XXV

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El sonido de la leña hizo ruido cuando la dejó caer al suelo sin reparo alguno, la puerta mandó eco por toda la gran casa, pero aún con todo ese ruido no pudo ahogar a uno que venía en la distancia.

Sonaba muy similar al crujido de las paredes agrietandose y cosas rompiéndose. Parecía que aquella abandonada casa se desplomaría sobre sus propios cimientos.

Ya había anochecido, la casa se encontraba en oscuridad a excepción de una luz roja, proveniente de la habitación del origen de todo aquel desastre.
Parecía danzar ferozmente, el olor a humo ya había inundado las fosas nasales de la joven.
Entre más se acercaba corriendo más podía distinguir los sonidos.
Entre los ruidos estrepitosos se distinguió los gritos de Ben, denotando furia y dolor.

Si Rey no estuviera cegada por mero impulso hubiera pensado más de dos veces entrar en aquel cuarto. Pero decidió ignorar razonamiento alguno y entró.

Encontró el rostro de Ben iluminado por su sable.
Era ira pura, enojo y desesperación.
Golpeaba la pared repetidamente, dejando cicatrices de fuego sobre la pared frente a él.
Había muebles y decoraciones de aquel lugar hechos trizas casi irreconocibles.

-¡Ben!
La joven dio un grito, llamando al hombre frente a ella para detenerlo, pero pareció no funcionar, su voz se perdio entre el crujido del sable rojo-. ¡Ben detente!

Una onda de fuerza lanzó los restos de los muebles por todas direcciones mientras eran triturados antes de tocar su destino.
Creyó que mas de uno le golpearía, pero ninguno le toco, parecieron desviarse antes de golpearla.
Se aproximó dudosa a la oscura figura de Ben, el cual seguía golpeando su sable contra la pared.
Otra onda se lanzó, proveniente de Ben aparentemente, solo que este hizo que los cristales de las ventanas explotara.

-¡Ben, por favor Detente!

El joven volvió hacer caso omiso de la petición de la morena, aunque ella lo comprendía.
No sabía que hacer para detenerlo. Sintió una llamarada recorrerla y después otra profunda tristeza.
Las lagrimas nublaron su vista y su pecho dio tirones y opresiones en contra de ella misma, no podía respirar, le resultaba crudamente doloroso.

Lo que ella estaba sintiendo era el dolor de Ben, acababa de perder a su madre y se estaba ahogando en su dolor.

-Ben...

La voz de Rey salió en un murmullo, pues el dolor en su pecho dejaba poco aire para hablar.

Alzó sus brazos con los cuales trató de rodear al azabache con ellos, necesitó de fuerza extra para aprisionar los brazos del hombre, pues median lo triple de los de ella triplicandole de la misma manera en fuerza.
El joven dejó de dañar la pared con el sable, pues los brazos de Rey se lo impedían, deseaba soltarse y derrumbar todo a su paso. Pero se sintió decaer terriblemente en tristeza cuando ella le abrazó por la espalda.

Olvidó que estaba ella ahí.

Apagó el sable y lo soltó, el sonido metálico y pesado pareció romper el suelo de marmol, pero no fue así.

Tomó las manos de la joven para zafarse de su abrazo.
Rey parecía no querer dejarlo ir por nada del universo y de cierta forma Ben le agradeció internamente.

Se volteó bruscamente sin soltar una de sus manos. La arrastró por el pasillo y unas escaleras, llegaron a una habitación. Parecía que Ben había tratado de limpiarla, incluso había una vela a punto de consumirse por completo, pero eso era insignificante en ese momento.

Soltó la mano de Rey y usó la fuerza para cerrar la puerta de un golpe fuerte. Provocando que la morena diera un brinco del susto.

Ben le dio la espalda, su respiración era agitada y pesada, incluso se podría decir que entrecortada.
Rey aún sentía esa opresión dolorosa, las lagrimas tampoco se detenían.
El joven tomó asiento sobre la vieja cama y miró por fin al rostro de Rey.
Los ojos del azabache estaban cristalinos y acumulaban lagrimas a un punto donde ya no logró contenerlas.
Bajó la mirada, ocultando a la par su rostro en las palmas de sus manos.
Sollozó en silencio, había perdido a su madre, tal vez lo único que le quedaba de su "viejo hogar". Lo último que quedaba de aquel niño, y lo peor de todo es que dentro de él le carcomia la ira contra si mismo.

PleaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora