Cap 5; Epifanía -Parte 2

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{Narrador homónimo}

—¡ay! —Emilio tapo su boca con ambas manos antes de agacharse, el susto en su cara reflejado por su par de ojos cómicamente abiertos, se había golpeado la cabeza con una repisa de madera que estaba justo en la pared a un lado de la escalera, donde iba repegado con su espalda caminando lentamente.

Y es que había tenido que escabullirse desde su habitación hasta la puerta de entrada, en todo momento cuidando que los ronquidos del padre Damián no terminaran, él tenía su pijama azul a rallas blancas y su par de pantunflas que simulaban piel de jirafa, pisaba con las puntas de sus pies y abrir la puerta principal sin que rechinara fue casi imposible, cuando salió miro el sendero que lo separaba del internado, había una oscuridad pesada y la luna alumbraba en color plata solo el rocío del pasto y las copas de los árboles, saco su celular del bolsillo de su pijama y encendió la linterna.

Camino todo el trayecto en medio de sonidos de insectos y la calma de la noche a su alrededor, si lo descubrían lo mucho que tendría era un reporte pero le encantaba sobreactuar así era más divertido, pronto llego a los edificios de la escuela y apagó su linterna pues ahora podía mirar un poco más gracias a los faroles que estaban distribuidos por el enorme patio principal, entro bajo los arcos del edificio c y pasó por su lote de baños, el ultimo edifico se encontraba detrás de los baños y regaderas del edificio c, en ese lugar en la planta de arriba era donde el aula 120 lo esperaba.

Pero antes debía obtener las llaves para entrar, por fortuna conocer el lugar del padre Damián y sus secretos era una ventaja que el tenia, sonrió para sí mismo y saco el llavero con el montos de pesadas y oscuras llaves largas colgando de él, no era un robo porque solo lo tomo prestado, claro.

El padre no tenía las llaves de cada salón, pero sabía quién si las tenía, hizo su camino hasta el edificio A, un poco delante de donde se encontraba, cerca de ahí y de la cafetería, estaba la caceta de conserjería, que servía igualmente como tienda, él sabía que la señorita marta guardaba las llaves de los salones en una cajita de madera bajo el mostrador, el llavero del padre Damián tenía la llave de conserjería...así que si, el tomo la llave del aula 120 y después dejo todo como lo encontró cerrando lentamente la puerta de madera de esa pequeña bodega.

Siguió caminando entonces pero esta vez hacia el ultimo edificio, apretaba sus labios mientas veía a los lados cada segundo agitando sus rizos cafés en el proceso, por fin fin llego al lugar y abrió la puerta con las manos temblorosas, no podía creer que lo había encontrado.

El entró y el lugar estaba limpio, había bolsas con basura y el piso se veía trapeado y no lleno de polvo como antes, ese era un viejo salón de música, hacia demasiado que no se usaba, él sabía que las paredes eran a prueba de ruido, y que si podía tocar su querido piano de nuevo, nadie lo escucharía, volteo al fondo de la sala, el gran instrumento de color marrón oscuro relucía y despedía un brillo único, contrastaba con el color claro del piso.

—Hola, amigo— Emilio se acercó y poso una de sus manos en la superficie pulida, podía ver su reflejo y como su cabello caía y cubría sus ojos, abrió la tapa y toco las teclas, una por una, sin llegar a presionarlas, solo eran suaves roces de sus dedos, se sintió lleno otra vez, la música era algo que amaba, el arte en todas sus formas de expresión, sentir era algo que el tenia, siempre siendo reprimido, pero tenía tanto que dar, el sentía a flor de piel, el veía, escuchaba y observaba, pero nunca tenia permitido ser libre.

Saco el banquillo de debajo del piano, se sentó y al encontrar la paz suficiente para dejar de temblar, tocó.

Una tecla a la vez al principio, luego sus dedos recuperaron la memoria de sus movimiento y el comenzó a moverlos con más velocidad, cuando sientes que tu alma cae derramada sobre un lienzo, eso es lo que el sentía creando esa melodía, era una de sus favoritas 'love story' , de una vieja película de los 70 pero entendía la fuerza de su mensaje, curioso era que las canciones de amor lo atraparan de ese modo.

La sinfonía de lo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora