Capítulo 11

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Mierda, ¿dónde habré dejado mis llaves?

Eso es lo único que pasa por mi mente mientras vacío por completo mi mochila en frente de mi portal. ¿Dónde diablos se esconderán las cosas cuando una las busca? A lo mejor debería volver al instituto, por si se me han caído por allí.

¿Acaban de abrir la puerta desde un porterillo?

Bueno, aprovecharé este golpe de suerte para intentar abrir la puerta de casa. A ver si corro la misma suerte.

Pienso las posibilidades que tengo de lograr mi propósito con éxito mientras el ascensor sube hasta la tercera planta: ninguna.

Cuando suena ese pitido que indica que el ascensor ha llegado a su destino, veo que al final del pasillo mi puerta se encuentra medio abierta.

Mierda, ladrones.

Recorro todo el pasillo como una bala, pero me detengo justo antes de entrar.

(Tn), piensa: ¿qué suelen llevar los ladrones? Armas. ¿De verdad quieres entrar? No.

Pues eso.

El miedo me recorre toda la columna vertebral con un breve escalofrío. ¿Qué hago? ¡Es mi casa!

Me armo de valor, pongo la mochila sobre mi pecho a modo de protección -como si me fuera a servir de algo- y comienzo a caminar despacio.

Un pie, después el otro; uno delante y otro detrás.

Mierda, ¿por qué todo me tiene que pasar a mí? Empujo la puerta con el pie derecho, logrando ver el interior de mi casa. Mi maldita casa, joder. ¿Por qué?

Por lo que parece está ordenada. Algo raro cuando te asaltan, pero bueno. Serán unos ladrones educados, si es que eso es posible.

Continúo el ritmo de antes: un pie, después el otro.

¿Eso ha sido un golpe? Esto no puede ser bueno. Y encima en mi habitación. ¿En qué momento decidí vivir sola?

Aunque me tiemble hasta el cabello, tengo que saber qué o quién está en mi habitación. Dicen que la curiosidad mató al gato. ¿Será verdad?

Estoy a sólo un paso de mi cuarto, cuando sale un chico al que no reconozco. Tiene una braga de cuello que le cubre la mitad del rostro y lleva puesta la capucha de su sudadera negra.

El miedo se apodera de mí. Tan solo puedo percibir que en sus manos hay un cuchillo.

No necesito saber más. Tiro mi mochila directa a su pecho, como única y patética defensa, y salgo corriendo. Oigo como la suelta de un golpe en el suelo y corre tras de mí.

Lo que faltaba. Justo antes de atravesar la puerta, el encapuchado la cierra.

Su mirada penetrante es una mezcla entre deseo y... ¿risa? ¿Se está riendo de mí?

- Hola, cara de culo.

Con una de sus manos baja la braga que cubría su rostro, dejando a la vista la cara risueña de Eloy.

- ¡¿Pero tú eres tonto o qué te pasa?! -me abalanzo sobre él golpeando su pecho con toda la fuerza que tengo, pero sólo consigo que se ría aún más.

- ¿Te he asustado, niña?

- Tu estúpida sonrisa es la que me molesta.

- ¡Es que tu cara ha sido muy graciosa!

- ¿Qué haces con un cuchillo? ¿Y en mi casa? ¿Cómo has entrado?

- Las preguntas de una en una, inspectora.

- ¡Cómo has entrado!

- Se te cayeron las llaves en el recreo y las cogí para hacerte una visitilla.

- ¿Por qué no me las diste cuando se me cayeron?

- No hubiera sido tan gracioso.

- ¿Cómo cojones sabes dónde vivo?

- Tengo mis contactos.

- ¿Y el cuchillo?

- De la cocina. Para dar más emoción al robo.

- ¿Qué robo?

- El de tu corazón -dice risueño.

Empieza a reírse. Parece un niño pequeño con esos hoyuelos que le salen a cada lado cuando sonríe. Al final será verdad que me robará el corazón.

¿Pero qué dices, (tn)? ¡Sácalo a patadas de tu casa!

- ¿Pedimos pizza?

- ¿Qué confianzas son esas? ¿Me acabas de conocer y ya quieres comer en mi casa?

- He visto que tienes la Play 4.

- ¿Cómo lo sabes?

- Hasta que se me ha ocurrido abrirte la puerta ha pasado un ratillo.

- ¿Has estado curioseando?

- Pero sólo un poco.

Comienzo a reír, lo que hace que Eloy me mire fijamente.

- ¿Tengo algo en la cara para que me mires así?

- Una sonrisa preciosa.

- No me hagas reír.

- ¿Quieres ver cómo te ríes, pero con ganas?

Intenta atraparme entre sus brazos, pero consigo escapar y correr por el piso. ¿Qué pretende? Al final acabaré descubriéndolo:

1. Mi apartamento no es muy grande.

2. Es más rápido que yo.

3. Ya me ha cazado. Mierda.

- ¡No! ¡Cosquillas no!

- ¡No! ¡Cosquillas no!

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El besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora