Cap 39; Infierno -parte 1

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Lunes.

Emilio abrió los ojos con la luz de la mañana, la cual después de darse cuenta era de hecho muy tenue, el sol había salido pero así de rápido como mostró su luminoso rostro, fue cubierto por espesos nubarrones grises que empañaban la estampa de aquel día

El rizado se levantó de su cama para abrir la ventana y asomar su cabeza, el viento helado golpeo su cara, algunas pequeñas gotas de agua aterrizaron en su nariz y su frente, el clima estaba cubierto de una sensación de melancolía, solo tonos grises la poca luz que escapaba por entre las nubes, se encontraba un poco perdido pensando en las cosas que habían pasado el domingo en la noche, cada vez que recordaba haber hecho ese juramento con Joaquín, soñaba despierto sobre como seria el salir de este lugar junto a él.

Estaba tan ensoñado que no supo cuanto tiempo se quedó fantaseando despierto, con sus ojos en el cielo y recargado en su mano que apoyaba en la ventana, suspirando.

Miró el reloj sobre la mesita de noche y si no se daba prisa llegaría tarde a las oraciones matinales o lo que era peor, su...amado padre se atrasaría su no iba a ayudarlo pronto, en realidad ya no quería llamarlo así, al menos no sentía que fuera cómodo, pero frente al cura aun tenía que hacerlo.

Entró a la ducha lo más rápido que pudo, se puso su sotana y arregló sus húmedos rizos, y por arreglarlos por supuesto que quiere decir que solo los sacudió un poco, tomó su biblia de la mesita y salió de su habitación para tocar la puerta de la del padre Damián

—amado padre...¿ya está despierto? —Emilio llamó al cura

—si hijo...súbeme el té ahora

Emilio hizo lo que le fue pedido y bajó a preparar el té de jengibre, dejando su biblia en la mesita de la cocina, subió el té en una bandeja como siempre lo hacía junto con algunas galletas

Al entrar en la habitación el padre se encontraba poniéndose su sotana de color blanco

—buenos días Emilio

—Buenos días amado padre—el rizado dejó la bandeja en la mesa de noche del cura y después de decir 'con permiso' se dirigió a la puerta para salir

Pero el padre Damián lo llamó deteniéndolo, se detuvo frente a él y acarició su mejilla

—¿Por qué siento que tratas de evitarme? Es que ¿ya no me quieres más?

Emilio comenzó a temblar, miraba hacia algún punto de la pared tratando de no mirar a los ojos al cura

—yo...si lo hago, ¿Por qué me dice eso?

—¿vas a firmar hoy?, necesito que lo hagas para poder irnos...

—n-no lo sé

—claro que lo sabes Emilio, tu futuro esta allá...conmigo

—No quiero irme—Emilio pronuncio aquello en voz muy baja, en realidad quisiera haberlo dicho un poco más alto, pero no pudo, no quería y no podía irse, lo había jurado, solo saldría de aquí con Joaquín, quería estar con él, y si había cosas sobre el mundo que aun debía aprender, quería que fuera él quien se las enseñara

El padre suspiró en frustración—vámonos ya, llegaremos tarde—dijo simplemente apartándose del rizado y saliendo del cuarto

Bajaron a la sala de estar, Emilio fue a la cocina por su biblia y salieron de la pequeña cabaña.

El padre Damián solo podía pensar en lo frustrado que se sentía al no conseguir que su niño firmara los condenados papeles, no importaba si tenía que sobornar o lo que fuera, el rubio parecía haber arruinado su otro plan, porque no escucho ninguna reacción o noto algo en el rizado, pero iba a llevárselo, estaba determinado a hacerlo, todo estaría bien una vez que lo alejara de este lugar y recuperara su atención

La sinfonía de lo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora