Epílogo

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Hunter Berglind

Aunque la calidez del viento se encuentre presente y el cielo azul resplandezca con fuerza gracias al sol, la sensación a nuestro alrededor es tan parecida a como si de verdad estuviera diluviando sobre nuestras cabezas. Ojalá fuese así, quizás de esa forma la luz no molestara tanto y sus corazones podrían desahogarse con más facilidad.

Siendo sincero, si por mi fuese estuviese bastante lejos de este lugar de encuentro o lo más apartado posible por los malos recuerdos que me trae, pero sé a la perfección como debo evitar hacerle caso a mis pensamientos en la medida de lo posible por respeto al mínimo grupo capaz de vernos entre todos los presentes... Y más importante que ellos, por ser precisamente en este momento el apoyo emocional de Akira.

No es lo mismo recibir de parte de la familia palabras de advertencia con la intensión de ayudarnos a formar una coraza psicológica parar prepararnos conforme el tiempo va avanzando a encontrarnos realmente de frente a la situación real.

Llevamos varios años siendo conscientes de la situación imposible de cambiar o evitar, es por eso que nos dedicamos fervientemente a darles a cada uno de nuestros cercanos o viejos amigos todas las herramientas necesarias y a señalarle el mejor camino a recorrer con tal de no hacerles conocer nuestra vivencia del día a día.

Para ella y para mí no es la primera vez encontrándonos el uno al lado del otro haciéndonos una reconfortante compañía silenciosa, pero aun así, el dolor se refleja y permanece igual de fuerte como si nunca lo hubiésemos experimentado. Para nosotros dos en ésta ocasión el único reconforte existente es la certeza de saber cómo después de hoy no seguiremos repitiendo el panorama por el tiempo de unas cuantas décadas más.

Lamentablemente, en nuestros corazones se encuentra la herida creada por el inevitable apego emocional ocasionado por los recuerdos. Será complicado y ya no los demostraron varias veces, pero dejaremos el sanado en manos del tiempo.

Cubro mi propio cuerpo instintivamente con mis propios brazos por unos segundos para aplacar la molesta sensación de escalofríos que me ha recorrido de pies a cabeza de un momento a otro, deteniendo abruptamente el jugueteo ansioso que mantenía desde hace rato sobre el anillo en mi mano izquierda. Mareado y agobiado, me veo obligado a minimizar mis sentidos hasta el mismo nivel humano tan solo para escapar del abrumador aroma de los sentimientos compartidos rondando en el aire. Suspiro casi de inmediato con ligero alivio y menos peso encima al percibir las cosas con más sutileza y debilidad, siendo capaz de volver mi atención a mi entorno nuevamente.

Adolorido, comienzo a acariciar mi pecho fuertemente donde más se concentra la asfixiante presión en un intento de dispersarlo un poco, pero por mucho que deslice mi mano por sobre la tela es casi inútil por tratarse de una mezcla entre mi propio dolor y el compartido a través del enlace... Y estoy seguro de que Akira ha de sentirlo igual a como lo siento yo, quizás con mayor intensidad por ser quien me comunica su sentir en esta ocasión.

Alzo mi mirada anteriormente perdida en su espalda cubierta por su cabello hacia el perfil de su rostro entristecido antes de acercarme a ella a un paso cuidadoso. Con gentileza, deslizo mis manos a lo largo de sus brazos y me detengo sobre las suyas, cubriéndolas y acompañándole en el firme agarre que mantiene sobre la dura y firme superficie de madera. Apoyo mi cabeza sobre su hombro sin dejar caer mi peso por completo, suspirando nuevamente al sentir mis ojos cristalizarse y mi garganta presionarse de un momento a otro debido a los sentimientos atravesando mi corazón como si decenas de agujas se tratasen.

A modo de apoyo y de consuelo, lo único que puedo hacer en este momento es afianzar mi agarre alrededor de ella y besar un par de veces su cabeza por sobre su oreja, quizás derrumbando su último gran esfuerzo en no dejar ceder las lágrimas acumuladas en sus ojos. Inmediatamente, su rostro se tiñe de un ligero tono rosa pálido y su aliento escapa de entre sus labios con fuerza casi en un bufido retenido, abriéndole paso a ese silencioso llanto tan pesado y cargado capaz de llevarme con ella.

Secreto entre lazos: DominaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora