí el despertador? Es que soy tonta, lo juro.
Salto fuera de la cama como si fuera un ninja, e intentando no tropezar, corro hacia el baño. ¡Mierda! Con las prisas una de las lentillas se acaba de ir por el desagüe, y es el último par que me quedaban. ¡¿Se puede saber qué me pasa por la cabeza para no comprar más?! Da igual, iré con gafas.
Me doy una ducha, la más corta de mi vida -siempre suelo tardar media hora- y, al salir, me enrollo en una toalla. Voy volando a la cocina y cojo un batido de chocolate. Voy de regreso a mi habitación y cojo lo primero que encuentro en el armario:
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Entro en el baño por última vez mientras bebo los últimos sorbos del batido. Me maquillo un poco, lavo mis dientes, me cepillo el pelo lo más rápido que puedo, me coloco las gafas y ¡lista!
Cojo la mochila y meto en ella el estuche, la agenda, un cuaderno, la funda de mis gafas, el monedero con algo de dinero para el almuerzo y el móvil. Los libros que necesito hoy los tengo en la taquilla.
Apago todas las luces y voy corriendo a la cocina a coger una magdalena para el camino. Saco el móvil de la mochila.
8.27. ¡¡¡Joder!!!
Salgo como una bala a la calle. Suerte que el instituto esté solo a un par de manzanas de mi bloque. Genial, mis amigas animándome por WhatsApp. Sé que llego tarde, no hace falta que me lo recordéis -pienso. Cuando acabo la magdalena, tiro el plástico en una papelera y rebusco por mi mochila para encontrar algún chicle que me quite el sabor. ¡Voilá! Comienzo a mascarlo mientras atravieso, por fin, las puertas del instituto.
8.34, nuevo récord.
Al llegar a mi taquilla me encuentro con mis amigas, que están ya por ir a la clase que nos tocaba: Ciencias.
- ¡Hasta que apareces! -me abraza enérgicamente Dai.
- ¡No he oído el despertador! Bueno, en realidad sí. No se, tenía sueño y...
- Deja de hablar y vámonos a clase, bicho feo -me interrumpe Denis.
- Ya voy, ya voy. Id cogiendo sitio, en un segundo voy.
- Allí nos vemos.
Abro mi taquilla y agarro el libro de ciencias. El tío que escribió esta cosa podría haber resumido un poco, que con tanta página pesa más que 50 piedras.