41. Víveme sin miedo

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Hay gran espacio y tú y yo, cielo abierto que ya no se cierra a los dos, pues sabemos lo que es necesidad. Víveme sin miedo ahora, que sea una vida o sea una hora. No me dejes libre aquí desnudo, mi nuevo espacio que ahora es tuyo, te ruego, víveme sin más verguenza, aunque esté todo el mundo en contra. Deja la apariencia y toma el sentido, y siente lo que llevo dentro 🎶





Alec abrió los ojos cuando la mezcla de sensaciones golpearon su cuerpo. El frío gel sobre su vientre y las manos de Magnus, que incluso a través de los guantes se sentían, suaves y cálidas sobre su costado.

Era completamente incorrecto y poco ético como Magnus no pudo evitar inclinarse y dejar que su nariz acariciara un lado del abultado vientre de Alec.

Y fue eso lo que provocó que sus ojos azules se abrieran. Su mano fue rápida, atrapando el rostro de Magnus, acariciando su mejilla, deteniéndolo, manteniéndolo ahí.

Magnus lo miró, apoyando su barbilla sobre él, no importándole si se manchaba del gel. Alec había dicho que no y llevaba ya dos semanas viviendo en la Casa hogar.


«—¿Estás seguro que no quieres reconsiderarlo?

—Sí.

Y Magnus había esperado, con el corazón latiendo fuerte. ¿Sí lo había reconsiderado, quería vivir con él, o sí estaba seguro de vivir solo en el Hogar compartido?

—Creo que tengo que hacer esto solo –y su mano se había estirado, buscando la de Magnus, sólo para detenerse al darse cuenta que Magnus necesitaba ambas manos para manejar. Magnus la había tomado y la había dejado sobre su muslo, apretándola suavemente antes de retirar la suya y regresarla al volante. Alec se había ruborizado profundamente y había tartamudeado después: —N-no es que n-no te a-agradezca, de verdad, pero...

—Necesitas tu espacio –Magnus lo había entendido, aunque sintiera que se moriría de preocupación al imaginar a Alec solo cada día.

—Aun así, estarás conmigo, ¿no? –Alec había sonado preocupado–. ¿Puedes visitarme? ¿Seguiremos viéndonos y hablando? ¿Puedo cambiar de opinión después?

Magnus lo había tranquilizado con una sonrisa. —Claro, Alexander, como te dije. Mi oferta no es como tu pareja, aunque me gustaría, si esto funciona y realmente espero que funcione, poder vivir contigo en un futuro, compartir una vida juntos... Tú y yo sabemos que no es el momento... Te ofrezco mi hogar para que no estés solo, quiero cuidarte, quiero asegurarme que estás bien, funcionaría un poco como las casas de apoyo, sólo que en la mía serías únicamente tú... O puedes traer a alguien si no te sientes cómodo viviendo solo conmigo...

Los labios de Alec se habían fruncido. Aunque quisiera, no tenía a nadie a quien llevar.

Y además, no dudaba de Magnus. Ni le importaría vivir con él, aunque fuera sólo temporal. Pero quería intentarlo al menos, por su cuenta.

—Gracias –un "Gracias" no estaba ni cerca de todo lo que quería decirle Alec, pero era un inicio...»


—¿Estás seguro que estás bien? –preguntó, sintiendo el movimiento dentro del vientre Alec, el subir y bajar con sus respiraciones. Adorando los diferentes tonos de rosas o rojos que manchaban las mejillas de Alec, la forma en que sus ojos lo evitaban, pero inevitablemente volvían a él y, oh, esa sonrisa. Alec sonreía y era como el sol asomándose entre las nubes, desde el primer día había sido así.

Alec sentía la revolución en su estómago. Y no, no era el Peque travieso que ahora –con sus cinco meses de embarazo– se movía cada vez más, eran las benditas mariposas que cada enamorado menciona. Este aletear era casi tan fuerte como las nauseas, pero este en un buen sentido.

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora