Continuación...

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Mateo.

Si bien Abie me había defendido, las palabras de su hermana eran las que reinaban mi cabeza. Y es que así era, si recibías al día y por diez personas un "que guapo te ves" te hacia sentir especial, pero si una tan sola persona te decía "que feo eres" la que reinaba en tu cabeza, sin duda alguna, seria ese "que feo eres" y aquel alago que recibiste por diez personas, se iba al bote de basura.

--Mateo... ¿que haces acá? 

Las palabras de mi pequeña chica me hicieron pisar la realidad nuevamente. Solo quería que ella me abrazara, solo necesitaba de sus brazos y de sus mimos para no sentirme como la basura que en ese momento me sentía 

--¿Pasa algo? --su mano se posiciono en mi mejilla y su tono me dijo que iba con preocupación. La abrace por los hombros de inmediato y con tanta euforia, que sabía que la había tomado por sorpresa

--No pasa nada... --intente sonreír y vaya que eso me tomo demasiado esfuerzo. 

Me recosté en su cuello y la apreté con fuerzas, mas de la acostumbrada, todo para que ella no escapara de mi lado, todo para que ella me hiciera sentir el hombre más seguro. Me fue inevitable no dejar escapar un fuerte suspiro que seguramente, fue escuchado por ella

--¿Estas seguro, cielo? --intento con sus manos separar mi cabeza de su cuello y cuando estaba por asentir, la voz de Chris nos interrumpió

--¿Nos vamos? --dijo. Ela soltó mi rostro y yo solté el abrazo con la que la rodeaba

--Chicos... ¿hacia donde van?-- habló esta vez Abie, sus pasos venían repicando uno a uno hacia nuestra dirección. Trague grueso pues no sabía si su hermana venia junto a ella

--Vamos por las cervezas al pueblo, amor... --menciono Chris y yo asentí con una media sonrisa

--Y yo iré con ellos, mamá... --Ela se puso a mi lado y enrollo su mano en mi brazo con fuerza

--No, señorita, usted se queda acá... debes ayudarnos cielo

--Pero... mamá...

--Ya dije, Ela, y ademas, deja que sea una salida de chicos, no seas entrometida, cariño... --Abie se acerco a nosotros y le dejo un beso a su hija, seguro en su mejilla

--Esta bien... --hablo mi pequeña a regañadientes y soltó mi mano --Luego hablamos ¿si? --sonreí a medias y asentí --Lo cuidas papá... digo, se cuidan... --se retracto de inmediato, pero ese comentario me hizo dejar escapar un suspiro lleno de cansancio y frustración

--Sí, hija... ¿necesitas algo del pueblo?

--Sí, quiero llevarle algunas cosas a mis amigos... unos chocolates para Sarah, de esos que venden en la esquina casi por la fuente y... unas cuantas camisas que digan Northfield para los demás... Mateo sabe de quienes hablo, así que le preguntas a él... voy a ayudarle a mamá --la escuche dejar un beso en la mejilla de su padre y luego, dejo un beso en mi mejilla

Mi pequeña salio corriendo, mientras Chris y yo, comenzamos a caminar, él me había ofrecido su codo y yo había accedido. Me era inevitable no recordar cada una de las palabras de Mónica... y me era inevitable que cada vez que las recordaba, el corazón se me estrujara lleno de tristeza.

Quizá, solo quizá, sus palabras venían con un poco de verdad, yo sabía a la perfección que necesitaba de ayuda... pero eso no me hacia ser un inútil, pues un inútil era aquel que ni siquiera lo intentaba, y yo si lo intentaba cada día, intentaba andar cada día sin perderme y lo lograba, intente aprender braille y lo logre, intente aprender a nadar y lo logre, intente entrar a la universidad y lo logre... el hecho de que era una persona ciega, no me hacia un inútil, y estaba casi seguro que por el mundo habían muchas personas con vista, que si lo eran por que ni si quiera se esforzaban por intentarlo. 

Tu Amor En Mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora