17. Besos y culpa

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Alec sonrió, mirando sus manos, mientras esperaba afuera del consultorio del doctor Bane.

Doctor Bane.

Soltó una risita que hizo a la secretaria de Magnus mirarlo.

Magnus. Eso sí era apropiado. Alec lo había conocido antes de saber que era médico y, además, el encargado de su embarazo.

¿Su novio?

No sabía qué eran exactamente o cómo llamarlo -o si era correcto-, pero sabía que se sentía muy bien cuando el mundo empezaba a volverse asfixiante y sabía que podía llamar a Magnus y quedarse en sus brazos, tranquilizándose con los latidos de Magnus y las caricias que éste inconscientemente dejaba sobre su vientre.

No hacía falta hablar. Nunca lo hacía. Y no era porque Alec quisiera alimentar la mentira de que él era mudo o engañar a Magnus, era simplemente que con Magnus no hacían falta las palabras para entenderse, desde el comienzo fue así. Se sentía bien, después de tanto luchar y gritar contra el mundo, poder quedarse en silencio con Magnus y aun así sentirse aceptado y querido.

Tal vez era incorrecto que hubiera pasado más de un mes desde que se conocieron, y un mes desde su embarazo, y que Magnus siguiera en su error, pero Alec disfrutaba las notitas purpura de él, sus palabras con señas que tenía que explicar después -Alec incluso había buscado unas cuántas en internet-, los mensajes de "Buenas noches, ángel silencioso" o "Buenos días, mi bello silencio", o las llamadas donde Magnus hablaba sin parar, escuchar su risa y que Alec sintiera que era más fácil respirar...

Había llegado ya a dos conclusiones:

Uno: Estaba irremediablemente enamorado de Magnus Bane. Ahí estaban todos los síntomas, incluso él podía verlos y reconocerlos.

Dos: Tenía que hablar pronto. Aunque el silencio fuera cómodo a su lado, no podía dejar que el posible amor avanzara sobre una mentira.

Alec hundió su cuchara en el esponjoso pastel de chocolate que Magnus le había dejado al pasar junto con un beso en la mejilla que lo había hecho ruborizarse y llenarse de maripositas que incluso el Peque debió haber sentido.

Alec gimió suavemente al probar el pastel y sonrió ante eso último. Su bebé, el bebé, pasaría estos meses sintinendo lo que es el amor. Eso era bueno, ¿cierto? Conocería el amor incluso antes de nacer.

Alec interrumpió su postre inesperado cuando hubo un jadeo y ruidos de pies derrapando frente a él. Por instinto, se giró un poco en su silla y cubrió su vientre. ¿Por qué siempre parecía que querían hacerles daño?

Era Scott, la pareja de Ernesto.

Alec se preocupó al instante, ¿le pasaba algo a Ernesto?

Ernesto le había caído bien a Alec, aunque hablaron sólo una vez.

Alec se puso de pie, con un "¿Estás bien?" que sonó un poco estrangulado y bajo por la preocupación.

Scott lo miró, sus ojos muy abiertos, se apresuró a Alec, hablando tan rápido que éste no entendió todo: —Ernesto llamó... Dolía... Doctor Bane... Vine en cuanto pude... ¿Dónde está...?

Alec lo miró en un silencio impotente. Él no sabía nada ni había visto llegar a Ernesto en el tiempo que había estado aquí. Sabía que había un paciente dentro, por eso él estaba esperando su turno, pero no sabía quién era o si era grave.

Sus ojos azules muy abiertos, sin saber qué decir, estaba por sugerir preguntar a la secretaria, cuando Magnus salió justo cuando Scott gritaba "¡Dime algo!".

Los ojos de Alec se llenaron de lágrimas, por el grito y por la presión que Scott ejerció sobre uno de sus hombros.

—Oye, oye, no lastimes a Alexander y no le grites —Magnus se apresuró, quitando su mano y envolviendo a su ángel en un abrazo, sin importar que todos vieran—. Tu preocupación no es pretexto para herir a otros.

Scott miró al piso apenado. —Lo siento, pero Ernesto...

—Él está bien, sólo va a estar dentro unos minutos más, puedes pasar.

—Gracias, gracias —iba ya corriendo y después se giró para gritar un "¡Lo siento, Alec!".

Porque Ernesto había averiguado su nombre y que también estaba embarazado y había prometido intentar ser su amigo.

—¿Estás bien? —Magnus estaba tocando su rostro, con cariño, sus brazos, sus costados, su vientre—. ¿Bien los dos?

Alec sonrió y se limpió una lágrima. Asintió y estaba por decir que sólo lo había asustado un poco, cuando Magnus le dio un suave beso en los labios, seguido de: —No te preocupes. Él sólo estaba preocupado por su esposo. No quería herirte y no sabía que tú eres...

Mudo.

—...un ángel silencioso.

Por alguna razón, esta vez el apodo cariñoso hizo sentir mal a Alec. Lleno de culpa.

Magnus besó suavemente una comisura de sus labios y barrió su dedo juguetonamente sobre ambos, como poniendo un cierre sobre ellos.

—Tú eres perfecto, Alexander, no te sientas mal nunca, cariño. Voy a terminar con ellos para que puedas pasar.

Magnus se fue y él se quedó hundido en su silla, pensando en la mejor manera de hablar.

¡Tenía que ser hoy!







* * *

🙈 Alec tiene culpa porque Magnus es tan lindo 😭❤ admito que ese último gesto y sus palabras hasta a mí me hicieron sentir mal 🙈

Aclaro que Alec no es malo ni pretende burlarse de Magnus, nunca se dio la oportunidad de hablar las primeras veces y, como Alec dice, el silencio se volvió cómodo entre ellos, tener a alguien que te entiende sin palabras cuando su vida es tan difícil 😞

¿Será que habla por fin? 🙊

Gracias por leer y esperar actualización ❤ me alegro que les guste esta historia 😻

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora