Escapémonos

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La mala leche que tenía en el cuerpo en mi vida la había sentido. Sentía el cuerpo tan caliente que casi no podía respirar, pero los besos de Alex no estaban ayudando. No podía sacarme de la cabeza aquellos labios, su piel caliente y el roce de su cuerpo...él tenia razón, yo también lo deseaba, lo deseaba con locura y no estaba disfrutando hacerlo con mi novio.

Resoplé apartándolo y él me miró desconcertado.

-Para, Alex...-Dije sin mirarlo mientras mi cuerpo temblaba por todas las sensaciones que estaba recordando, todas las que me había hecho sentir Alfred.

-Dijiste que necesitabas un poco de acción, ¿Qué es lo que va mal?.

¿Qué iba mal? ¡Todo!.

-Nada, es solo que...-Suspiré.-Lo siento.-Me levanté de la cama, ambos aún teníamos la ropa puesta y yo a penas había sentido sus caricias sobre la ropa, las huellas que había dejado Alfred me habían marcado la piel.

-¿Qué es lo que sientes?, ¿no hacer el amor conmigo o no tener los huevos de decirme lo que te pasa?, viajo cada puto mes y cuando por fin puedo estar contigo tú ni me hablas...¿Qué es lo que te pasa?.

Yo le di la espalda.

-No me pasa nada. Siento no haberte dado la bienvenida que esperabas pero hoy no me encuentro bien.

-No me digas.-Dijo irónico.

-Lo siento, de verdad...

-Ya, yo también lo siento.-Resopló tirando al suelo la chaqueta del elegante traje.

El golpe de la tela al caer me sobresaltó, y cuando me giré me di cuenta que Alex había entrado en el baño.

Mis ojos miraron instintivamente mi bolso donde estaban las llaves de mi auto.

No lo hagas, Amaia, no lo hagas...

Pero el deseo que sentía mi cuerpo fue mucho mas fuerte que aquella voz, que supuse era mi conciencia. Tomé el bolso y salí de casa sin mirar atrás, con el cuerpo cosquilleante al pensar en lo que estaba a punto de hacer.

Llegué a aquel lugar mucho mas rápido de lo que lo hubiese hecho antes y el olor a cigarrillo se impregnó en mi garganta que estaba seca, pero no era que estuviese sedienta, sino que el deseo me atormentaba. Miré alrededor y no vi a Alfred, se habrá ido ya...pensé sintiéndome como una estúpida al haber ido allí. ¿Qué era lo que me pasaba?, yo no era así, no perseguía a ningún hombre, ellos me perseguían a mi, yo no buscaba a nadie.

 Amaia no perseguía a nadie...

Pero no fue necesario que lo persiguiera, mis ojos lo vislumbraron y mi cuerpo reaccionó enseguida, mi estomago se encogió de inmediato haciendo que mi cabreo aumentara y se fundiera con el deseo que experimentaba. Todo en mi interior era un mar de confusiones, habían sensaciones encontradas...pero al ver que aquella boca que me había hecho sentir tan mujer unas horas antes besaban a una chica que tenía el cartel de zorra en la frente, nuevas sensaciones me invadieron, y yo me negaba a pensar que eran celos.

Aparté la vista cuando vi que su mano la tocaba indebidamente. Vale, había sido una tontería regresar, ¿Por qué lo había hecho?,porque estas muriendo por tenerlo, lo deseas, deseas a Alfred, quieres que te haga el amor...esta vez si que escuché a la voz, tenía razón, lo deseaba, y aunque fuese condenadamente indebido estaba tan caliente que me daba igual, ni siquiera estábamos en horas laborales.

Miré de nuevo la escena y vi que ahora él le hablaba al oído y ella reía como una tonta. Puse los ojos en blanco y me giré hacia la barra. Javi me sonrió y me sirvió mi coctel favorito, yo lo bebí de un solo trago y lo vi reír. Le guiñé un ojo y me acerqué a los tortolos con todas aquellas sensaciones: excitación, deseo, odio, mala leche, celos...Alfred me miró alucinado cuando lo tomé del brazo haciendo que se girara.

Esclavo de sus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora