25, parte 1._ Condena eterna

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Hunter

No sé qué pretende con enviarme de nuevo hacia donde se encuentra. Puede que haya ido anteriores veces por cuenta propia mientras ella o cualquier otro miembro se encontraba inspeccionándolo o tomando notas de su estado o de los resultados, o cuando simplemente Adeline bajaba para divertirse un rato antes de tomar de su sangre por simple gusto, pero eso no significa que quiera verlo a cualquier instante y menos si no está sucediendo absolutamente nada cera o alrededor de él.

No le refuté nada por el simple hecho de que seré yo mismo quien lo mande al infierno a seguir con su pudrición en ese lugar donde su poca jerarquía podría acabar eliminándolo por incumplimiento o por mala suerte, no le refuté por eso mismo, por la mínima satisfacción de saber hacia dónde irá sabiendo que pocas o nulas veces me lo volveré a tropezar.

Me harta, me harta demasiado, pero no siento el mismo tipo de odio que sentía con Andrea. Para nada, es uno completamente diferente y de sentimientos bastante alejados el uno del otro; más que odio, podría asociarlo a la repulsión de tenerlo cerca, al asco al percibirlo, a la molestia al escucharlo y al rencor que me atraviesa al unir cada una de esas coas. Andrea me provocaba unas intensas ganas de tomarla entre mis manos y hacer sufrir el mismo dolor por el cual pasé cuando me encontraba entre su poder ya sea desde mi estadía con ella o incluso hasta el momento de mi muerte, pero al mismo tiempo, podía sentir el impulso de querer desaparecer de su proximidad y no verla, escapar de ella y esperar paciente a su rendición o a su desaparición; para mi propio orgullo, lo último era algo mínimo ante el primer sentir hacia ella y de no haber sido por eso, no habría podido deshacerme de ella.

Tomo una honda inhalación en un intento de canalizar mi repulsión tal y como lleva tiempo enseñándome Lisa para mantener un nivel emocional menos explosivo, abriéndome paso hacia la apartada habitación donde Carl sigue encadenado y engañado respecto a su entorno.

Gira a verme con rabia apenas siente mi presencia, rozando esa delgada pared de obediencia y desobediencia ligada al enlace que creó Akira en él entre sus pruebas. Su duro gesto se transforma hacia esa típica expresión difícil de descifrar para mí apenas parece reconocerme, apenas me detalla de pies a cabeza con todo lo que me identifica como un ángel de la muerte, dejando libre esa dolorosa mirada que hace retorcer mi estómago una vez más.

Exhalo con gran pesadez, dejando caer mis hombros y retirándome la capa de sobre mis hombros para doblarla y dejarla caer sobre uno de ellos. Me cruzo de brazos, deteniéndome a medio camino para detallarlo una última vez en su andrajoso aspecto que lo hace lucir el doble de desesperado por su falta de alimento.

Nada de sentimientos aquí dentro, nada de almas para su sistema, nada de energías por su nula capacidad y nada de sangre de mí parte o de los Berglind. Qué triste, ¿no? Tal vez me provocaría algo de lástima si mi cariño no se hubiese roto hace años.

Recorto mi distancia en cuanto le veo separar los labios para formular cualquier palabra, interrumpiéndole al instante por mi voz antes de que se me quiten las ganas de desatarlo. Con nulo cuidado y con nula suavidad, inserto las llaves en sus respectivos candados hasta que el clic de ellos mismos me indican como las cadenas por fin se encuentran libres. Los grilletes en sus muñecas, en su cuello y en sus tobillos, cada uno, los separo de su cuerpo de un solo tirón, importándome poco o nada el malestar que le pueda provocar y si puedo llegar a herirlo en el proceso.

La verdad, es por simples ganas de quererlo molestar.

La gravedad hace de las suyas debido a la debilidad de forma instantánea. Sus manos son lo primero que toca el suelo seguido de sus rodillas, sosteniendo su cuerpo hasta que sus brazos seden al peso de su cuerpo junto con un quejido al cual ruedo los ojos con impaciencia.

Secreto entre lazos: DominaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora