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De primera instancia no quise verle. Con el corazón en la boca enfrenté el rostro de Tae quien luego de relamerse los labios volvió sus ojos oscuros hacia mí. Gesticuló con la boca algo parecido a un "¿quieres irte?" que resonó en mi cabeza como un eco interminable, obligándome a fruncir el ceño.

¿Debería irme? ¿Debería salir corriendo de ahí? ¿Debería tirar mi tiempo a la basura y perder el lugar para ver a mis amigos por culpa de aquel imbécil? ¿De verdad valía tanto la pena?

Arrugué la nariz acompañando a mi entrecejo y luego de darle unas cuantas vueltas a esas (y otras tantas) preguntas al respecto opté por negar firmemente con la cabeza.

No.

No valía en lo absoluto la pena.

—Quedémonos —dije a Tae muy segura de mí misma. Él observó en silencio y luego de unos segundos sonrió orgulloso de mi decisión.

Bufé, me giré.

Y ahí estaba él.

El maldito, mentiroso, egoísta, envidioso, oportunista e imbécil de Min Yoongi.

Le vi de frente. No había cambiado mucho. Seguía con el mismo cabello rubio de escobillón, la misma estatura y el mismo estilo jodido y rasgado por todos lados, con el negro como principal elemento como siempre.

Joder.

La gente a mi alrededor animaba enardecida la energía que Yoongi les entregaba sobre el escenario con aquella canción que nunca había escuchado antes pero que, sin duda, era totalmente su estilo. Cruda, agresiva, con gruñidos y palabras duras de por medio. No me fue difícil adivinar que se titulaba algo así como "Give it to me" por las repetidas ocasiones en que mencionaba aquellas palabras durante el coro.

Y por si fuera poco hablaba sobre lo único que le importaba en la vida: Fama, dinero y alcohol. Además, claro, aprovechaba para insultar a todo individuo que no se tratara de él.

El típico Yoongi.

Juro por Buda que si me hubiesen dado un puto cuchillo para cortarme los oídos, lo habría hecho sin titubear con tal de no escucharle rapear.

Chasqueé la lengua, cagándome mentalmente en todas las deidades posibles porque aún si me quemaba por dentro tenía que aceptar que la maldita canción sonaba bien. Pero no quería pensarlo. No se lo merecía y, mierda, no quería darle ni una pizca de crédito porque no dudaba que hubiese pisado unas cuantas cabezas para sacar aquella pieza a la luz.

El muy imbécil.

Procuré no cruzar mi vista con la de él, pero fue casi imposible cuando en medio de lo que supuse sería el último coro de la canción, decidió girar los ojos al centro de la pista, justo donde estábamos Taehyung y yo.

Me miró. Le miré. Lo sentí. Pero el peso de su vista sobre la mía se desvaneció tan pronto como cayó y gracias al cielo, pocos segundos después, la maldita canción terminó.

Yoongi dio la espalda al público y se perdió entre el fondo del escenario con una botella de agua entre las manos. Estúpidamente pensé que toda la presentación había terminado —y, no mentiré, no pude evitar mirar al cielo agradeciendo con alivio—, pero al parecer las deidades habían decidido castigarme por cagarme alegóricamente en sus cabezas pues, después de un minuto de silencio en el que la audiencia pedía como loca que Suga volviera al escenario, una nueva pista se alzó entre el ruido y los gritos.

Y, joder, esa sí que pude reconocerla.

Mis ojos se abrieron tanto que por un momento pensé que se saldrían de sus órbitas. No necesité más de cinco segundos de melodía para darme cuenta de que no era la primera vez que aquella canción derramaba su poderosa y dramática energía sobre mis oídos.

on stage » bts; myg + kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora