Capitulo 26

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Mateo 

En mi diario vivir y desde que tengo uso de razón, recuerdo con frecuencia como los nervios me invadían cuando se trataba de llegar a un lugar por primera vez, tener esa sensación horrible de sequedad en la boca, que la frente se me llenara de miles de gotas de sudor helado, que mis manos temblaran, incluso, podía sentir como mi pecho vibraba por las alteradas palpitaciones de mi corazón y todo por una sola razón.

Mi temor extremo a ser rechazado por las personas.

Me llene de nervios el primer día que fui a la escuela y es tonto, pues en esa escuela todos tenían la misma deficiencia que yo, sentí nervios el día en que fui por primera vez a las clases de natación, aunque también era tonto pues los niños de ese lugar tenían alguna discapacidad igual o peor que la mía, me llene de nervios cuando llegue a la escuela "normal" y esa vez con justa razón, pues en ese lugar todos los niños veían, jugaban, corrían libres y no sabia si me iban a aceptar por lo que era.

Pero nada, absolutamente nada, se comparaba con los nervios terribles que sentí fuera de la casa de los padres de Ela, aunque debo confesar que luche contra ellos para que mi pequeña no se diera cuenta, para que no notara mis manos temblar ni mi pecho vibrar, pues me tocaba demostrarle que era fuerte, fuerte por ella, me tocaba demostrarle que creí a sus palabras cuando dijo que sus padres me aceptarían, y, aunque había un huracán de nervios dentro de mi, esta vez decidí ser silencioso y tragarme los malditos nervios, solo por ella.

Para ser honesto, aun no podía conciliar el sueño, aun no podía creer que estaba bajo el mismo techo que los padres de Ela, aun me costaba creer que ellos me habían aceptado sin dificultad alguna. A decir verdad, una gran parte de mi me decía que seria rechazado por ellos, pero esta vez me había equivocado, esta vez ellos me habían dado una tremenda lección al darme cuenta por ellos mismos, que no todas las personas estaban cortadas con la misma tijera. 

Esta de más decir cuanto había disfrutado este día junto con mi pequeña y junto a sus padres.  

Después de dejarle ese mensaje a mi pequeña, estaba dispuesto a intentar dormir, pero mi celular comenzó a sonar a mi costado derecho, pase mi mano por el colchón y mis dedos dieron con el artefacto, el sonido era el que Jacob se había asignado para él mismo, así que... obviamente era mi amigo. 

--¿Hola? --conteste luego de haberle indicado a mi celular que respondiera la llamada, me frote los ojos con un rastro leve de sueño

--Mateo...--dijo con un tono un tanto apagado, fruncí mi ceño pues ese no era el habitual Jacob--¿Como te a ido con tus suegros? ¿dime que todo salio bien? --podía notar la preocupación invadir su voz y supuse que ese era el motivo de su desanimo 

--Pues... no, no salio bien... --sonreí y me acomode en el colchón 

--¿No? ¿¡no me digas que los padres de Ela te hicieron algo!? ¿¡Ela te defendió!? ¿¡hizo algo para que...

--No me fue bien... --le interrumpí y reí un poco por su alterada voz y respiración--Me fue de maravilla, Jacob, los padres de Ela son grandiosos, no les incomodo mi ceguera, es más, hemos congeniado demasiado bien --escuche como mi amigo dejo escapar una fuerte bocanada de aire 

--Tu y tu costumbre de no terminar las oraciones, pensé que te había ido mal... ¡es más, ya estaba poniéndome un zapato para ir por ti! --alce mis cejas y me eche a reír 

--Tu y tu costumbre de ser un exagerado... 

--Entonces... ¿te fue bien?

--No, me fue de...

Tu Amor En Mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora