Akira Berglind
Un par de movimientos borrosos, mi reacción dada por mi percepción y su extrema cercanía, y el aroma de la sangre, son esas tres cosas lo suficientemente sorpresivas como para hacerme sumergir en los nervios ahora que en el suelo por su impacto he logrado reconocer mi acción.
Limpio mi rostro de la sangre que he acabado escupiendo y de la que ha corrido en gotas desde mi cuero cabelludo, tomándome unos poco segundos para neutralizar mis excesivos sentimientos que me imposibilitan pensar con claridad. Ante la mayoría de presencias caídas, permito el paso de quienes dejé fuera de ésta situación, apago el fuego y regreso el agua restante a su sitio de origen con sutileza a través del suelo, aprovechando el desconcierto del resto para alimentarme de sus sentimientos ante la caída de la barrera que los contenía y de la inexistencia de los hechizos sobre ellos mismos que los ocultaba.
Retengo mi recuperación del residuo de los hechizos y de las heridas aún abiertas tan solo para acumular esa poca energía que poco voy recuperando en las palmas de mis manos. Sin ser aún centro de atención, me desplazo hacia el par y con un ferviente deseo en mi pecho gritando por realizarse, me arriesgo a desplazar cada gota de mi poder y reunirlas en las palmas de mis manos.
No les herí como para derramar su sangre, pero el golpe fue el mismo con el que mi madre fue atacada hace años allá dentro de la mansión.
Arrodillada entre los cuerpos inconscientes de ambos, poso mis manos sobre los pechos de cada uno y distribuyo de forma consciente esa habilidad que tantos problemas me ha dado a lo largo del tiempo desde mi despertar y que hace poco utilicé en los pequeños rasguños en el brazo de Hunter. Centro mi visión en quien más cerca está de mi cuerpo y a quién golpeé con mayor fuerza, esperando no ver formándose en su piel las líneas moradas.
Cierro mis ojos e inhalo con profundidad la gran mezcla sentimental en el aire y refuerzo mi impulso a pesar de conocer ese pequeño límite existente en una energía propia y absoluta del cuerpo contra una toma recientemente sin tiempo de integrarse; no podré hacer demasiado con alimentarme del ambiente. Bloqueo las palabras y los murmullos, prefiriendo no decir nada a sus palabras y permanecer inmóvil aunque no aguante más el agotamiento.
Presiono mi misma fuerza en una oleada desgarradora para mi pecho, pero quizás liberadora para el diminuto cúmulo, y me alzo con una increíble dificultad que me obliga a intentarlo un par de veces más sin querer llamar a alguien para depender en la acción. Trago grueso y vuelvo mi percepción sensitiva como la de un humano dispuesta a no seguir tomando de ellos y también como una forma de retener mis otros impulsos naturales.
Sin una visión nítida, me valgo de las borrosas figuras y me abro paso entre ellas hasta el final de este extenso pasillo el cual mantiene en el centro la poltrona de tonos dorados y detalles celeste platinados. La rodeo deslizando la yema de mi dedo índice sobre su superficie, delimitando un poco más allá de mi posición el límite de acercamiento en una circunferencia que queda claro al detenerme en el punto de inicio.
— Obsignato.
Regreso mis lentos pasos hacia donde la multitud se encuentra reunida y me detengo fuera de toda la agrupación.
— Llévenlos y acuéstenlos bajo la sombra de uno de los árboles del frente —ordeno en un susurro a los firmantes con el objetivo de sacarlos a todos de aquí.
Espero paciente a su adelanto y me mantengo quieta en mi sitio hasta el movimiento del último ángel que comienzo a seguir dirección a la salida, cerciorándome de su abandono del lugar. Cierro el par de altas y gruesas puertas color crema y repito el último procedimiento para evitar el paso de alguien si yo no me encuentro presente.
ESTÁS LEYENDO
Secreto entre lazos: Dominación
FantasyLos actos precipitados y descuidados de todos han hecho enojar al monstruo oscuro en el corazón de Akira Berglind. En ella surgió la duda de saber si las personas a su alrededor son realmente de fiar. Se acabaron los buenos actos, las buenas palabr...