Akira Berglind
Ni siquiera sé cómo esto se volvió posible o como terminé en ésta situación, fue algo tan repentino y de forma tan extraña que no pude verlo de antemano. La incertidumbre y el miedo se volvieron mi cárcel junto con las manos del ser invisible a mis ojos, del dueño de esa figura felina que posiblemente me esté cazando desde hace un buen tiempo.
Tiene tiempo haciéndolo, tiene tiempo siguiéndome, tiene tiempo con sus ojos puestos sobre mí, lo sé. No he dejado de sentirle, no he dejado de escucharle, no he dejado de percibirle, pero siempre hay un problema y es el de no conocer su rostro ni su aroma, de no poder percibirlo desde ningún lado.
Maldita phantera, maldito leopardo de las nieves. Ser salvaje de tamaño no tan extravagante, ¿cómo has hecho para persuadirme y engañarme tanto? ¿Cuál es el rostro que se esconde debajo de esos bigotes? ¿Quién es el cachorro que a tu lado siempre se encuentra?
Aléjate de mí, suéltame de una buena vez. Apártate de mi cuerpo, no me hagas daño. No quiero temer, no quiero verme atrapada de nuevo en una cápsula que no permite el escape de ningún modo.
La sangre toca mis dedos, toca mis pies que sin razón alguna se encuentran descalzos. Sus manos, duras y firmes alrededor de mí, hacen más presión hasta el punto de hacerme quejar y remover en busca de tranquilidad.
— ¡Suéltame! —grito con pavor, removiéndome con la desesperación de verme cada vez más rodeada por el líquido que se escurre del cuerpo a metros de mí.
— ¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa! ¡Todo es tu maldita culpa! —exclama con el doloroso sentir impregnado en su voz.
No, no lo es. Yo no tengo culpa de nada, no tengo razón alguna para verme siendo la responsable de la muerte de esa mujer que se encuentra cerca de mí. Yo no la he tocado, no ha sido herida por mí, no he hecho nada que haya provocado su muerte. ¡Yo no tengo la responsabilidad de nada! ¡Yo no tengo ningún tipo de responsabilidad en ustedes aquí!
— ¿¡Por qué no te defiendes!?
Sus manos, sus asquerosos dedos, su repugnante cuerpo, todo me hace desesperar al sentirle tan cerca de mí al igual que su respiración sobre de mi cabeza. De mis brazos a mi cuello, rodeándolo fuertemente, y de mi torso al pasar con sus uñas cruelmente enterradas entre mis costillas.
Rápidamente, me veo asfixiada al completo.
Esa voz tan lejana se vuelve a presentar tal y como un susurro. Sumergiéndose en mi mente, logrando opacar los gritos de este hombre que me aturde a más no poder. Lo repite una y otra vez tal y como si fuese un mantra o un hechizo sin efecto alguno, pero sin verse desesperado o preocupado, sin verse alterado o miedoso; es todo lo contrario, no puede ser más tranquilo a pesar de tener la rabia impregnada en su voz.
— Vamos, Akira. ¿Por qué no te defiendes de él?
No puedo hacerlo, él es más fuerte en este momento. Yo estoy tan cansada y tan débil que no creo poder lograr algo aparte de empeorar mi estado y enojar de más el suyo. En algún momento se cansará de gritarme y reclamarme de algo en lo que no tengo ningún tipo de conexión. Mi paciencia no puede ser la mejor, pero si me lo propongo, puedo llegar a un límite bastante extenso en tiemo.
— ¿Vas a dejarte de excusas? Ni siquiera lo has intentado y ya estás diciendo que no. Además, ¿por qué te dejas gritar de esa manera? No tienes porqué permitir eso bajo ninguna circunstancia; él se encuentra por debajo —brama aquella voz resonante en los rincones de este oscuro lugar.
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Secreto entre lazos: Dominación
FantasíaLos actos precipitados y descuidados de todos han hecho enojar al monstruo oscuro en el corazón de Akira Berglind. En ella surgió la duda de saber si las personas a su alrededor son realmente de fiar. Se acabaron los buenos actos, las buenas palabr...