45. No es seguro, pero...

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Me sentí tan bien al decirlo. Por decírselo.  En ese mismo momento entendí que no importaba  si nunca podía responder. El amor era un regalo para dar y debe ser dado sin  esperar nada a cambio.
(N.R.W)




—Oh, cariño —la vulnerabilidad en los hermosos ojos de Alec tan abiertos, en las arrugas en su frente y sus labios temblando ligeramente hicieron que Magnus rompiera la poca distancia que los separaba y lo tomara en sus brazos.

Alec se estremeció, pero se relajó también ante el contacto. Sus manos aferraron a Magnus con fuerza, mientras una de éste frotaba un costado de su vientre con ternura. Los ojos de Alec ardieron por las lágrimas.

¿Por qué no podía ser feliz?

¿Por qué siempre sucedía algo que ensombrecía su felicidad?

Magnus besó un lado de su cuello y susurró a su oído "Tranquilo, corazón, todo va a estar bien" antes de separarse de él y limpiar bajo los ojos cerrados de Alec, besó sus párpados, sus mejillas, la punta de su nariz –lo que provocó una risa temblorosa de Alec por fin– y finalmente sus labios.

Fue un beso lento, torpe, húmedo, salado, pero seguía siendo perfecto. Cada beso con Alec lo era.

—¿Vamos a mi consultorio? —Lo preguntó contra sus labios. Sabía que era un tema complicado y no quería, como ahora, sentir ciertas miradas sobre ellos.

Alec simplemente asintió, el dorso su mano frotando suavemente la mejilla de Magnus, queriendo decir tanto, confesarle cada miedo, agradecerle por no dejarlo rendirse, decirle que pasara lo que pasara lo amaba...

Y Magnus entendía –Ángel silencioso, ¿recuerdas?–, había aprendido a leer en sus silencios, así que sólo puso su mano sobre la suya.

"Lo sé, lo entiendo, amor."

Magnus le dio su mano a Alec y lo ayudó a ponerse de pie. Camille, que no había dejado de verlos en ningún momento, los siguió con la mirada mientras salían de la cafetería.

Parecía un día tranquilo. Los pasillos estaban casi vacíos.

—¿No ha venido Ernesto? —Alec preguntó porque hacía tiempo no lo veía, ¿por fin habría superado sus miedos a practicamente todo al ser su primer embarazo?, y porque el silencio –oh, la ironía– lo estaba matando.

La risita de Magnus lo hizo mirarlo. No había notado que había tenido su mirada en el piso hasta entonces.

—¿Qué? —Alec sonrió, no pudo evitarlo, a pesar de saber lo que se venía.

Magnus negó, también sonriendo. —Nada. Es simplemente Ernesto. Ese chico es demasiado... ¿Persistente? No lo sé, no hay día que no llame al menos... Es divertido incluso...

Alec le sonrió. Supuso que si él no tuviera a Magnus para resolver cualquier duda, tal vez también él sería así.

Llegaron al consultorio de Magnus y todo el buen humor y las bromas perdieron su efecto tranquilizante, Alec sintió su corazón acelerarse y ganas de vomitar en cuanto la puerta se cerró tras ellos. Magnus lo notó, ya que iban de la mano y sintió su tensión.

—Tranquilo, Alexander.

Alec intentó respirar, pero era difícil. No fue hasta que sintió las manos de Magnus sobre su vientre y al Peque moverse que soltó un aliento inestable.

—Sabes de lo que se trata, ¿verdad? —Magnus, sin soltarlo, lo llevó hasta un sofá y después de que Alec se sentara, él se arrodilló frente a él, todavía con sus manos sobre su vientre.

Alec asintió. Su vista ya nublada por las lágrimas.

—Y-yo... Y-yo... Yo n-no quería, no p-pensé... —se detuvo cuando los ojos de Magnus se encontraron con los suyos. Tomó una respiración profunda y lenta, tenía que hacerlo. Tenía que poder. Si había aunque sea una mínima posibilidad de lograrlo, de ser padre y no sólo un vientre, entonces tenía que ser capaz de esto para empezar.

Puso sus manos sobre los labios suaves de Magnus cuando éste comenzó a hablar.

—Yo —su voz era sólo un susurro, pero no era el volumen de su voz sino sus palabras, el valor de ellas lo que hizo que Magnus lo escuchara en silencio—, yo nunca pensé en ser padre. Supongo que en el fondo, algo implícito, un deseo silencioso —ambos sonrieron ante la palabra— estaba ahí esperando el momento de hablar y hacerse presente, un día, en un futuro seguramente lejano. Un día cuando... —y su sonrisa se borró, recordando el por qué inició todo—, cuando pudiera darle a mi propia familia una vida mejor que la mía. No en cuanto al amor, al cariño de mis padres para nosotros, pero sí sobre... No querría que mis hijos pasen hambre, Magnus, o que me vean a mí quedarme sin comer para que lo hagan ellos...

Las lágrimas en esos brillantes ojos azules rompieron el corazón de Magnus.

—Y sé que no es ahora, que no estoy listo, que no puedo darle lo que merece —y eso era lo que rompía más a Alec, saber que no bastaba el quererlo, no bastaba con las buenas intenciones. Que el amor que el Peque se estaba ganando no era suficiente—, que no podría ofrecerle más de lo que yo tengo, que no es nada, pero... —"Pero no quiero dejarlo ir, no puedo imaginarme sin él. Tal vez es egoísta, pero contrario a lo que dicen, creo que a veces el amor sí es egoísta"—, pero lo quiero.

Lo. Se entendía a quién. Al Peque que en ese momento estaba tan quieto.

Magnus, arrodillado todavía entre las piernas de Alec, con sus manos sobre su vientre cambió entonces radicalmente todo:

—Yo lo sé. Yo lo sé, Alexander. Mi vida no ha sido un camino de rosas tampoco. O tal vez sí, con lo bueno y lo malo, la belleza visual de ellas y el hermoso aroma, pero también las espinas estaban ahí siempre para demostrarme que lo que vale la pena cuesta y también lo hermoso duele. Así como el amor —"Así como llegar aquí y ahora nos ha costado nuestra cuota de lágrimas"—. Pero lo difícil del camino de ambos ha sido diferente y aun así yo tampoco esperaba el deseo de ser padre. No así, no ahora. Yo no esperaba —Magnus suspiró y recargó su frente contra el vientre de Alec, sus ojos cerrados, sus dedos clavándose aunque suavemente— quererlos.

Y Alec se congeló. ¿Escuchó bien?

¿Usó el plural?

—No he roto —Magnus siguió hablando, su voz amortiguada— ninguna regla, porque soy tu médico, pero también tu novio y ya no se siente correcto preguntarlo. Tal vez no es el momento, no, no tal vez, es seguro, no es el momento, es complicado, nos costaría mucho, pero... —"Pero no sé cuánto pueda romperte, rompernos, el perderlo"—, pero si tú quieres, y no es nada seguro, Alexander, podemos preguntar, intentarlo, luchar juntos.

Alec sintió su corazón saltarse un latido o dos, ¿estaba entendiendo bien?






* * *

🙊 ¿Qué es lo que propone Magnus?

¿Qué piensan de toda esta situación?

Ahora, como ambos han dicho y pensado, no basta quererlo. Todavía deben averiguar si el Peque ya tiene alguna familia que lo quiera 🙈💔

¿No sufrieron con esos pensamientos de ambos? (Las frases entre comillas mientras hablaban con el otro, lo no dicho 💔)

¡Hasta el siguiente capítulo!

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora