Cap 1;profetas y reyes.

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Después de desempacar casi parcialmente todo, Nicolás me pregunto unas 3 veces si tenía hambre, dijo que quería enseñarme la cafetería, también se notaba que se moría por verme con el uniforme negro, el deje de burla en su voz me resultaba agradable sin embargo.

Habíamos salido de la habitación, bajábamos las escaleras mientras me hablaban de cómo era la vida en este lugar, el clima era frió y el viento helado golpeaba mi rostro, seguramente mi nariz estaría poniéndose roja ahora—tenemos que ir por tu uniforme, solo tienes que decir tu talla—Nico continuo hablando, yo estaba escuchando pero mi mente se encontraba un poco lejos de ahí, observando más bien todo lo que había alrededor.

El patio central era grande, dividido en jardines, con una fuente redonda de piedra en el centro, una figura de mármol del sagrado corazón en medio de ella, viendo bien los rostros pálidos de todos los chicos ahí, parecieran llevar una vida tranquila en ese lugar, una vida conforme.

—sebas y yo llegamos hace un año, encontraras que no es tan malo si sabes cómo divertirte—Nico entonces se detuvo y frente a nosotros había una especie de capilla de madera, dentro había una mujer que lucía un poco mayor, cabello largo y en su mayoría blanco sujetado en una cola de caballo, ella me miro curiosa y después hablo— ¿Qué quieres esta vez Nicolás? —confianza y socarronería pintaban su voz, quizá ellos ya se conocían.

—Marta mi amor, mi amigo aquí—Nico golpeo mi hombro—necesita una sotana, es nuevo aquí en el calabozo—

La mujer me inspecciono con la mirada, tomó una hoja colocándose los lentes que tenía colgados del cuello y buscando algo en ese pedazo de papel— ¿talla? —pregunto sin despegar los ojos del papel.

—Chica— mi voz sonaba como la de un cachorro asustado, no era nuevo puesto que no era bueno hablado con las personas, me había tomado un rato poder decir más de dos frases con Nicolás y Sebastián.

La mujer se fue un momento y regreso con una bolsa de papel café de un tamaño considerable—aquí esta, si necesitas ajustar algo puedes venir de 4 a 6 mañana—su voz sonaba aburrida—tienes que firmar esto—ella me paso la hoja y una pluma de tinte azul. —Gracias— le sonreí.

—Gracias mi cielo— escuche a Nico decir mientras sonreía y alzaba una ceja.

—Todavía me debes la caja de la última vez Nicolás, será mejor que me pagues—la mujer dirigió una mirada severa al par de chicos.

—si bueno, después arreglamos eso eh—Nico casi me lleva arrastrando y salimos caminando muy rápido de ahí, marta gritó un par de cosas que no pude escuchar y cuando me di cuenta estábamos corriendo, al detenernos cerca de una puerta doble de madera, los chicos empezaron a respirar rápido y recuperar un poco de aliento.

—Oigan— dije confundido y aspirando aire profundamente— ¿de qué caja hablaba? —

Sebas y Nico se miraron y rieron al unísono, mi cara seguía siendo de confusión—mira Joaquincito, ella es marta , encantadora mujer, pero tiene un carácter de perros, a veces nos consigue cajas de cigarrillos, es la encargada de los uniformes y la tienda, cosas básicas...—

— ¿cigarrillos? —daba risa la cantidad de sorpresa con la que había salido mi voz.

—cigarrillos, ya sabes, papel, tabaco, nicotina, muerte —Nico sonreía mientras hablaba, no era que yo no conociera los cigarrillos, más bien uno no espera llegar a un internado donde forman sacerdotes y ver que los alumnos tienen como pasatiempo fumar a escondidas aunque ahora mismo, pensándolo bien sonaba a un cliché bastante razonable.

La sinfonía de lo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora