36. El silencio del amor

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"El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo"

* * *

«—Tenemos que hablar, Alexander.»

Alec apretó sus brazos alrededor de Magnus un poco más.

Sí. Sí. Lo sé, lo sé. Y eso no impide que me esté muriendo de miedo.

Eso no impide que mi estómago se revuelva, ya no por las náuseas.

Eso no impidió las lágrimas derramadas que humedecieron el hombro de Magnus cuando Alec hundió su rostro ahí.

Eso no evitaba que el propio Magnus sintiera su corazón estrujarse y hacerse pequeño como si así fuera a doler menos.

Una de las manos de magnus se deslizó hasta un costado de Alec, acariciando sobre su vientre desnudo. Y el Peque se movió.

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué tenía que ser tan difícil?

Alec suspiró y se relajó por el toque, sus ojos más llenos de lágrimas cuando el Peque se movió.

—Sabes que tenemos –Magnus habló en voz baja, suave, como si Alec fuera un niño pequeño al que no quisiera asustar.

—Lo sé –Alec cerró los ojos con fuerza y respiró lentamente, se obligó a calmarse.

Inhala, exhala y no entres en pánico. No hoy, no ahora. Necesitas ser fuerte y escuchar lo que Magnus tiene que decir. Y hablar y hablar...

...Y hablar.

Alec se estremeció cuando el primer sollozo llegó y Magnus casi deseó regresar el tiempo y disfrutar de nuevo aquellos días de sonrojos, sonrisas tímidas y silencios. Aquellas notas brillantes y las señas que tal vez él no hacía bien, pero no importaba, porque su ángel silencioso no entendía.

¿Por qué alguien tan joven como Alec, tan noble, y en su estado, tenía que sufrir tanto?

—Lo siento –Magnus intentó retirarse del abrazo, sus manos todavía en las caderas de Alec mientras intentaba echarse para atrás, pero Alec no lo dejó–. Tu hermana dijo que tuviste vómito antes. Es normal, ya lo hemos hablado, pero estás agotado y tal vez sea mejor que descanses.

—No te vayas –pero Alec lo soltó entonces, porque no podía obligarlo, incluso si se lo pedía, era decisión de Magnus quedarse o no, podía pedirle quedarse, pero tenía que darle la libertad para hacerlo sólo si quería.

Parpadeó para poder enfocar a Magnus y se sorprendió de encontrar esos ojos también húmedos. Los brillos y las sombras difuminadas y él seguía siendo tan hermoso como siempre.

Fue sin pensarlo, fue sin planearlo, fue sin pretender o buscar algo, que Alec llevó una de sus manos a un lado de ese rostro y acarició de abajo hacia arriba para quedarse bajo uno de esos brillantes ojos verde dorado.

Magnus se quedó sin aliento.

Alec limpió con su índice la humedad de sus pestañas y la yema de su dedo recorrió los brillos regados, manchando la piel de Magnus.

—No te vayas –repitió, y lo que quería decir era "No me dejes", cuando Magnus se apoyó en ese toque y suspiró. Los dos lo extrañaban tanto.

Alec subió su otra mano y tomó su rostro entre ambas. Las de Magnus siguieron sostuviendo sus caderas y si supo o no que Alec iba a besarlo, no lo detuvo.

¿Había habido un beso iniciado por Alec antes?

¿Hubo un beso tan suave como el toque de una mariposa, tan lento como si el tiempo se detuviera para ellos, tan dulce y tan amargo?

Dicen que el aleteo de una mariposa puede crear también catástrofes, incluso al otro lado del mundo. "Efecto mariposa" le llaman.

Y ellos sabían que un beso tan delicado como las alas de la mariposa podía curar y romper corazones, los dos a la vez.

Hablemos –susurró Alec al terminar el beso que casi podría decirse que no comenzó porque fue sólo un roce sutil. Incluso si se sintió hasta el alma.

—Deberías descansar –Magnus insistió. ¿Y en qué momento sus manos de colaron bajo las capas de ropa? ¿Cuando sus dedos comenzaron a tocar y erizar la piel de Alec? ¿Cuándo mandaron escalofríos que llegaron hasta las puntas de sus pies, que se alojaron en su corazón y en su pecho, que lo dejaron sin aliento pero con ganas de más?

Alec no sabía que las caricias de alguien podían sentirse también, más allá del cuerpo, que podían curar un alma rota.

—¿P-por que n-no p-pasas? –y su voz tembló, tanto como su cuerpo.

—¿Estás listo para esto? –Magnus buscó sus ojos cuando lo preguntó.

Tenían que hablar de tanto –ellos, su relación, el perdón, el Peque, la situación en que Alec vivía, el que su familia todavía no supiera, que Isabelle lo creyera el padre de su hijo, que no debían aferrarse a algo que nunca sería de ellos–, pero ahora se daban cuenta de un aspecto que habían dejado de lado debido a tantas confusiones y heridas abiertas.

Se necesitaban. Físicamente. No sexualmente, no hay que confundir el contacto físico, la necesidad del otro, con el deseo puramente sexual. Porque hay una gran diferencia.

—Podemos –dijo Alec, mirándolo, y sus pupilas estaban dilatadas y sus mejillas todavía húmedas se habían ruborizado–, debemos hablar, tanto, pero también te necesito, Magnus. Por favor.

Magnus intentó sonreír. Tal vez ellos estaban rotos incluso antes de encontrarse, tal vez no fue el engaño lo que los rompió y agrieto, sólo lo dejó a la luz, pero tal vez, tal vez eran ellos mismos quienes iban a curarse.

Tal vez así trabaja el destino. Pero él ya había hecho su parte, ahora dependía de ellos dar el paso, arriesgarse, hurgar en la herida y limpiarla, para poder sanar.

Alec buscó, todavía estremeciéndose, la mano de Magnus que seguía sobre su vientre, tentó hasta que éste entendió y entrelazó sus dedos juntos.

Y la mirada de Alec decía tanto que la de Magnus entendía. Así, sin palabras. Y tal vez esto era parte del amor, el silencio del amor.

Amor.

Era amor.

Era real.

Valía la pena.

Habían caído, ambos, era evidente ahora, pero podían levantarse juntos y seguir, construir, su camino.

Magnus parpadeó. Había lágrimas ahí de nuevo y el segundo beso sabía a sal y a esperanza. A promesas no pronunciadas.

—También te necesito –Magnus mantuvo sus manos unidas y la otra a un lado del cuello de Alec–. Te quiero, mi ángel –y aquel pulso se aceleró.

—¿Quieres entrar? –y sus mejillas ardían por las palabras no dichas.

"Después de todo, sabiendo lo que sabes y con lo que no sabes aún, ¿quieres entrar a este caos que me tocó vivir?"

Y cuando Magnus asintió y besó su mejilla, Alec pensó que tal vez la vida no era tan horrible. Tal vez por cien cosas malas, hay una buena. Pero entonces hay que aferrarse a esa buena y no soltarla nunca.







* * *

Este capítulo fue 😭😭😭 no sé cómo explicarlo, ¿qué les ha parecido, se lo esperaban?

Amo esos pequeños gestos de amor y ternura entre ellos 😭 me recuerdan a su inicio, a la inocencia de Alec, al corazón roto de Magnus 💔

¿No aman cuando los títulos aparecen por fin en las historias? 😻

¿Sabían del Efecto mariposa? ¿Qué opinan, cómo lo interpretan?

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora