Capítulo 23

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- Hola -le dije poniendo mi sonrisa más adorable. Tal vez con suerte no me hacía nada.

La cara de Eloy era un tanto maliciosa. Caminaba despacio hacia mí con las manos a la espalda. Algo dentro de mí me advertía de que sus intenciones no eran buenas.

- ¿Hola? ¿Sólo piensas decir eso?

- Em... ¿Buenos días?

- Te invito a dormir en mi casa, en mi cama, conmigo. Y a ti sólo se te ocurre despertarme de malas formas. Las niñas educadas no hacen eso.

- Yo no te he despertado de ninguna forma, realmente ha sido Shawn -digo, intentando aguantar la risa.

- ¿Encima te intentas hacer la graciosa? -cada paso que daba, me dejaba a mí sin escapatoria, encerrada entre su cuerpo y la cama- Creo que nunca te lo había dicho. Una de las cosas que más odio es que me despierten a la fuerza, y mucho más gritando. ¿No tienes nada que decir?

- ¿Lo siento? -mis piernas chocaron con un lateral de la cama. Atrapada.

- ¿Me lo estás preguntando? Veo que no te arrepientes en absoluto. Tendré que empezar a domesticarte.

- ¿Acaso crees que soy un perro? No te tengo miedo. Vas de duro pero en el fondo eres más blando que una magdalena.

- ¿De repente te has vuelto valiente? Vaya, me impresionas. No me queda más remedio... Tú lo has querido.

Antes de que pudiera acabar la frase, salto por encima de la cama en un intento de huida, pero él es más rápido. Cuando intento rodear la cama y salir corriendo por la puerta, me agarra por la cintura y, teniendo mi espalda pegada a su cuerpo, me estampa una gran bola de nata en la cara, haciendo que tanto mi rostro como mi pelo como parte del cuerpo se manche de esa pringue blanca.

-¡Eloy! ¡Para de inmediato! -grito, pataleando. Me ha cogido de manera que mis pies dejan de tocar el suelo.

- ¡La próxima vez te lo pensarás mejor antes de gastarme cualquier broma!

Cuando me suelta, voy a mirarme en el espejo que cuelga en la puerta de su armario. Parezco un muñeco de nieve. Esta me la va a pagar... Me giro hacia él, ya que por el reflejo del espejo lo veo retorcerse de la risa a mi espalda.

- ¡¿Lo ves divertido?!

- ¡No te imaginas cuánto! -grita, cogiéndose la barriga mientras continúa su risa.

- ¡Pues a mí nada de nada! ¡El baño está hecho una porquería! ¿Cómo se supone que me voy a quitar todo esto del cuerpo?

- Como los gatos, con la lengua.

Tras su comentario, se tira a la cama de espaldas riéndose aún con más fuerza. Desesperada, me quito la camiseta que me prestó anoche, quedando en ropa interior. Me limpio la cara con ella, la hago una bola y se la tiro a la cara, manchándolo un poco.

- ¡Eh, cuidado! - entonces se incorpora y me ve ahí parada, solo con un sujetador de encaje negro y un tanga de la misma tela. Me cubro el pecho con mis brazos mientras me ruborizo - ¿Se puede saber qué haces?

- ¡Deja de mirarme así y dime cómo me limpio!

- Por si no lo sabías, hay otro baño. Siempre que hacemos fiestas, metemos ahí nuestras cosas de aseo y lo cerramos con llave. Puedes asearte ahí.

Nos quedamos un momento en silencio y veo cómo Eloy me mira de arriba abajo sin parpadear. De manera casi involuntaria, corro hasta él y me tiro encima suya tapándole así los ojos con mis manos.

- No me gusta que me miren, dame una toalla y dime dónde puedo encontrar el baño.

Con gracia, aparta mis manos de su cara y, en un rápido movimiento, se coloca él encima de mí, sujetando mis manos a ambos lados de mi cabeza.

- Tienes un cuerpo impresionante, (tn). No te avergüences.

- No eres nadie para decirme si debo o no avergonzarme. Y ahora, ¿puedes, por favor, darme una toalla?

Me dedica una mirada juguetona, y acto seguido se acerca poco a poco a mi rostro. Sin previo aviso, lame mi mejilla derecha, haciendo que me retuerza del asco.

- ¡Eloy, qué asco! ¡¿Qué haces?!

- Estás súper buena, (tn). Lo siento por ser brusco, pero me moría de ganas de lamerte la cara.

Los dos nos reímos por la ocurrencia de Eloy, y entonces me deja libre y me ofrece una toalla blanca de su armario. Entre risas e intentando no mirarme mucho, me la da.

- Aquí tienes la llave, el baño está a la izquierda justo en frente de la habitación de Mike. Y aquí tienes otra camiseta limpia y unos boxer, por si quieres cambiarte. Sólo espero que esta ropa no me la ensucies -dice guiñándome el ojo, como de costumbre.

- Gracias, idiota.

- ¡Encima insultando! Si sigues así te ducharás con agua fría.

Le saco la lengua y me envuelvo la toalla alrededor del cuerpo. Agarro mi móvil y el lentillero que me prestó Shawn anoche, donde coloqué mis lentillas, y me dispongo a salir de la habitación. Voy rápidamente al baño que me acaba de indicar, abro la puerta y me encierro dentro.

Con mi móvil pongo un poco de música desde Sotify. La lista de reproducción de Prince Royce. Abro el grifo y dejo la toalla sobre el lavabo. Hoy ha amanecido el día con un frío invernal, tal vez necesite algo más de abrigo. Pongo el agua hirviendo para entrar en calor, y siento como mi piel va notando el dulce y débil quemazón. Después de lavarme el pelo y el cuerpo, estoy totalmente limpia.

Al salir de la ducha, comienzo a secarme el cuerpo con la toalla de Eloy. Parecerá una locura, pero por mi cabeza comienza a rondar la imagen de mi chico saliendo de la ducha y secándose de la misma forma que lo estoy haciendo yo.

Despejo como puedo mi mente y me envuelvo la toalla alrededor del cuerpo. Limpio el espejo del vaho que se ha creado debido a la temperatura del agua, y comienzo a peinarme con los dedos.

De un momento a otro, suena un chispazo y todas las luces se apagan. ¡Se acaba de ir la luz, y yo encerrada en el baño! Me acerco lo más rápido que puedo a la puerta e intento abrirla, desesperada. ¡Por qué mierda tuve que cerrar con llave! Todos mis miedos comienzan a apoderarse de mí.

- ¡Eloy! ¡Eloy, ayúdame! ¡Chicas, por favor! -grito, sin dejar de golpear la puerta con todas mis fuerzas. Mis amigas conocen en gran temor que tengo a la oscuridad, pero ninguna sabe que me encuentro aquí encerrada, sólo Eloy.

- ¿(Tn)? ¿Estás bien? Se ha ido la luz.

-¡¡Eloy!! ¡Eloy, por favor, sácame de aquí! -digo entre lágrimas.

- ¿Te ha pasado algo? ¡No te muevas! Los chicos están intentando hacer que la luz regrese. ¿Se ha atascado la puerta?

- ¡La cerré con llave, y ahora no se dónde está! ¡Por favor, sácame de aquí!

- ¡Iré a por la copia de llaves, no tardaré! ¡Quédate tranquila!

- ¡No, Eloy! ¡Por favor, no te vayas! ¡¡Chicas!!

En medio de un ataque de nervios, me siento en el suelo abrazando con fuerza mis rodillas. Comienzan a venir recuerdos a mi cabeza, los gritos de mi madre pidiéndole a mi padre que cesara los golpes, los pasos agitados de mi padre acercándose a mi habitación, el llanto desconsolado de mi madre.

Cuando el miedo está a punto de apoderarse por completo de mí, el picaporte de la puerta comienza agitarse y la puerta se abre con fuerza.

El besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora