{Narrador homónimo}
—bien, voy a empezar...—Joaquín tenía unos guantes rojos que le quedaban algo grandes a sus manos, sus rodillas un poco enlodadas por la mezcla de tierra y agua jabonosa, tallaba con una esponja amarilla sobre el piso, estaba sudando un poco pero no quería tallar su frente y ensuciarse más, estaba por moverse un poco hacia otra sección del piso cuando tocaron la puerta, él se levantó a abrirla pateando el cubo de agua en el proceso—agh maldición— se tapó la boca enseguida y volvieron a tocar—¡ya voy!—bien ahora tendrá que secar todo ese desastre y los sonidos de la puerta eran más estresantes aun, siguió gritando que iba a abrir pero después recordó que el sonido no traspasaba las paredes, de mala gana y con el trapeador en una mano fue abrir.
—Gracias—Emilio entro en la habitación, en sus manos una carpeta amarilla—al entrar fue directamente al piano y lo abrió.
Joaquín cerró la puerta de nuevo y fue a seguir arreglando el desastre que había hecho, que era algo torpe era decir poco, siempre habría de caerse o tirar alguna cosa, no sabía si decir palabra o no, después de todo no era necesario que hablaran, escucho que el piano comenzar a sonar y desde su lugar a unos metros observaba el perfil de Emilio y como entraba de nuevo en el trance que la música provocaba, no reconoció la canción pero si le agradaba.
—¿sabes? No me tienes que mirar—Emilio hablaba sin abrir los ojos y sus largas pestañas recargadas en sus pómulos, sin perder la calma un solo segundo, con las cejas alzadas.
—No te estaba mirando—siguió limpiando el suelo hasta que termino por secar toda el agua.
Después se quitó los guantes y abrió uno de los armarios para sacar algunas cosas de ahí y limpiar las que pudieran servir, había una copa de cristal en uno de los estantes, estaba un poco alta, así que para poder alcanzarla Joaquín fue por el cubo ahora vacío donde antes tenía el agua con jabón, lo volteo boca abajo y se subió en él.
—Vas a caerte— escucho decir en voz baja al chico que tocaba el piano, giro la cabeza un poco pero el aún tenía los ojos cerrados, no entendía como podía sentir sus movimientos.
—No, sé lo que hago— Joaquín tenía un puchero en su cara y aun parado sobre el cubo, no alcanzaba bien el estante más alto, se paró sobre sus puntas y estiro su brazo todo lo que podía, las yemas de sus dedos pudieron rozar un poco el cristal empolvado—¡si! — entonces movió sus pies y al apoyar su pie derecho demasiado a la orilla del cubo, perdió el equilibrio que tenía empujando con sus dedos la copa en el camino.
El cayó al piso con un ruido sordo y un grito agudo, la copa rompiéndose en pequeños cristales quedaron regados alrededor suyo.
Joaquín quiso levantarse pero cuando apoyo su mano sobre el suelo, sintió un pinchazo muy fuerte en la palma de su mano.
—Te dije que te caerías— Emilio hablo con toda calma y se levantó del banquillo de madera, su cara seria y cubierta en obviedad—¿estás bien?—el extendió su mano para que joaco la tome
—No, creo que me corté— el extendió su mano que no estaba sangrando para dársela Emilio al mismo tiempo que le mostraba la otra mano, donde una fina línea de sangre fresca caía lenta por toda su palma.
Emilio se congelo en su lugar y su tez ya clara se volvió dos tonos más pálida, joaco volvió a caer al suelo.
—hey, no es gracioso ¿Qué te pasa?, hay vidrios aquí ¿Por qué me sueltas? Tu...——Joaquín interrumpió su enojado discurso cuando se percató que el chico frente a él tenía unas cuantas lagrimas bajando por sus mejillas, congelado en su lugar observando su mano herida—oye...¿tu estas bien?—
ESTÁS LEYENDO
La sinfonía de lo divino
FanfictionAU, de internado católico, donde Joaquín es obligado a entregar su vida a la religión y Emilio es el protegido del padre superior. ''nunca hubo dos almas más destinadas a encontrarse'' Advertencia: -se tocan temas religiosos, en ningún momento es pa...