Cap 18; jardín celestial

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{Narrador homónimo}

Temprano en la mañana, y después de la misa dominical, el padre Damián partió a Roma, se despidió de Emilio por la noche, antes de que este terminara con su rutina de cama, el día estaba un poco más despejado, había aire fresco soplando, pero el sol relucía en su más claro esplendor, las nubes poco a poco se disipaban.

Del cielo caían ligeras gotas de llovizna, solo unas pocas, de esas que caen cuando la tormenta estaba pasando y la paz poco a poco regresaba a llenar el vacío.

El padre Damián salió de la parroquia, un auto negro y con pinta de ser un modelo clásico, casi arcaico, lo esperaba en el sendero de tierra justo afuera de las rejas del enorme portón de la parroquia, él tenía ropa normal pero su conjunto era por completo negro, una gabardina del mismo color lo cubría, tenía guantes de cuero y llevaba una maleta de ruedas arrastrando.

En medio de la quietud, Emilio lo acompañaba mientras sostenía una sombrilla oscura, protegiéndolos a ambos de las pequeñas gotas, se detuvieron justo en la entrada, las rejas ya estaban abiertas, las gárgolas a cada lado de los enormes pilares parecían mirarlos, las cosas estaban quietas, y Emilio no sabía porque sentía tanto alivio y miedo mezclado a la vez.

Ya se había dicho todo cuando se despidieron la noche anterior, pero, aun así, el padre puso su mano en el hombro de Emilio, el chico bajó la sombrilla, dejando que las ligeras gotitas golpearan su rostro y algunas se atoraban entre sus pestañas, el padre Damián lo miró fijamente—te voy a extrañar tanto, hijo—él tenía una cara de genuino sufrimiento

Emilio puso una sonrisa—yo a usted amado padre—

—te quiero—le dijo el hombre, y lo atrajo a el en un abrazo, mientras olisqueaba su cabello, Emilio cerro los ojos y se dejó apretar, el padre se separó y besó su frente.

—volveré pronto, y después tu y yo, nos iremos—dijo en un susurro, palmeo una mejilla del chico, y Emilio solo asintió

El hombre tomo su maleta y caminó al auto, menos de un minuto bastó para que el coche arrancara, y Emilio se quedó solo

Con su mano, acaricio la mejilla que el padre palmeo antes, cerró la sombrilla que había bajado, igual ya se había mojado un poco, miro a las gárgolas—parece que estaré solo—les dijo

Y después se dirigió a la oficina del padre Miguel, quería saber que exactamente haría, puesto que, ciertamente el cubría al padre Damián en asuntos importantes cuando no estaba, pero, nunca había estado en la situación del padre yéndose tanto tiempo y fuera del país.

Y quería saber algunas cosas, porque estar tanto tiempo solo, lo asustaba.

[...]

El Padre Damián veía por la ventana del auto, la hierba al lado del camino parecía corree tras él, el espeso bosque se iba haciendo menos denso, el cristal estaba un poco empañado, el bajó el vidrio y dejo el viento moviera su cabello.

Pensó en el día anterior, tuvo un pequeño tropiezo, pero nada que no pudiera solucionarse.

{flashback}

—no voy a firmar—

—Miguel, tienes que hacerlo, sin tu firma, no se prueba que él quiere hacerlo...es menor—

—él no quiere hacerlo, yo mismo lo vi—el padre miguel alzo la voz, pero no estaba enojado, solo discutía—¡él lo dijo! —

—miguel, mi amigo...—lo tranquilizo el padre Damián, tomó al hombre mayor de los hombros—relájate, él dijo eso porque está asustado, esto es todo lo que conoce...—

La sinfonía de lo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora