No podía más, no podía soportarlo. Cuando cerré la puerta de mi habitación a mi espalda mi cuerpo comenzó a sacudirse por el llanto casi sin que yo me diera cuenta. Recordaba la mirada de Alfred cuando vio a Alex, recordaba la mirada que me había brindado cuando me reuní con ellos, recordaba lo difícil que había sido estar a su lado, sentirlo tan cerca de mi y saber que no podría tenerlo nunca más. Odiaba todo lo que estaba pasando, pero aceptaba parte de la responsabilidad. Quizás jugar con aquello de que el amor no existía había sido una mala idea, porque ahora me daba cuenta de que si que existía, y que dolía muchísimo.
Comencé a quitarme la ropa, estaba agotadísima, al día siguiente regresaríamos, pues habíamos conseguido terminar nuestro trabajo y aunque los chicos habían decido ir al bar del hotel a celebrar, yo preferí no hacerlo por demasiadas razones. Entré a la ducha y el agua se confundió con las lágrimas en mis mejillas.
Estaba totalmente decidida a tomar un vuelo con destino a Madrid al día siguiente. Ya había hablado con Jiménez quien aunque me rogó que no me fuera terminó entendiéndome, y gracias a Alex tendría un pequeño trabajo en un periódico de allí. La verdad es que no me esperaba que Alex se portara tan comprensivo, pero creo que antes no había sabido valorarlo, era un tío excepcional, pero yo amaba a otro.
Me vestí con la primera ropa cómoda que encontré. Lo único que quería era que amaneciera para poder alejarme de todo. Vale, principalmente de Alfred. Deshice la cama y me metí en ella sintiéndome completamente desganada y con una sensación extraña en el pecho, un vacío, pero sabía exactamente que faltaba allí, faltaba mi corazón que había dejado junto a Alfred.
-Cuídalo, mi amor...-Susurré sintiendo que mis ojos se cerraban, cansados de llorar.
Dos golpes en la puerta me sobresaltaron, luego un par más. Abrí un poco más los ojos y encendí la lámpara que iluminó un poco la habitación para luego coger el reloj de pulsera que había dejado sobre la mesita: 12:30.
Seguramente era Regi, me había dicho que vendría a ver como estaba y que como no le abriera la puerta cuando viniera la tumbaría. Suspiré levantándome de la cama y me restregué el rostro.
Cuando abrí la puerta mi corazón dio un vuelco. Alfred estaba apoyado en el marco, sus ojos eran duros y su boca estaba apretada.
-Hola, jefa.-Me dijo y sonrió a medias. Yo sentí que todo el dolor volvía a entrar en mi pecho, sin embargo, aún lo sentía vacio.
-Alfred, es tarde...
-¿Por qué duermes tan temprano?, antes nos dormíamos muy tarde...¿recuerdas?.-Mi espalda se erizó al recordar todas aquellas noches y apreté la mandíbula.
-Vete.-Intenté cerrarle la puerta pero el la detuvo con una mano.
-¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por que regresas con ese tío, Amaia?.-Su voz sonó un poco pastosa y entonces me di cuenta de que tenía un par de copas encima.
-Vete, Alfred...
-Me iré cuando me des una explicación.
-No hay nada que explicar.
-¿Le quieres?.-Yo lo miré sin responderle.-Eso pensé.- Sonrió a medias.-¿Entonces que coño hacía hoy en tu habitación? ¿Es que acaso estabas probando con cual de los dos te quedabas? ¿Cuál hacía mejor el amor?.-Yo apreté los puños y tomé aire para no alterarme.
-Lo que hacía él aquí no es tú problema, y te recuerdo que lo nuestro nunca...-Él dio un paso adelante y el calor de su cuerpo hizo que retuviera la respiración.
-Lo nuestro fue verdadero, Amaia, lo nuestro...-Su boca estaba tan cerca de la mía que yo solo podía pensar en sus besos, maldición, nunca nadie me había hecho sentir así...¿por que tenía que amarlo?.
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